CARACTERÍSTICAS SOCIOECONÓMICAS DEL MUNDO ACTUAL

Tema de Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato sobre las características socioeconómicas del mundo actual, por Carlos Javier Garrido García.

Pandemia del COVID-19: hospitales saturados. Fuente: wikipedia.

INTRODUCCIÓN

El mundo del siglo XXI viene definido en sus aspectos socioecómicos por la globalización, tanto económica como política, social y cultural. Este proceso, positivo en numerosos aspectos, ha provocado también problemas. En un mundo interconectado las crisis, como la surgida en 2007, y las pandemias, como la del COVID-19, han tenido un impacto global. En cuanto a la Pandemia, gracias a la vacunación se puede dar por controlada, aunque aún está por dilucidar cuáles serán sus consecuencias políticas, económicas y sociales a largo plazo.

LA GLOBALIZACIÓN

Concepto y causas

La Globalización es la interdependencia del mundo a todos los niveles: económico, social, político y cultural. Su origen se remonta al establecimiento del colonialismo en la Edad Moderna y, sobre todo, al desarrollo de los procesos de industrialización e imperialismo en el siglo XIX. Posteriormente, el proceso se acentuó con los avances técnicos de la Segunda Revolución Industrial, la crisis de 1973 y el consiguiente desarrollo de las TIC y del neoliberalismo (liberalización de los mercados financieros y reducción de aranceles impulsada por la OMC) y el hundimiento del bloque comunista entre 1989 y 1991, que hizo que el sistema capitalista rigiera el conjunto de la economía mundial, incluida la de los pocos regímenes comunistas que lograron sobrevivir, como es el caso de Cuba, Vietnam o China, que establecieron políticas económicas mixtas.

La economía global

La economía globalizada se caracteriza por un aumento exponencial de los flujos financieros internacionales, dominados por la Bolsa de Nueva York, con centros secundarios en las bolsas europeas, japonesas y chinas; la fuerte expansión del comercio internacional, favorecido por el proceso de deslocalización industrial en favor del Sudeste asiático, destacando la Unión Europea, Estados Unidos y China; la concentración empresarial, con un peso e influencia creciente de las empresas multinacionales; la producción integrada a nivel internacional, concentrándose las funciones más sencillas e intensivas en mano de obra en los países subdesarrollados y las más cualificadas, de investigación, gestión y dirección en los desarrollados; y la reducción de la intervención del Estado en los aspectos económicos y sociales.

Consecuencias políticas de la globalización

El proceso de globalización económica y el predominio de las tesis neoliberales han provocado una supeditación del Estado a las consideraciones económicas, que escapan en buena medida de su control por la influencia de las multinacionales y el establecimiento de organismos internacionales que, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de Comercio y el Banco Central Europeo, escapan del control estatal e imponen a este el marco de actuación socioeconómico.

Esta situación ha hecho que se haya destacado por algunos analistas un deterioro de los sistemas democráticos, ya que la gestión económica escapa al control político representativo. Por otra parte, este hecho ha impulsado el desarrollo de los movimientos antiglobalización. En ellos intervienen fuerzas políticas y sociales y posturas ideológicas muy heterogéneas, que tienen en común su rechazo al neoliberalismo y al modelo de globalización económica. Así, al movimiento antiglobalización se le califica de “movimiento de movimientos”, agrupando en su seno posturas muy dispares y en principio antagónicas como los movimientos de extrema izquierda y derecha o ecologistas.

El movimiento se inició en Seattle, en 1999, durante unas protestas contra una reunión de la OMC. A partir de ahí, el movimiento ha provocado protestas frente a las asambleas de organismos internacionales como el citado, el FMI y las reuniones periódicas de las grandes potencias (G8 y G20), utilizando como vehículo de organización y propaganda las TIC. En 2001 se creó el Foro Social Mundial, en un intento de vertebrar y organizar más el movimiento. Sin embargo, este ha estado siempre lastrado por la enorme variedad ideológica. De hecho, como principios ideológicos más generales solo podemos citar la defensa del predominio de la política y de la democracia sobre la economía, de los derechos sociales y del desarrollo sostenible y la lucha contra el subdesarrollo.

DE LA CRISIS DE 2007 A LA PANDEMIA

La crisis económica mundial de 2007

Los orígenes de la crisis se retrotraen al cambio de modelo económico provocado en la década de 1980. La crisis iniciada en 1973 y el acceso al poder de gobiernos conservadores en EEUU (Reagan) y Gran Bretaña (Thatcher) provocaron el abandono de las políticas económicas keynesianas, basadas en el intervencionismo estatal y el establecimiento del Estado de Bienestar, en favor del neoliberalismo, defensor una limitación del control estatal sobre la economía y la privatización de empresas y servicios públicos. Esto provocó una libertad de movimiento de capitales que, sumada a las políticas de crédito a bajo interés como medio de incentivar el desarrollo económico, acabó por provocar una burbuja especulativa, centrada en este caso en el mercado inmobiliario, además de en la bolsa. En este contexto, se expandieron productos financieros sofisticados y opacos como los derivados financieros (inversiones que dependen del valor de otro producto, como el oro, acciones o materias primas) y las hipotecas “subprime” (hipotecas sin garantía a cambio de un interés elevado y que se ofertaban en los mercados financieros agrupadas en derivados con alta rentabilidad). El ascenso en el precio de la vivienda aumentó el endeudamiento de las familias, más grave aún debido a las políticas neoliberales de desregulación del mercado laboral, que estancaron los salarios.

La crisis se inició en 2007 en Estados Unidos, cuando estalló la burbuja especulativa, hundiéndose el banco de inversiones Lehman Brothers y generándose una crisis y un pánico financieros que paralizaron el crédito. Dado el peso financiero estadounidense, la venta de productos financieros estadounidenses en el resto del mundo y la propia burbuja especulativa surgida en los mercados europeos y asiáticos, la crisis se extendió también a Europa a partir de 2008. Los gobiernos europeos decidieron establecer políticas de estímulo económico (planes de obras públicas como el Plan Ñ en España) y de rescate al sistema financiero, lo que supuso un aumento de su endeudamiento en un contexto de recesión económica. Esto acabó provocando la crisis de deuda europea, frente a la cual la Unión Europea promovió políticas neoliberales de reducción del gasto público (recortes en el Estado de Bienestar) como condición para el rescate financiero, aplicado en países como Irlanda, Portugal, España, Chipre y Grecia entre 2010 y 2013, lo que ahondó la crisis en el sur de Europa. La crisis se extendió al resto del mundo debido a la paralización de las inversiones y la reducción del comercio internacional.

Las consecuencias de esta crisis fueron un aumento de las desigualdades económicas (aumento de la riqueza de las clases altas y empobrecimiento de buena parte de la clase media), un aumento del endeudamiento del Estado debido a las políticas de incentivo y el rescate bancario, el establecimiento de tipos de interés incluso negativos para reactivar la economía (lo que aumentó el endeudamiento de los consumidores), un cuestionamiento del Estado de Bienestar (privatizaciones de empresas y servicios públicos, recortes en el gasto sanitario y educativo, fomento de las pensiones privadas) y, como consecuencia de lo anterior, un aumento de la conflictividad social y de la inestabilidad política. En este contexto, las posturas populistas de izquierda y derecha se vieron reforzadas y deterioraron los sistemas políticos bipartidistas sostenidos por partidos de centro-derecha y centro-izquierda. A nivel geopolítico, la crisis reforzó el papel de potencias emergentes como China y Rusia, mientras que la Unión Europea quedaba muy debilitada. Cuando la crisis se daba ya por superada, en 2020 la pandemia del COVID-19 volvió a sumir al mundo en la crisis.

La pandemia del COVID-19 y sus efectos

El COVID-19 es un coronavirus (es decir, una enfermedad que origen animal que se transmite al ser humano) que afecta al aparato respiratorio (neumonía con síntomas como tos, fiebre, dolor muscular y, en los casos más graves, inflamación pulmonar y dificultades respiratorias graves) y que tiene la singularidad de su carácter contagioso cuando la enfermedad está aún latente en el paciente, lo que favorece la transmisión. Aunque tiene una baja tasa de letalidad, el contagio masivo provocó una saturación de los servicios de asistencia médica.

El virus surgió en el sur de China, en la región de Wuhan, en diciembre de 2019. Aunque las autoridades sanitarias minimizaron la amenaza, la enfermedad se extendió de manera rápida gracias a la globalización, afectando especialmente a las zonas más conectadas del mundo desarrollado. En febrero de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el estado de pandemia. Un mes después, ante el crecimiento exponencial de casos y la saturación de los servicios sanitarios, los gobiernos mundiales fueron estableciendo de manera progresiva el confinamiento de la población, lo que supuso la paralización de la economía a nivel mundial. El surgimiento de nuevas variantes del virus, como la Delta y la Ómicron, y las salidas paulatinas de los confinamientos, determinaron oleadas sucesivas del virus. La consecución de las primeras vacunas contra el virus, en diciembre de 2020, supuso la mejora progresiva de los indicadores sanitarios, hasta llegar a la situación actual, en la que los países desarrollados han ido saliendo de la pandemia gracias a los altos índices de vacunación. Sin embargo, en los países subdesarrollados la baja vacunación mantiene viva la pandemia, agravando el peligro del surgimiento de nuevas variantes más transmisibles y mortales.

En cuanto a las consecuencias de la pandemia, aparte del elevado número de muertes (hasta marzo de 2022 se habían contabilizado 455 millones de casos y 6 millones de fallecidos a nivel mundial), fueron muy importantes en el terreno socioeconómico. Así, la paralización económica intentó ser solventada mediante la elevación de la masa monetaria a través de ayudas, inversiones y subsidios. Esta política provocó un aumento exponencial del déficit público y el origen de un proceso inflacionario. Este no se inició de manera inmediata, ya que la demanda estaba frenada por las medidas contra la pandemia. La eliminación progresiva de estas medidas a partir de finales de 2021 y la existencia de una demanda estancada durante la pandemia provocaron el crecimiento de la inflación, problema agravado a partir de febrero de 2022 por el inicio de la guerra en Ucrania.

CAMBIOS POLÍTICOS, SOCIALES Y CULTURALES

Regímenes políticos y Derechos Humanos

La caída de los regímenes comunistas de la órbita soviética entre 1989 y 1991 supuso un aumento del número de países con regímenes democráticos. En cualquier caso, en los antiguos países comunistas de Europa del Este estos nuevos regímenes hubieron de hacer frente a la crisis de reconversión de sus economías al capitalismo, la ausencia de educación y participación política en la mayor parte de la población por la larga duración de las dictaduras, los intereses de la antigua nomenklatura comunista que siguió controlando en buena medida la vida política y económica de sus países y la importancia del nacionalismo populista como principal ideología política. Esto provocó que muchos regímenes, formalmente democráticos, sufrieran graves deficiencias en el respeto a los derechos individuales, por lo que en realidad se trataba de dictaduras, con los casos destacados de Rusia y de Bielorrusia.

Frente a esta extensión de la democracia, aún perviven algunos regímenes comunistas, puros como Corea del Norte, o con economías total o parcialmente capitalistas, como China, Cuba y Vietnam. Además, en el Tercer Mundo son frecuentes los regímenes dictatoriales y los “Estados fallidos”, mientras que en Oriente Medio aún perviven monarquías teocráticos. Por otra parte, la crisis económica iniciada en 2007 y la posterior asociada a la Pandemia del COVID-19 han provocado un aumento de los movimientos populistas de extrema derecha o izquierda. El populismo viene definido como un movimiento político que apela al pueblo como conjunto (superando las diferencias de clase o ideológicas), que considera que este se opone a la élite y que propone soluciones a veces demagógicas y la movilización de masas como herramienta política. En muchos países han surgido formaciones de esta tendencia, como fue el caso de Podemos y VOX en España.

En cualquier caso, en el nuevo milenio se ha asentado el concepto de Derechos Humanos como valor universal. El concepto ya había sido establecido tras la Segunda Guerra Mundial, con la aprobación en 1948 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. En la actualidad, el concepto lo fortalecen las distintas ONGs que velan por su cumplimiento (como Amnistía Internacional) y la actuación de tribunales específicos como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y la Corte Penal Internacional.

Sociedad postindustrial, migraciones y nuevos movimientos sociales

En la sociedad actual, marcada por la globalización y la crisis, se han producido cambios sociales como el aumento de los movimientos migratorios, la emancipación femenina, la consolidación de la sociedad postindustrial y el surgimiento de nuevos movimientos sociales.

En cuanto a las migraciones, la principal corriente migratoria es el desplazamiento de población de los países subdesarrollados a los desarrollados por motivos laborales o económicos, en crecimiento exponencial desde la década de 1980. Frente a ello, los países desarrollados han optado por el endurecimiento de los controles fronterizos frente a la inmigración ilegal y las mafias. El flujo migratorio, que ha dado lugar a sociedades cada vez más multiculturales, ha provocado también el surgimiento de actitudes de rechazo y racistas en parte de la población de los países de acogida, más aún en el contexto de crisis económica actual.

En cuanto a la emancipación femenina, desde mediados del siglo XX se consolidó el derecho a voto femenino, la incorporación al mercado laboral y el acceso a mayores niveles de instrucción. Sin embargo, perviven la violencia de género y la discriminación laboral en los países desarrollados, que han implementado frente a ello medidas de discriminación positiva. En numerosos países subdesarrollados, sin embargo, la marginación de la mujer pervive, con el ejemplo de los países árabes.

Por lo que se refiere a la nueva sociedad postindustrial, esta se caracteriza por la terciarización de las economías y de las actividades productivas, la tecnificación y el control de la información (aumentadas por la implementación del 5G) y el consumismo.

Por último, la crisis iniciada en 2007 provocó el surgimiento de nuevos movimientos sociales. En los países subdesarrollados tomaron la forma de revueltas pidiendo el establecimiento de regímenes democráticos, como fue el caso de la Primavera Árabe. En los países desarrollados más afectados por la crisis surgieron movimientos como el 15M español de 2011, caracterizados por su organización espontánea, la ocupación de lugares públicos, el funcionamiento asambleario y la ausencia de un programa e ideología definido y articulado. En algunos casos, estos movimientos dieron lugar a nuevas formaciones políticas, como fue el caso de Podemos.

Cambios culturales y científicos

La globalización y tecnificación han provocado el desarrollo de una cultura internacional que, basada en el modelo occidental anglosajón, ha sido difundida gracias a los medios de comunicación, las redes sociales y la cultura del ocio y el entretenimiento.

Por otra parte, se ha producido una creciente secularización de las sociedades debido a la modernización social, a las nuevas realidades multiculturales originadas por las migraciones y a los avances científicos. Sin embargo, frente a este proceso han surgido posturas fundamentalistas en el mundo musulmán pero también en el cristiano.

En cuanto a los avances científicos y tecnológicos, se ha producido una auténtica revolución gracias a la inversión pública y privada en I+D y a la aplicación de las TIC.

CONCLUSIONES

Las grandes incógnitas sobre la futura evolución del mundo globalizado en el que vivimos pasan por dilucidar el nuevo mapa geopolítico internacional (¿será China la nueva superpotencia?), las dimensiones de la crisis económica generada por el COVID-19 y cuáles serán las consecuencias políticas y sociales de una tecnificación acusada que, permitiendo mayores cotas de interrelación y acceso a la información, posibilitan también un mayor control y manipulación del individuo por los sectores que controlan esas tecnologías.

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CARACTERÍSTICAS GEOPOLÍTICAS DEL MUNDO ACTUAL

Tema de Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato referente a las características geopolíticas del mundo actual, por Carlos Javier Garrido García.

INTRODUCCIÓN

El fin de la Guerra Fría con el hundimiento de la URSS en 1991 supuso el establecimiento de un “Nuevo Orden Internacional” dominado por una única superpotencia (EEUU). Este hecho y la generalización a nivel mundial del sistema capitalista auguraban una reducción de los conflictos internacionales. Sin embargo, el surgimiento de potencias emergentes, el terrorismo islamista, los conflictos derivados del fin del bloque soviético y la conflictividad generada por el subdesarrollo en el Tercer Mundo provocaron que la conflictividad se mantuviese, e incluso acrecentase, y que el “Nuevo Orden” fuera contestado. Todo ello se agudizó con la situación de crisis económica registrada desde 2007 y agudizada por la pandemia del COVID-19 a partir de 2020.

NUEVO CONTEXTO INTERNACIONAL

El mundo unilateral y la hegemonía de EEUU

Como ya hemos indicado, el fin de la Guerra Fría supuso el establecimiento de un “Mundo Unilateral” dominado por una única superpotencia: Estados Unidos. Su hegemonía se basaba en un predominio militar incuestionable, en una economía muy poderosa, en su enorme potencial científico y tecnológico y en su dominio de la cultura globalizada gracias a su potente industria audiovisual. Como consecuencia de este dominio, la política exterior estadounidense se empezó a basar en los principios de Intervencionismo (EEUU tenía el derecho, y además la obligación, de intervenir en cualquier lugar del Mundo donde estuvieran en peligro los principios capitalistas y democráticos o sus intereses propios) y Guerra Preventiva (EEUU tenía el derecho a intervenir militarmente en cualquier país si consideraba que podía convertirse en una amenaza para su seguridad).

Desde la óptica de EEUU se había alcanzado el mundo perfecto (el presidente Bush declaró en 1991 que la Historia había terminado) pero sus actuaciones y dominio unilaterales fueron puestos en cuestión por las nuevas potencias emergentes (China, Rusia, India) que pretendían equilibrar la situación y, como objetivo futuro, suplantar a EEUU en la hegemonía. La progresiva debilitación del dominio mundial estadounidense y el debilitamiento de su economía debido a la deslocalización industrial y a la crisis de 2007 explican la victoria electoral y la política exterior del republicano Donald Trump (2017-2021), caracterizada por las políticas de protección de su mercado interno y la guerra comercial con las potencias emergentes, especialmente China, aunque la situación geopolítica quedó en suspenso en gran medida debido a la pandemia del COVID iniciada a finales de 2019. Su sucesor, el demócrata Joe Biden, pese a que parecía augurar un cambio de política, a efectos prácticos sigue la senda marcada por su predecesor, como ha demostrado la reciente crisis de Ucrania en 2022.

Multilateralismo: las potencias emergentes

Las nuevas potencias emergentes surgieron en principio como potencias regionales, pero algunas de ellas han llegado a alcanzar el estatus de potencias mundiales. Las principales son China, India y Rusia, mientras que otras como Brasil y Sudáfrica aún se mantienen como simples potencias regionales.

La República Popular China, presidida por Xi Jinping desde 2013, sigue manteniendo la dictadura comunista, pero la economía capitalista y la apertura al mercado internacional cada vez es más intensa. Pese a haber perdido en buena parte los factores que la beneficiaban en el proceso de deslocalización industrial, la economía china no ha parado de crecer gracias a sus inversiones exteriores, a la potenciación de su mercado interior por el aumento del nivel de vida y al surgimiento de grandes multinacionales como Huawei. Todo ello le permitió ser de los países que primero salieron de la crisis de 2007 y de la generada por la pandemia del COVID-19, originada precisamente en China en diciembre de 2019. En la actualidad, el país está considerado como la principal superpotencia emergente, lo que le ha permitido competir con Estados Unidos en los terrenos económico (ya es la primera potencia mundial por PIB, de ahí la guerra comercial entre ambas potencias en los años previos a la crisis del COVID), tecnológico (liderazgo en la implantación del 5G) y geopolítico (liderazgo de las potencias emergentes o BRICs, acrónimo de Brasil-Rusia-India-China). Sin embargo, China presenta dos grandes debilidades que le pueden acarrear problemas en su lucha por el liderazgo mundial: el mantenimiento de la dictadura comunista puede generar conflictividad política, ya que la clase media emergente puede acabar pidiendo una transición a la democracia, y el potencial militar chino aún no es equiparable al de Estados Unidos.

La India, presidida por Ram Nath Kovind, es la tercera potencia económica mundial por su PIB total. Las medidas de liberalización económica a partir de 1991 y el fuerte desarrollo de la industria tecnológica le han permitido registrar unas fuertes tasas de crecimiento. Sin embargo, ha quedado rezagada con respecto a China y en el ámbito geopolítico depende en gran medida de Estados Unidos. A este problema se le suman las grandes desigualdades sociales (que pueden ser fuente de conflictividad social y política) y, debido a lo anterior y a la importancia de la economía sumergida, su mercado interno está poco desarrollado. En cualquier caso, para muchos analistas la India se puede convertir en la principal potencia emergente, ya que a diferencia de China tiene un régimen democrático.

La Federación Rusa, tras la crisis por el hundimiento de la URSS y la posterior transición a la democracia capitalista, bajo el mandato de Vladimir Putin, en el poder desde 1999, ha registrado una constante recuperación de su papel como potencia, basada en la alta disponibilidad de recursos (principalmente los energéticos: petróleo y gas natural) y en el mantenimiento de su potencial geoestratégico gracias a su poder militar. Este lo ha usado para frenar la pérdida de su antigua área de influencia, como sucedió con las guerras contra Ucrania (2014), la intervención en la Guerra Civil de Siria, iniciada en 2012, y la reciente escalada de tensión en Ucrania en 2022, que ha culminado en la invasión del país en febrero de este año. Las principales debilidades de Rusia en su futuro como superpotencia son la corrupción generalizada y la falta de una democracia real, lo que puede generar en el futuro fuertes conflictos políticos.

Por último, tanto Brasil como Sudáfrica sólo han llegado al estatus de potencias regionales. Brasil se ha convertido en la 9ª economía del mundo y la principal de Iberoamérica. Tras los gobiernos de izquierdas de Luda Da Silva y Dilma Rousseff, que aplicaron políticas intervencionistas y de fortalecimiento del Estado de Bienestar, en 2018 ganó las elecciones el ultraderechista Jair Bolsonaro, famoso por sus posturas negacionistas frente a la pandemia del COVID-19. Por su parte, Sudáfrica, presidida por Cyril Ramaphosa desde 2018, es la principal economía de África, registrando un fuerte crecimiento económico y normalidad política desde el fin del apartheid en 1994, pero con los problemas de una fuerte inseguridad y la continuidad de problemas raciales.

Junto con las potencias emergentes, otra potencia mundial a tener en cuenta es la Unión Europea, que constituye el primer mercado a nivel mundial. La caída del bloque soviético le permitió seguir ampliándose: Austria, Suecia y Finlandia en 1995; Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Eslovenia, Malta y Chipre en 2004; Rumanía y Bulgaria en 2007 y Croacia en 2013. Esta potencia económica, sin embargo, no lo es en el aspecto geopolítico, ya que el proceso de unidad política y militar europeo ha quedado estancado. Así, la Unión Europea está lastrada por los intereses particulares de cada Estado, como ha quedado de manifiesto en la crisis iniciada en 2007, que tuvo como consecuencia la salida de Gran Bretaña de la Unión en 2016-2020, apoyada por Estados Unidos, interesado en que no se consolide otra superpotencia.

CONFLICTOS EN EL MUNDO ACTUAL

El fin del mundo bipolar tras el hundimiento de la URSS en 1991 no supuso el final de la conflictividad internacional, sino que en muchos aspectos esta se intensificó. Los conflictos más intensos se han registrado en Oriente Próximo (con las dos guerras del Golfo, los conflictos palestinos y la guerra civil en Siria), en los antiguos territorios del bloque comunista (Yugoslavia, Cáucaso, Ucrania) y el África subdesarrollada (con los casos extremos de Ruanda, Zaire y Sudán).

La Primera Guerra del Golfo

Sadam Hussein era el dictador de Irak desde 1979. Abandonó la política prosoviética de sus predecesores y se aproximó a EEUU. La Guerra contra el régimen islamista de Irán (1980-1988), arruinó al país. Esto le llevó a invadir el pequeño emirato de Kuwait en 1990 como medio de conseguir más recursos petrolíferos y atenuar el descontento interno. La ONU autorizó la intervención internacional, comandada por EEUU. La “Operación Tormenta del Desierto”, en enero de 1991, supuso la derrota iraquí, que hubo de abandonar Kuwait y perdió el control del sur y norte del país, donde se establecieron zonas de exclusión aérea y quedaron bajo el control de la minorías sunníes y kurdas respectivamente. Esta guerra incentivó el desarrollo del fundamentalismo islámico y reafirmó la hegemonía militar de EEUU.

Los conflictos yugoslavos y en la región del Cáucaso

Yugoslavia había surgido como estado tras la I Guerra Mundial, suponiendo la unión de Serbia y Montenegro y la incorporación de antiguas zonas del Imperio Austro-Húngaro. Surgió como un estado federal con una gran complejidad étnica y cultural. Estaba formado por seis repúblicas autónomas (Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Macedonia y Serbia). Tras la II Guerra Mundial se estableció un régimen comunista, comandado por el mariscal Tito, que desarrollo una política internacional independiente con respecto a la URSS y una política económica basada en la autogestión y la apertura al mundo capitalista. La crisis del bloque comunista y la muerte de Tito en 1980 provocaron el surgimiento de movimientos de oposición nacionalistas, surgiendo frente a ellas un movimiento ultranacionalista serbio comandado por Slobodan Milosevic, cuyo objetivo eran mantener Yugoslavia unida o, en caso de disgregación, que Serbia ocupara las zonas pobladas por serbios en otras repúblicas. En 1991 Eslovenia y Macedonia obtuvieron la independencia apenas sin conflicto, ya que en ellas no había población de origen serbio. Sin embargo, la declaración de independencia de Croacia ese mismo año supuso el estallido de una guerra que no acabaría hasta 1995. Coincidiendo con esta guerra, en 1992 estalló otra en Bosnia-Herzegovina, donde convivían musulmanes, croatas y serbios. La guerra derivó en procesos de limpieza étnica, lo que motivó la intervención de la ONU a partir de 1994 y, finalmente, la firma del acuerdo de paz de Dayton en 1995, que supuso la independencia de Bosnia-Herzegovina como un estado federal dividido en dos repúblicas autónomas para serbios y croato-musulmanes. El último conflicto fue el de Kosovo, que buscaba su independencia, estallando la guerra contra Serbia, frenada con la intervención de la OTAN en 1999. Finalmente, declaró su independencia en 2008, aunque esta no ha sido reconocida internacionalmente.

En cuanto al Cáucaso, era una zona perteneciente a la URSS en la que a la complejidad étnica se unía su importancia geoestratégica (frontera con el Islam y recursos petrolíferos). El hundimiento soviético provocó la independencia de Georgia, Armenia y Azerbayán, conflictos territoriales entre ellas y movimientos separatistas en regiones que permanecieron en Rusia como Chechenia. En este último territorio estalló la guerra en 1993. Aunque Rusia derrotó a los separatistas, estos continuaron con una lucha terrorista que aún mantienen.

La invasión de Afganistán y la Segunda Guerra del Golfo

A la tensión existente con Irak se sumó en 2001 la entrada en escena del terrorismo fundamentalista islámico con los atentados del 11 de septiembre de 2001 en EEUU. Grupos como Al-Qaeda, financiados y armados por los propios EEUU en el contexto de la invasión soviética de Afganistán, empezaron a actuar contra intereses occidentales en la década de 1990. El establecimiento del régimen talibán en Afganistán en 1996 les facilitó una base desde la que operar. Al-Qaeda, dirigida por el saudí Osama Bin Laden, atacó en septiembre de 2001 con aviones secuestrados las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono de Washington, mientras que un cuarto avión fue abatido antes de que pudiera atentar contra la Casa Blanca. Una coalición internacional, dirigida por EEUU y con respaldo de la ONU, invadió Afganistán en 2001. Sin embargo, las tropas ocupantes se vieron impotentes para controlar de manera efectiva todo el país. La definitiva retirada de las tropas estadounidenses en mayo de 2021 supuso la vuelta al poder de los talibanes en el país.

En cuanto a Irak, Sadam Hussein fue acusado desde 2001 por Estados Unidos de tener armas de destrucción masiva. Sin embargo, la falta de pruebas hizo que, a diferencia de lo ocurrido con Afganistán, en este caso no se contara con el respaldo de la ONU. Así, en 2003, EEUU, de forma unilateral, y con el apoyo de Gran Bretaña, España y Portugal, inició la invasión del país en marzo de 2003. En solo un mes el régimen iraquí se hundió, el país fue ocupado por tropas estadounidenses y se inició la democratización y reconstrucción del país. Sin embargo, la crisis económica y los atentados islamistas hicieron fracasar el proceso. Así, en 2011 las tropas estadounidenses se retiraron (lo que le valió al presidente norteamericano Obama el Premio Nobel de la Paz) y entre 2013 y 2017 el país quedó sumido en una guerra civil entre el gobierno iraquí y el Estado Islámico establecido desde Siria.

El terrorismo islamista y el Estado Islámico

El terrorismo es una forma de violencia ejercida, por una minoría fanatizada y en una situación de desigualdad de fuerzas, sobre la población civil de manera indiscriminada y no continuada de cara a la obtención de fines políticos. El terrorismo islamista, a diferencia de sus precedentes anarquistas, marxistas y nacionalistas, se caracterizaba por su base religiosa (el salafismo, interpretación integrista de un Islam con vocación expansionista), por su aceptación del suicidio y por la búsqueda de atentados masivos en busca de la mayor publicidad e impacto. Este nuevo terrorismo tenía estructuras orgánicas muy débiles, funcionando con grupos autónomos que utilizaba las nuevas tecnología como elemento vertebrador y de propaganda, lo que dificultaba la lucha contra él.

Como ya se ha indicado, comenzó sus actuaciones en la década de los 1990, hasta llegar a los atentados masivos de Nueva York (septiembre de 2001), Madrid (marzo de 2004), Londres (julio de 2005), París (enero y noviembre de 2015) y Barcelona (agosto de 2017), aparte de sus actuaciones en Afganistán e Irak.

Al Qaeda parecía derrotada cuando en 2011 murió Osama Bin Laden en un ataque estadounidense en su refugio de Pakistán. Sin embargo, en 2013, en el marco de la guerra civil en Siria, se creó el Estado Islámico o Daesh, pronto extendido a zonas de Irak. Esto suponía un cambio en la estrategia islamista, que pasaba del terrorismo, sin abandonarlo, a la intención de crear un estado propio. La muerte de su líder, Al-Baghdadi, y las ofensivas sirio-rusas e iraquíes, supusieron su derrota en 2019.

Los conflictos africanos

Gran parte del continente africano entraba en la categoría de “Cuarto Mundo”, definido por los problemas endémicos de subdesarrollo y tensiones políticas, sociales y étnicas. Esto ha provocado la existencia de “Estados fallidos o débiles”, caracterizados por la ausencia de control efectivo sobre su territorio y la incapacidad para ofrecer servicios públicos y de seguridad efectivos y garantizar el respeto a los derechos humanos. A esta situación se suma la interferencia de los intereses internacionales en una zona que se caracteriza por su abundancia de recursos energéticos, mineros y agrarios.

Este es el marco idóneo para una proliferación de conflictos, tanto guerras civiles como internacionales, algunos procedentes ya de la época de la descolonización. Las zonas más conflictivas son el África central, en la que se produjeron conflictos como la guerra de Ruanda de 1994 (entre hutus y tutsis, derivando en un genocidio) y la República Democrática del Congo, en guerra desde su independencia en 1960 entre facciones tribales apoyadas por distintas potencias interesadas en el control de los yacimientos de diamantes y coltán; y el Sahel, en el que los estados fallidos y las crisis alimentarias se han mezclado con los intereses extranjeros y la difusión del islamismo radical, dando lugar a conflictos como la descomposición de Somalia desde 1987, la independencia de Sudán del Sur en 2011 y la guerra civil en Mali desde 2012.

La Primavera Árabe y la Guerra Civil en Siria

En el mundo árabe se mezclaron el deterioro socioeconómico, como consecuencia de la crisis iniciada en 2007 y la falta de perspectivas juveniles, con el descontento ante la existencia de regímenes de corte autoritario. Además, en el proceso interfirieron los intereses de las grandes potencias, dada la importancia geoestratégica de la zona.

Los movimientos, que pedían una democratización de sus países, se iniciaron en Túnez, Egipto y Libia en 2011, donde cayeron las dictaduras de Ben Ali, Mubarak y Gadafi respectivamente. Sin embargo, la democratización de los dos primeros fue al final muy limitada y en el caso de Libia sumió al país en una guerra civil que aún se mantiene.

Junto con el caso libio, hay que destacar el de Siria. Este país, aliado de la Unión Soviética primero y de Rusia después, estaba dominado por la dictadura de Bashar Al-Assad. Con el apoyo de EEUU, se produjo una revuelta democrática en 2011, iniciándose una guerra civil. En 2013 se produjo la creación del Estado Islámico, dando lugar a un conflicto a tres bandas en el que el Estado Islámico fue derrotado en 2019 y en la actualidad Al-Assad domina la mayor parte del país.

Ucrania

La desintegración de la URSS en 1991 condujo a la independencia de Ucrania, aunque el país siguió dependiendo de Rusia, que además contaba con un elevado porcentaje de población rusa en ese país, especialmente en la península de Crimea y en la región oriental del Donbás. Además, la importancia económica de Ucrania para Rusia es vital, ya que por allí salen buena partes de sus exportaciones de petróleo y gas natural a Europa, una de las principales fuentes de ingresos del país.

La decisión del presidente ucraniano Yanukóvich de solicitar el ingreso en la Unión Europea en 2013 provocó la reacción de Rusia, decidida a frenar el proceso de expansión del bloque occidental en Europa del Este. Finalmente estalló una primera guerra, que se saldó con la anexión rusa de Crimea y el establecimiento de dos repúblicas prorrusas en el Donbás, las de Lugansk y Donetsk. El gobierno ucraniano aceptó la situación con el protocolo de Minsk de finales de 2014, abandonando sus pretensiones de ingreso en la Unión Europea.

El nuevo presidente ucraniano desde 2019, Zelenski, reactivó la pretensión de ingreso en la Unión Europea y en la OTAN a principios de 2022, lo que motivó la reacción rusa: concentración de tropas en las fronteras ucranianas, reconocimiento de la independencia de Lugansk y Donetsk y escalada de tensión que acabó derivando en un conflicto entre ambos países. Así, en febrero de 2022 Rusia inició la invasión del país. Ante ello, China ha optado por apoyar a Rusia, mientras que EEUU, Gran Bretaña y la Unión Europea han iniciado la imposición de sanciones económicas en Rusia. La posición más difícil es la de esta última, ya que su dependencia de los suministros energéticos rusos es muy elevada.

CONCLUSIONES

Como hemos visto a lo largo del tema, el fin de la Guerra Fría no supuso una atenuación de la conflictividad a nivel mundial. Aunque la pandemia del COVID-19 supuso una atenuación de la conflictividad, la salida paulatina de la pandemia y las dificultades económicas de ella derivadas están suponiendo una acentuación de la lucha por la hegemonía mundial entre EEUU y las potencias emergentes, dando lugar a conflictos como el de Ucrania. El futuro geopolítico dependerá en buena medida de la evolución socioeconómica global, que analizamos en el tema siguiente.

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DESCOLONIZACIÓN Y TERCER MUNDO

Tema de Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato referente al proceso de Descolonización y al Tercer Mundo, por Carlos Javier Garrido García.

El Sáhara Occidental, colonia española hasta 1975 y territorio aún pendiente de descolonización según el criterio de la ONU. Fuente: wikipedia.

INTRODUCCIÓN

Tras la II Guerra Mundial (1939-1945) se lleva a cabo el proceso de descolonización, es decir, el proceso por el cual las colonias de los países industrializados fueron accediendo a la independencia política en un largo periodo que, a grandes rasgos, abarca desde 1945 a 1975. Sin embargo, la intensa explotación y aculturación sufrida desde su conquista, el mantenimiento de la dependencia económica con respecto a los países desarrollados (neocolonialismo) y el contexto de Guerra Fría (que provocó que los intereses de las superpotencias mediatizaran el proceso) hicieron que los nuevos países quedaran sumidos en el subdesarrollo, dando origen al Tercer Mundo.

CAUSAS DE LA DESCOLONIZACIÓN

Las causas del proceso de Descolonización son varias y están interrelacionadas entre sí. Una primera causa fue el impacto de la II Guerra Mundial, ya que, por un lado, la expansión japonesa en Asia y el Pacífico supuso el fin del mito de la invencibilidad europea y puso en duda las tesis racistas; por otro lado, la dureza de la guerra puso en cuestión otra de las justificaciones del Imperialismo, la misión civilizadora; en tercer lugar, el discurso de los Aliados de defensa de las ideas de libertad y democracia frente al fascismo chocaba con el sometimiento de las colonias, provocando en los países colonizados la sensación de que en Europa se rechazaba lo que esta imponía a sus colonias; y, por último, la dureza de la guerra provocó una fuerte crisis en las metrópolis, lo que dificultó la recuperación efectiva de su antiguo dominio sobre las colonias.

Una segunda causa, muy relacionada con la anterior, es el cambio en la opinión pública de las metrópolis, que empieza a cuestionar el imperialismo y a defender, como reacción al racismo y expansionismo fascistas, el derecho de autodeterminación de los pueblos. En este cambio de conciencia tuvieron un papel esencial las iglesias cristianas, tanto católica como protestantes, y los partidos socialistas.

Una tercera causa es el surgimiento de instituciones supranacionales que impulsaron el proceso descolonizador. Este fue el caso de la Organización de Naciones Unidas, que se caracterizó por la defensa del derecho de autodeterminación desde sus orígenes en 1945, y del Movimiento de Países No Alineados que, nacido en la Conferencia de Bandung de 1955, fue integrando a los países que iban accediendo a la independencia y defendiendo el acceso a ella de las colonias que seguían dependientes.

Una causa fundamental de la Descolonización fue la influencia de la Guerra Fría. Las dos superpotencias, EEUU y la URSS, se mostraron favorables al proceso de descolonización, tanto por razones ideológicas (EEUU fue una antigua colonia y la URSS defendía teorías marxistas anti-imperialistas) como por el interés de aprovechar el surgimiento de países nuevos para ir ampliando sus respectivos bloques y tener acceso a la explotación de sus recursos, antes sometidos al monopolio de las metrópolis.

Todas las causas anteriores permitieron la última de las causas principales del proceso de Descolonización: la aparición de movimientos anticolonialistas en las propias colonias. Sus bases ideológicas fueron fundamentalmente tres: el marxismo-leninismo, ya que los países comunistas mundiales (incluidos los que se iban formando en las colonias) siguieron las indicaciones de la URSS, favorable a la descolonización; el indigenismo, que defendía frente a la aculturación imperialista, los valores culturales autóctonos, dando lugar a conceptos como el panarabismo (unidad de todos los pueblos árabo-musulmanes) y la negritud (defensa de los valores negroafricanos frente a la imposición blanca); y la religión, factor importante en el caso de religiones con una organización y unas elaboraciones teológicas equiparables al cristianismo, como fue el caso del mundo islámico e hindú. Los movimientos independentistas estuvieron dirigidos por las élites indígenas, conformadas por la burguesía comercial y administrativa nativa. Constituían una minoría social educada en los principios occidentales, con un nivel educativo que les hacía se conscientes de su sometimiento pero también con unos intereses socioeconómicos muy vinculados a la administración colonial, lo que explica en buena medida el surgimiento posterior del neocolonialismo.

DESARROLLO DE LA DESCOLONIZACIÓN

Etapas del proceso de descolonización

El acceso a la independencia de las colonias fue más o menos temprano dependiendo de la fuerza de sus movimientos independentistas, fuerza que dependía a su vez del grado de desarrollo socioeconómico, político, cultural y religioso de las colonias. Así, los movimientos independentistas fueron mucho más fuertes en el sur de Asia y norte de África que en el África Negra, lo que explica el acceso más tardío de esta última a la independencia.

En general, podemos distinguir dos grandes etapas: entre 1945 y 1955 accedieron a la independencia la mayor parte de las colonias del Sur de Asia, Oriente Próximo, Libia y Egipto en el norte de Arica y Sudáfrica. Entre 1955 y 1975 lo hicieron las colonias asiáticas aún dependientes, como países del Golfo Pérsico y Malaysia, y los países africanos, empezando por el Magreb y continuando con el África Negra. A partir de 1976 ya son pocos los territorios coloniales, pudiendo destacar en todo caso las independencias de Zimbawe (1980) y Namibia (1990) en África y la de Brunei (1984) y la entrega a China de Hong Kong (1997) y Macao (1999) en Asia. Los territorios coloniales, en la actualidad, se limitan a pequeñas islas y enclaves, aunque con conflictos aún latentes como es el caso del Sáhara Occidental.

Las vías de acceso a la independencia variaron en función de las distintas actitudes de las metrópolis ante el proceso. Así, cuando la actitud de las metrópolis fue de rechazo a la independencia, la lucha independentista derivó en guerras, como fue el caso de Francia con respecto a Argelia e Indochina y el de Holanda con respecto a Indonesia. Además, muchos procesos de independencia fueron mediatizados por los intereses de las superpotencias, lo que llevó a guerras civiles entre comunistas y capitalistas, como fue el caso de Corea y Vietnam. Sin embargo, cuando la actitud de las metrópolis fue negociadora, los procesos independentistas fueron esencialmente pacíficos. Este fue el caso de la mayoría de las colonias británicas, ya que Gran Bretaña, ante lo inevitable del proceso prefirió negociar la independencia de las colonias a cambio de mantener cierto vínculo político (Commonwealth) y de mantener los intereses económicos del país. Es lo que se conoce como la fórmula “Give and Keep”. Otros factores a tener en cuenta para entender el grado de conflictividad de cada proceso independentistas es la existencia dentro de una misma colonia de grupos religiosos o étnicos diferenciados, como fue le caso de la India, y la actitud de los colonos, muchas veces reacios a la independencia, como fue el caso de Argelia y Zimbaue, generando ambos factores fuertes conflictos.

La descolonización del sur y sureste de Asia

Como ya hemos indicado antes, el Imperio Británico optó por la vía negociadora para la descolonización, por lo que esta adoptó por lo general características pacíficas, aunque con el efecto distorsionador de las diferencias étnico-religiosas internas, que generó conflictos. Este fue el caso de la principal colonia británica en Asia, la India. Allí surgiron dos partidos independentistas, el Partido del Congreso, dirigido por Gandhi y Nehru, y que agrupaba a la población hindú, y la Liga Musulmana, dirigida por Ali Jinnah, que agrupaba a los musulmanes. La falta de acuerdo entre ambos, llevó al Plan Mountbatten que supuso la división de la antigua colonia en 1947 en dos nuevos países: India, de mayoría hindú, y Pakistán, de mayoría musulmana. Sin embargo, los conflictos entre ambos países fueron continuos, sobre todo por la región de Cachemira (incluida en la India pero de población musulmana: guerras de 1947, 1965 y 1971), y la parte oriental de Pakistán se independizó dando lugar a Bangladesh en 1971. En el caso de Ceilán (1948), Birmania (1948) y Malaysia (1957) el proceso descolonizador no fue problemático, aunque en el último caso fue más tardía debido a los intereses comerciales y petrolíferos en el territorio.

En el caso francés y holandés, la descolonización fue muy conflictiva. La Indochina francesa fue ocupada por Japón durante la II Guerra Mundial y en 1945 declararon la independencia de manera unilateral Vietnam, Laos y Camboya, lo que supuso el inicio de la guerra en 1946, al no aceptarla la metrópoli. En Vietnam, los independentistas estaban divididos en comunistas (Vietmihn) y capitalistas. Por ello, la independencia del país reconocida por Francia en la Conferencia de Ginebra (1954) supuso la división del país en un Norte comunista dirigido por Ho Chi Minh y un Sur capitalista apoyado por EEUU. Ambos regímenes se enfrentaron militarmente hasta la victoria comunista en 1975, que reunificó el país.

En el caso de la Indonesia holandesa, igualmente ocupada por Japón durante la II Guerra Mundial, la declaración unilateral de independencia fue seguida de una guerra entre 1947-1948 que se saldó con la independencia del país en 1949, dirigido por Sukarno.

Oriente Próximo y el Magreb

La descolonización en Oriente Próximo fue muy problemática por su importancia geoestratégica al ser la zona con mayores reservas petrolíferas a nivel mundial; por el artificial trazado de fronteras tras el reparto del Imperio Turco en mandatos británicos y franceses tras la I Guerra Mundial, por el acceso al poder de oligarquías corruptas y por los conflictos derivados de la creación del Estado de Israel.

Los distintos países árabes fueron accediendo a la independencia a través de acuerdos: independencia de Egipto en 1922, establecimiento de la Arabia Saudí unificada e independencia de Irak en 1932, de Líbano en 1943, y de Siria y Jordania en 1946.

En el caso de Palestina, mandato británico tras la I Guerra Mundial, estaba registrando desde entonces una fuerte inmigración de población judía (impulsada por el movimiento sionista) que se intensificó tras la II Guerra Mundial, generando conflictos entre ella y los musulmanes autóctonos. Gran Bretaña decidió la partición del país en un estado judío y otro musulmán, no siendo aceptada por estos. Así, cuando en 1948 Gran Bretaña se retiró del territorio y se proclamó el Estado de Israel estalló la Primera Guerra Árabe-Israelí (1948-1949) que se saldó con la victoria y ampliación de Israel. En los años posteriores se sucedieron las guerras (Segunda en 1956, Tercera o de los Seis Días en 1967 y Cuarta o del Yom Kippur en 1973), saldadas todas ellas con victoria y ampliación de Israel, generando el problema de los refugiados palestinos en otros países y el descontento creciente de los palestinos que permanecían en los territorios ocupados. Este descontento se materializó en la creación de la OLP en 1964, grupo dirigido por Yasser Arafat y que pasó de defender el terrorismo a la sublevación popular desarmada (intifada). Los acuerdos de Camp David de 1978 supusieron el reconocimiento del Estado de Israel por los países árabes pero dejó sin solucionar el problema de los palestinos. En los Acuerdos de Oslo de 1993 se decidió la creación de una entidad palestina autónoma (Autoridad Nacional Palestina) pero con un dominio territorial inconexo y muy limitado. Esto provocó la segunda intifada en 2000, el ascenso de formaciones palestinas más radicales como Hamas (victoria electoral en 2006) y los ataques fronterizos en Gaza en 2009, 2012 y 2019.

Los países del Golfo Pérsico fueron accediendo de manera más tardía a la independencia (Kuwait en 1961, Bahrein, Qatar y Emiratos Árabes Unidos en 1971). En general, en Oriente Próximo fracasaron los intentos de unidad del panarabismo y se establecieron regímenes muy oligárquicos, e incluso monarquías teocráticas como las del Golfo.

En el Magreb el proceso se inició con la independencia de Marruecos y Túnez en 1956 y de Mauritania en 1960, siendo muy conflictivos los casos de Argelia y del Sáhara Occidental. Argelia fue una colonia de poblamiento francesa, a la que se concedió un estatuto de autonomía en 1947. Sin embargo, los musulmanes agrupados en el FLN demandaban la independencia, generándose una guerra entre estos y las tropas y colonos franceses entre 1954 y 1962, año este último de la independencia del país. En cuando al Sáhara Occidental, colonia española, el régimen de Franco hubo de hacer frente a las demandas marroquíes, que supusieron la cesión del Territorio del Draa en 1958 y del Ifni en 1969 tras sendas guerras. Los deseos de anexión marroquí chocaban con los deseos independentistas de los saharauis, que habían formado el Frente Polisario en 1973. Aprovechando la enfermedad terminal de Franco, Marruecos llevó a cabo en 1975 la Marcha Verde, invasión de la zona por población civil desarmada. Ante ello, España decidió ceder el territorio a Marruecos con la oposición del Frente Polisario, por lo que la tensión en la zona aún se mantiene.

El África Subsahariana

El África negra, por su subdesarrollo y consiguiente debilidad de los movimientos independentistas, fue la última en acceder a la independencia. Antes de la II Guerra Mundial ya eran independientes Liberia y Etiopia, países no colonizados, y Sudáfrica, autónoma desde 1910, aunque no fue legalmente independiente hasta 1961. El grueso del proceso descolonizador se produjo entre 1955 y 1975, especialmente en 1960. Como impulsor del proceso destacó el panafricanismo, con líderes defensores de la negritud como Kwame Nkrumah (Ghana), Jomo Kenyatta (Kenia), Sekou Touré (Guinea) y Leopold S. Senghor (Senegal), que fracasó en sus intentos de unidad, plasmados solo en la creación de la Organización de la Unidad Africana (OUA) en 1963. Especialmente conflictivos fueron los casos de Angola y Mozambique, ya que la oposición de la dictadura portuguesa dio origen a guerras y a que la independencia no se produjera hasta 1975, un año después de la caída del régimen dictatorial.

CONSECUENCIAS: EL NACIMIENTO DEL TERCER MUNDO

Los problemas de los nuevos países

Los nuevos países independientes sufrieron desde el principio y de forma generalizada graves problemas como consecuencia de la herencia de la explotación colonial, muy intensa y alargada en el tiempo; del mismo desarrollo del proceso descolonizador, marcado en algunos casos por conflictos y en todos por la salida rápida de la administración colonial sin estar organizada la independiente; y del sistema económico internacional, en el que las colonias actuaban como economías subordinadas y dependientes con respecto a las metrópolis y, en general, a los países desarrollados. Como consecuencia de todo ello, nacería el Tercer Mundo.

Tercer Mundo: subdesarrollo y neocolonialismo

El Tercer Mundo es un término que fue acuñado por el economista francés Alfred Sauvy haciendo un símil entre los nuevos países independientes sumidos en el subdesarrollo y la dependencia y la situación de subordinación y falta de privilegios del Tercer Estado en el Antiguo Régimen. Junto con este término se han utilizado otros términos para designar a los nuevos países independientes como países subdesarrollados o en vías de desarrollo (queriendo indicar que su situación es sólo temporal) y la dicotomía Norte-Sur (que implícitamente parece dar unas causas físicas deterministas en su situación). Por otra parte, también se ha extendido el término Cuarto Mundo para designar a los países más subdesarrollados del Tercer Mundo.

Los países del Tercer Mundo se caracterizan por su inestabilidad política interna (debida a las tensiones sociales debidas al subdesarrollo, a los conflictos étnicos y religiosos internos debidos al mantenimiento de las fronteras artificiales de la época colonial, y a las prácticas de gobierno oligárquicas y a la corrupción generalizada causadas por los intereses de las élites coloniales y de los países desarrollados que las apoyan); por los grandes contrastes sociales con una élite dirigente y la masa de clase baja, sin apenas clase media; por el fuerte crecimiento demográfico, manteniéndose en una constante fase de transición demográfica sin alcanzar, por su subdesarrollo, el modelo demográfico moderno; por una economía basada en los sectores primarios, predominando una agricultura de exportación que no logra satisfacer las demandas alimenticias propias y una minería y una industria en manos extranjeras, por lo que sus beneficios no revierten al país; por el grave déficit en los servicios públicos, especialmente sanidad y educación, lo que limita las posibilidades de desarrollo futuro; y por un fuerte endeudamiento exterior, debido a la falta de recursos y a la corrupción, que los aboca a su dependencia con respecto a los países desarrollados.

Por tanto, se puede decir que el colonialismo dio lugar a un neocolonialismo, ya que la relativa independencia política de las antiguas colonias se produjo manteniendo su dependencia económica. Esta dependencia se daba en los aspectos financiero (dependencia de los préstamos y ayudas al desarrollo condicionadas de los países ricos y de las instituciones financieras internacionales por ellos controladas, como el Banco mundial y el FMI), tecnológico (los países subdesarrollados dependen de la tecnología de los desarrollados, con los condicionamientos y gastos en el pago de importaciones y royalties que comporta) y comercial (los países subdesarrollados exportan básicamente materias primas a bajo coste mientras que importan productos industriales caros o materias primas subvencionadas; en los casos de deslocalización industrial, las exportaciones industriales apenas benefician a los países productores, debido a los bajos impuestos y a que los beneficios de estas empresas multinacionales revierten a los países donde se encuentra su sede, es decir, los países ricos).

CONCLUSIONES

La explotación colonial, las características del proceso de independencia, las interferencias de las grandes potencias en el contexto de Guerra Fría y la imposición del neocolonialismo supusieron el nacimiento del Tercer Mundo. La división del Mundo en países desarrollados y subdesarrollados es, sin duda, una de las principales características del mundo actual y uno de sus grandes desafíos. El fuerte crecimiento demográfico de los países del Tercer Mundo y los casos de crecimiento económico que se han producido en su seno suponen que, de cara al futuro, la agudización del cambio climático y la lucha por los recursos sean los principales desafíos futuros de la Humanidad.

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LA GUERRA FRÍA (1945-1991)

Tema de Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato referente a la Guerra Fría, por Carlos Javier Garrido García.

Europa dividida durante la Guerra Fría. Fuente: wikipedia.

INTRODUCCIÓN

La II Guerra Mundial (1939-1945) dejó dos grandes superpotencias vencedoras con sistemas políticos y socioeconómicos divergentes: EEUU, con democracia liberal y capitalismo, y la URSS, con una dictadura comunista. Ambas, que habían colaborado frente al enemigo común fascista, con la victoria empezaron a enfrentarse por sus divergencias ideológicas y su interés por extender sus respectivos bloques con países que reprodujeran sus sistemas y, sobre todo, fueran zonas bajo su control político y económico. Este enfrentamiento no derivó en un conflicto directo entre ambas, por el temor a una Tercera Guerra Mundial y por la posibilidad de que esta fuera una guerra nuclear. Por tanto, se trató de un enfrentamiento indirecto entre ambas, de ahí el término de “Guerra Fría”.

CARACTERÍSTICAS Y CAUSAS DE LA GUERRA FRÍA

Características

La Guerra Fría es el sistema de relaciones internacionales existente entre 1945 (fin de la II Guerra Mundial) y 1991 (desaparición de la URSS), consistente en la división del mundo en dos bloques antagónicos encabezados por EEUU (bloque occidental, democrático o capitalista) y la URSS (bloque oriental o comunista), que se enfrentan a través de la carrera de armamentos, la propaganda ideológica, los servicios secretos de espionaje (CIA y KGB), y las presiones políticas y económicas y las guerras localizadas para delimitar las respectivas áreas de influencia. En este periodo fracasa la ONU en su papel mediador, principalmente por el ejercicio del derecho de veto por las superpotencias, lo que evitaba aprobar cualquier resolución en los conflictos entre ambas.

Inicio

Tras la victoria sobre el enemigo común fascista, EEUU y la URSS empiezan a mostrar sus diferencias. El primer conflicto anunciador de la Guerra Fría se produjo en Irán (1946), país ocupado en el norte por la URSS y en el sur por EEUU. Aunque había un acuerdo para la retirada de ambos, la URSS se negó, generando una crisis diplomática que se saldó con la retirada soviética.

El segundo punto de fricción fue la situación de Europa Oriental. Esta zona había sido liberada por el ejército soviético, que permaneció allí tras el fin de la guerra. Aunque Stalin se había comprometido a permitir elecciones libres, finalmente se fueron estableciendo regímenes dictatoriales comunistas, lo que provocó la reacción de EEUU. Ante las posibilidades de extensión del comunismo a Europa Occidental por la situación de crisis socioeconómica de postguerra, el presidente Truman exigió a estos países la expulsión de los partidos comunistas que participaban en gobiernos de coalición y puso en marcha la denominada “Doctrina Truman” de contención del expansionismo soviético. Frente a esta doctrina, la URSS puso en marcha la “Doctrina Jdanov” y la formación de una nueva internacional comunista, la Kominform, con la intención ambas de reforzar su control sobre su área de influencia.

La primera guerra localizada de la Guerra Fría fue la Guerra Civil en Grecia (1945-1947), en la que se enfrentaron los monárquicos apoyados por EEUU y Gran Bretaña, y los comunistas. Estos últimos no consiguieron el apoyo de la URSS, ya que Grecia quedaba fuera de su área de influencia, lo que les llevó a la derrota. Así, Grecia se convirtió en el único país del bloque capitalista en Europa Oriental.

DESARROLLO DE LA GUERRA FRÍA

La máxima tensión (1948-1956)

La división entre los dos bloques de Europa quedó consolidada en el terreno económico en 1948-1949. Así, en 1948 EEUU puso en marcha el Plan Marshall, programa de ayudas económicas estadounidenses para la reconstrucción de Europa. El objetivo era tanto económico (recuperar el mercado europeo para los productos e inversiones estadounidenses) como político (mejorar el nivel de vida para frenar la conflictividad social y así evitar posibles revoluciones comunistas).

Aunque en principio el Plan estaba abierto a todos los países europeos (con la excepción de la España franquista), Stalin obligó a los países de su órbita a rechazarlo. Como alternativa, en 1949 se creó el Consejo de Ayuda Mutua Económica (COMECON), un órgano de coordinación de las políticas económicas de Europa Oriental, pero sometiéndolas a los intereses de la URSS.

De manera paralela a la configuración de los bloques económicos, se produjo la consolidación de la división de Alemania y la crisis de Berlín. En la Conferencia de Postdam (1945) las potencias aliadas habían decidido la división de Alemania y de la ciudad de Berlín en cuatro zonas de ocupación a cargo de EEUU, Gran Bretaña, Francia y la URSS. En 1948, contra lo estipulado, las tres primeras potencias decidieron unificar sus zonas de ocupación, ante lo cual la URSS decidió intentar obligarlas a abandonar sus zonas de ocupación en la ciudad de Berlín (que estaba dentro de su zona) mediante un bloqueo que dejó desabastecida a la ciudad. Frente a ello, EEUU estableció un puente aéreo para abastecer a la ciudad de productos básicos, levantando la URSS el bloqueo en mayo de 1949 por el temor a un conflicto directo con EEUU. Como consecuencia de todo ello, ese mismo mes se formó la República Federal de Alemania (RFA) con un régimen democrático capitalista y la República Democrática Alemana (RDA) con una dictadura comunista.

Otro de los efectos de la crisis de Berlín y del aumento de la tensión fue la configuración de las alianzas militares. Así, en 1949 se creó la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que agrupaba a los países capitalistas de Europa Occidental y Norteamérica, y en 1955 el Pacto de Varsovia, que agrupaba a la URSS y a los regímenes comunistas de Europa Oriental.

Aunque la situación en Europa se había estabilizado, en Asia se produjo una fuerte ampliación de la zona de dominio comunista. Así, en 1949 la victoria de los comunistas de Mao Zedong en la guerra civil supuso la creación de la República Popular China, quedando la isla de Formosa como un reducto de la China capitalista (Taiwán). Por otra parte, entre 1950 y 1953 se produjo la Guerra de Corea. El país había sido dividido en un norte comunista y un sur capitalista tras el final de la II Guerra Mundial. En 1950, el líder norcoreano Kim Il Sung invadió el sur capitalista, lo que llevó a EEUU a intervenir en el conflicto. El apoyo chino a Corea del Norte supuso un equilibrio de fuerzas que llevó a la paz en 1953, que consolidó la división del país en una Corea del Norte comunista y una Corea del Sur capitalista, que aún se mantiene.

La incapacidad estadounidense para alcanzar la victoria en Corea y la expansión comunista en Asia provocaron una fuerte inseguridad en EEUU. Esto la llevó a establecer nuevas alianzas militares, cuyo objetivo era rodear al bloque comunista para evitar su expansión. Así, en 1954 se creó la Organización del Tratado del Sudeste Asiático (SEATO), que agrupaba a EEUU, Australia, Nueva Zelanda, Filipinas y Tailandia, además de a Francia y Gran Bretaña por sus colonias; y en 1955 el Pacto de Bagdad, que agrupaba a EEUU y a países de Oriente Próximo como Turquía, Irak, Irán y Pakistán. Del mismo modo se firmaron tratados bilaterales con Taiwán, Corea del Sur y Japón. Además de estos tratados regionales de defensa, en política interior se desarrolló la denominada “Caza de Brujas”, es decir, la persecución de los comunistas estadounidenses llevada a cabo por el Comité de Actividades Antiamericanas dirigido por el senador McCarthy.

La coexistencia pacífica (1956-1975)

Esta etapa de la Guerra Fría se caracteriza por la distensión de las relaciones entre las superpotencias, disminuyendo las posibilidades de conflicto directo y estableciéndose canales formales de diálogo entre ambas, lo que no quiere decir que no siguieran existiendo tensiones y conflictos localizados.

Las causas para este cambio son varias: el cambio de líderes, ya que en la URSS la muerte de Stalin en 1953 supuso el acceso al poder de Kruschev y en EEUU el presidente Truman fue sucedido por Eisenhower en 1953 y en 1961 por Kennedy; por el fin del monopolio nuclear de EEUU, ya que la URSS consiguió su bomba atómica en 1949, lo que hacía temer el estallido de una guerra nuclear; por el desarrollo del Movimiento de Países No Alineados en el naciente Tercer Mundo como una alternativa al mundo bipolar; y por las disensiones internas producidas en ambos bloques.

La primera demostración de que la situación había cambiado fue la Crisis del Canal de Suez de 1956. Ese año, el presidente egipcio Nasser decidió nacionalizar el canal, hasta entonces controlado por una compañía franco-británica. Esto provocó que Francia y Gran Bretaña, además de Israel, declararan la guerra a Egipto. Tanto EEUU como la URSS impusieron la retirada de los atacantes al entender el conflicto como un intento de supervivencia del colonialismo, que ambas estaban interesadas en eliminar.

Relacionado precisamente con la descolonización, impulsada por las superpotencias, nació el Movimiento de Países No Alineados. Nacido en la Conferencia de Bandung de 1955, agrupó a buena parte de los nuevos países independientes, defendiendo la neutralidad frente a los dos bloques, el rechazo al colonialismo y la defensa de su desarrollo socioeconómico frente a la explotación neocolonial. Este movimiento hizo comprender a las superpotencias que, para seguir ampliando sus bloques con los nuevos países independientes, debían atenuar la tensión entre ambas.

El mismo efecto tuvo el surgimiento de movimientos de protesta en el interior de sus bloques. En cuanto al bloque comunista, surgieron tanto posturas disidentes como disensiones. En cuanto a las posturas disidentes, estas buscaban la eliminación de la dictadura comunista y su salida por tanto del bloque soviético, como fue le caso de las revueltas de Hungría en 1956 y de la “Primavera de Praga” en Checoslovaquia en 1968, sofocadas con una fuerte represión. Porla que se refiere a las disensiones, estas buscaban la independencia de los dictados soviéticos pero sin eliminar el régimen comunista, como fue el caso de Yugoslavia y China, que adoptaron políticas independientes a partir de 1948 y 1960 respectivamente. Por lo que se refiere al bloque capitalista, se produjeron disensiones como la política equidistante del presidente De Gaulle en Francia y el establecimiento de regímenes de izquierdas en Latinoamérica, respondidos estos últimos con la promoción por EEUU de golpes de Estado y guerrillas para establecer dictaduras de signo conservador.

Como ya se ha indicado, la coexistencia pacífica no supuso la inexistencia de conflictos, siendo los principales la segunda crisis de Berlín, la crisis de los misiles de Cuba y la Guerra de Vietnam.

En cuanto a la segunda crisis de Berlín, las diferencias de desarrollo y de libertades entre la RFA y la RDA provocaron un fuerte movimiento migratorio de la segunda hacia la primera, especialmente intenso en Berlín. Como reacción, en 1961 el régimen comunista construyó el muro de Berlín, que desde entonces se convirtió en el símbolo del mundo bipolar de la Guerra Fría.

Por lo que se refiere a Cuba, en 1959 una revolución dirigida por Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara acabó con la dictadura de Fulgencio Batista, apoyada por EEUU. En 1961 la CIA estadounidense intentó derrocar al régimen revolucionario apoyando una invasión de la isla por parte de exiliados cubanos, que fracasó en Bahía Cochinos. La hostilidad estadounidense provocó la alianza entre Cuba y la URSS y el establecimiento de un régimen comunista en la isla. Para asegurar su protección, la URSS decidió implantar bases de misiles nucleares en 1962, lo que llevó a EEUU a bloquear la isla. Finalmente, en un ambiente de fuerte tensión, Kennedy y Kruschev llegaron al acuerdo de desmantelar las bases de misiles a cambio de no volver a intentar una invasión de Cuba.

Por último, en cuanto a la Guerra de Vietnam, tras la II Guerra Mundial la colonia francesa de Indochina fue declarando su independencia, surgiendo los estados de Vietnam, Laos y Camboya. Francia intentó recuperar el control de la zona, pero fue derrotada en una larga y dura guerra desarrollada entre 1945 y 1954. En el caso de Vietnam, la independencia supuso la división en un Norte comunista y un Sur capitalista. Como en Corea, el intento de invasión del sur por los comunistas dirigidos por Ho Chi Mihn supuso la intervención directa en la guerra de EEUU a partir de 1964. Sin embargo, la victoria se decantó del lado comunista en 1975, extendiéndose los regímenes de este signo también a Laos y Camboya. Esta derrota fue un golpe muy duro para EEUU.

Rebrote y final de la Guerra Fría (1975-1991)

El debilitamiento de EEUU por su derrota en Vietnam y por la crisis económica del petróleo de 1973, intentó ser aprovechado por la URSS retomando su política expansionista. Así, estableció misiles nucleares en Europa Oriental, apoyó movimientos revolucionarios en países del Tercer Mundo como Angola y Nicaragua e inició en 1979 la invasión de Afganistán. Este mismo año, en Irán triunfó la revolución islamista del Ayatollah Homeini, perdiendo así EEUU un aliado clave en la región de Oriente Próximo.

El fin la crisis económica gracias al aumento de la productividad debido a la informatización y robotización de la producción, en la que la URSS quedó relegada, le permitió a EEUU retomar la iniciativa. A ello contribuyó también el acceso al poder del republicano Ronald Reagan en 1981, que puso en marcha una agresiva política: establecimiento de los Euromisiles, proyecto de la Iniciativa de Defensa Estratégica o “Guerra de las Galaxias” (escudo antimisiles) e intervenciones en la isla de Granada, Nicaragua (formación de la guerrilla de la “Contra”) y Afganistán (apoyo a los grupos terroristas islamistas que se enfrentaban a la invasión soviética).

El debilitamiento de la URSS, debido a la crisis económica, a su subdesarrollo tecnológico y al peso ahogante de los gastos militares, supuso que su último presidente, Mijail Gorbachov (1985-1991) se viera obligado a poner en marcha reformas internas y a buscar una nueva distensión en sus relaciones con EEUU. En cuanto a esto último, en 1987 ambas superpotencias firmaron el Tratado de Washington, que establecía el desmantelamiento de los misiles de alcance medio, y en 1989 la URSS decidió retirar sus tropas de Afganistán (donde se hicieron con el poder los talibanes, islamistas radicales) y de los países de Europa del Este. Esto último permitió el estallido de revoluciones democráticas en todos ellos entre 1989 y 1991, la más simbólica de las cuales fue la Caída del Muro de Berlín en 1989, que permitió la desaparición de la RDA, absorbida por la RFA en 1990.

EVOLUCIÓN INTERNA DE CADA BLOQUE

Vista la evolución general de la Guerra Fría, en este apartado analizaremos la evolución interna de cada bloque, con especial interés en la de las superpotencias.

El bloque capitalista durante la Guerra Fría

Tras la II Guerra Mundial, el bloque capitalista registra un fuerte periodo de expansión económica entre 1950 y 1973. Las bases de este crecimiento fueron el programa de reconstrucción económica de Europa (Plan Marshall) y los acuerdos de Bretton Woods de 1944, que establecieron: la estabilidad monetaria (establecimiento del dólar como base del sistema monetario, estableciendo una paridad fija entre esta moneda y el oro), el establecimiento de organismos encargados de garantizar y controlar la estabilidad económica mundial (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial) y la generalización de prácticas librecambistas gracias al Acuerdo General sobre Tarifas Aduaneras y Comercio (GATT, 1947). Gracias a todo ello se registró un período de expansión económica caracterizado por la aplicación de numerosos avances tecnológicos que aumentaron la productividad y un aumento de la demanda basado en el aumento del empleo y la mejora de las condiciones salariales y sociales, dando lugar a una sociedad de consumo de masas y al Estado de Bienestar. Este cambio se produjo sobre todo en Estados Unidos, Europa Occidental y Japón, mientras que en el resto del mundo capitalista predominaron las dificultades y los desequilibrios.

El periodo de expansión económica se ralentizó a partir de 1970 y entró en crisis en Estados Unidos debido al aumento del déficit por la balanza comercial negativa y los gastos militares. Esto disminuyó las reservas de oro y provocó una fuerte inflación al perder valor el dólar. Como consecuencia de ello, el presidente Nixon decretó la no convertibilidad del dólar en oro en agosto de 1971.

En este contexto sobrevino la crisis del petróleo de 1973, debido al aumento de su precio por los países de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo, mayoritariamente musulmanes) debido a la Guerra Árabe-Israelí de ese año. El aumento del precio de la principal fuente de energía supuso un déficit de las balanzas comerciales, un incremento de la inflación y el crecimiento del paro al disminuir la demanda y la producción.

Esta crisis, agravada por la segunda crisis del petróleo de 1979 (debida a la Revolución islámica en Irán) produjo importantes cambios en el mundo capitalista: implantación de políticas económicas neoliberales (reducción de la intervención y control del Estado, cuestionamiento del Estado de Bienestar), reconversión de los sectores económicos tradicionales, terciarización de la economía (al producirse la deslocalización industrial) y aumento de la productividad gracias a la informatización y robotización de las tareas productivas. En cualquier caso, todo ello supuso la existencia de paro estructural y un aumento de las diferencias sociales.

En cuanto a las principales potencias o regiones emergentes en el bloque capitalista, estas fueron Estados Unidos, Europa Occidental, Japón y los Dragones Asiáticos.

En cuanto a Estados Unidos, se consolidó como primera potencia económica mundial y líder indiscutible del bloque capitalista, gracias a los siguientes factores: potencial económico, papel central de su moneda, alto nivel de inversión en investigación, formación de grandes multinacionales y potencia militar. En cuanto a la evolución política, tras la II Guerra Mundial la política del presidente Truman (1945-1953) se basó en la contención del comunismo, manteniendo una política socioeconómica similar al New Deal (Fair Deal) y desarrollando la política de “Caza de Brujas” a cargo del senador McCarthy. Con el presidente Eisenhower (1953-1961) se acentuó el desarrollo socioeconómico, lo que supuso un renacimiento de la vida religiosa y los valores conservadores. Sin embargo, había graves problemas de desigualdad económica y racial, lo que dio lugar a movimientos de protesta como el de la lucha por la igualdad civil de la población negra. Este contexto explica la victoria del demócrata Kennedy (1961-1963), que estableció una política de derechos civiles para la población negra y de atenuación de las diferencias sociales. Tras su asesinato, Johnson (1963-1969) continuó su política, empañada por la Guerra de Vietnam. El acceso al poder del republicano Nixon (1969-1974) estuvo marcado por el estancamiento económico, la Guerra de Vietnam y el escándalo del Watergate, lo que le llevó a la dimisión, sustituyéndole Ford (1974-1977), durante cuyo mandato la crisis económica se ahondó. Tras un corto periodo de gobierno demócrata (Carter, 1977-1981), el republicano Reagan (1981-1989) estableció una política conservadora centrada en el neoliberalismo económico y la acentuación de la Guerra Fría. Finalmente, el mandato de Bush (1989-1993) coincidió con la recuperación económica, el hundimiento de la URSS y el establecimiento de EEUU como única superpotencia mundial (Nuevo Orden Internacional).

En cuanto a Europa Occidental, su evolución estuvo marcada por la recuperación económica y el proceso de unidad europea, elementos ambos muy relacionados. La recuperación fue impulsada por el programa de ayudas estadounidenses del Plan Marshall, para cuya gestión se estableció la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE), entrando en un periodo de expansión económica y en un modelo de desarrollo basado en la consolidación del Estado de Bienestar. Para evitar un nuevo conflicto y poder equipararse al nivel de las superpotencias, la reconstrucción vino acompañada del proceso de unidad, cuyos primeros pasos fueron el establecimiento del Consejo de Europa (1949) y de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA, 1951). Esta última era un mercado común de la producción carbonífera y siderúrgica formado por Francia, RFA, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo. Con el Tratado de Roma de 1957, el mercado común de la CECA se amplió al resto de sectoress económicos (Comunidad Económica Europea, CEE) y a la energía atómica (EURATOM), iniciándose un periodo de ampliación que supuso el ingreso en 1973 de Irlanda, Gran Bretaña y Dinamarca; en 1981 de Grecia y en 1986 de España y Portugal. Este último año se aprobó el Acta Única Europea que supuso el nacimiento de la Comunidad Europea como espacio económico y social común, fusionándose CEE, CECA y EURATOM. El Tratado de Maastricht de 1992 dio origen a la Unión Europea, con el objetivo de completar la unidad económica y potenciar la unidad política. La ausencia de una política exterior y de seguridad común fue el elemento que imposibilió que Europa se pusiera al nivel de EEUU dentro del bloque capitalista, convirtiéndose en un gigante económico pero supeditado a EEUU en lo político y militar.

En cuanto a Japón, la ocupación militar estadounidense entre 1945 y 1951 supuso el establecimiento de una monarquía parlamentaria y, gracias a las ayudas estadounidenses y a la liberalización económica, un fuerte crecimiento económico entre 1955 y 1973 (“Milagro Japonés”). Los factores de ese crecimiento fueron la elevada productividad, el establecimiento de multinacionales, la fuerte inversión en I+D y la cooperación entre Estado y sector privado. La economía se basó en productos industriales de exportación, a partir de la crisis de 1973 sobre todo bienes de consumo de alta tecnología, lo que le permitió tener una balanza comercial muy favorable que permitió fuertes inversiones exteriores y el desarrollo del mercado interno. Gracias a todo ello, se convirtió en la tercera potencia económica del bloque capitalista, aunque como en el caso europeo, supeditada a EEUU en lo político y militar.

Por último, en cuanto a los “Dragones Asiáticos”, bajo este término se agrupan un conjunto de países del sudeste de Asia (Corea del Sur, Taiwan, Singapur, Hong Kong, a los que se fueron incorporando posteriormente Tailandia, Filipinas, Indonesia y Malaysia) que implantaron un modelo de crecimiento basado en la exportación de bienes manufacturados (bienes de consumo de tecnología media o alta y sectores básicos como textil, calzado, naval) hacia los países capitalistas desarrollados, especialmente a partir de la crisis de 1973. Su desarrollo se vio favorecido por los bajos costes de producción (bajos salarios y fiscalidad), la liberalización de sus economías, la ausencia de fuertes tensiones sociales y el proceso de deslocalización industrial de los países ricos.

El bloque comunista durante la Guerra Fría

Como consecuencia de la II Guerra Mundial la URSS se convirtió en una superpotencia militar y en dirigente de un bloque que, como hemos visto, se extendió por Europa Oriental y Asia, principalmente. La muerte de Stalin en 1953 desató una lucha por el poder entre estalinistas y revisionistas, de la que salieron vencedores estos últimos, accediendo al poder Kruschev (1956-1964). Esto supuso una revisión del modelo soviético basado en la represión, la rígida planificación económica y la tensión constante con el bloque capitalista. Frente a ello, se impusieron medidas de liberalización política limitada, de planificación menos rígida y la política de coexistencia pacífica con EEUU. Sin embargo, estas medidas provocaron el rechazo de la nomenklatura del PCUS, llevando a la destitución de Kruschev en 1964 y al acceso al poder del inmovilista Breznev (1964-1982). Durante su mandato el sistema volvió a endurecerse y se generó una fuerte crisis económica, cada vez más profunda, debido a la rigidez de la planificación y a la incapacidad del sistema para adoptar la informatización y robotización de la producción tras la crisis del petróleo de 1973, lo que hizo descender los niveles de productividad. Tras los gobiernos de transición de Andropov (1982-1984) y Chernenko (1984-1985), el acceso al poder de Gorbachov (1985-1991) supuso el establecimiento de una política de reformas cuyo fracaso, como ya vimos, supuso el hundimiento de la URSS y del bloque comunista en 1989-1991.

En los países de Europa del Este se estableció un fuerte control por parte de la URSS, tanto militar (Pacto de Varsovia) como económico (COMECON), con las excepciones de Yugoslavia (que aplicó una política de autogestión económica y de independencia política frente a la URSS) y de Albania (que optó por vincularse a China a partir de 1961). Tras registrar unas fuertes tasas de crecimiento socioeconómico, a partir de la década de 1970 se entró en el estancamiento, lo que unido al debilitamiento de la URSS explica el hundimiento de sus regímenes comunistas entre 1989 y 1991, proceso especialmente conflictivo en el caso de Yugoslavia.

En cuanto a la República Popular China, fue establecida en 1949 tras la victoria comunista en la guerra civil. En un principio, su líder Mao Zedong (1949-1976) estableció un régimen vinculado y similar a la URSS, lo que supuso desabastecimiento y atraso agrícola. Sin embargo, en 1958 estableció una política autónoma e independiente (Gran Salto Adelante) estableciendo el sistema de comunas populares autosuficientes en el medio agrario. Sin embargo, el sistema fracasó (grandes hambrunas de 1959 y 1961), lo que llevó a un crecimiento de la oposición interna. Frente a ello, Mao estableció la Revolución Cultural (1965-1976), gigantesca campaña de movilización y represión contra los opositores. Tras su muerte, accedió al poder Deng Xiaoping (1976-1989) que estableció fuertes medidas de reforma económica (apertura comercial al exterior, disminución de la planificación centralizada, establecimiento de zonas económicas especiales en los que se implantó un modelo económico capitalista) que supusieron el establecimiento del modelo de “Un país, dos sistemas”. Sin embargo, en al ámbito político se mantuvo el inmovilismo y el régimen pudo sobrevivir al hundimiento del bloque comunista (fracaso de las manifestaciones de la Plaza de Tiananmen, 1989). La presidencia de Jiang Zemin (1989-2003) supuso una profundización de la política anterior, estableciendo de hecho un modelo de desarrollo similar al de los “Dragones Asíaticos” pero manteniendo las comunas rurales y la dictadura comunista.

Por último, durante la Guerra Fría se fueron estableciendo otros regímenes comunistas en el Tercer Mundo, como los de Cuba en América, los de Vietnam, Laos, Camboya y Corea del Norte en Asia y los de Angola, Etiopía, Libia y Congo en África, ya fuera imitando el modelo soviético o el chino. La crisis del bloque comunista de 1989-1991 supuso su desaparición, con las excepciones de China, Vietnam, Cuba y Corea del Norte, aunque los tres primeros manteniendo la dictadura comunista pero con una economía cada vez más capitalista.

CONCLUSIONES

La Guerra Fría fue un proceso que mediatizó en gran medida el proceso de descolonización que acabaría dando lugar al Tercer Mundo. Por otro lado, los desequilibrios de la URSS y del bloque comunista provocaron su hundimiento en 1989-1991, dando lugar a un mundo unipolar dominado por EEUU. Sin embargo, el denominado “Nuevo Orden Mundial” fue pronto desequilibrado por la inestabilidad derivada del subdesarrollo, del surgimiento de potencias emergentes y de la entrada en escena del fundamentalismo islámico.

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LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL (1939-1945)

Tema de Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato referente a la Segunda Guerra Mundial, por Carlos Javier Garrido García.

Imágenes de la Segunda Guerra Mundial. Fuente: wikipedia.

INTRODUCCIÓN

La Segunda Guerra Mundial ha sido considerada tradicionalmente como consecuencia de un único factor: el expansionismo de las potencias fascistas, enfrentadas con otra postura radical: el comunismo. En realidad, la Segunda Guerra Mundial hunde sus orígenes en la consecuencias de la Primera: una fuerte crisis económica de posguerra de la que se salió en los “Felices Años 20” pero con unos desequilibrios que explican la posterior Gran Depresión de 1929; la progresiva crisis de los sistemas democráticos por el ascenso de las posturas de extrema izquierda, animadas por el triunfo bolchevique en Rusia en 1917 e impulsadas por la crisis socioeconómica, y, frente a ellas, el ascenso de las de extrema derecha y, dentro de ellas, del fascismo; la agudización de las posturas nacionalistas radicales por el castigo excesivo a los vencidos y por la ideología heredada de la intensa propaganda de guerra; la inoperancia de la Sociedad de Naciones, que no poseía poder ejecutivo efectivo; y el aumento de las tensiones económicas internacionales por la adopción de políticas económicas proteccionistas ante la Gran Depresión, lo que supuso que cualquier alternativa de crecimiento pasara por la expansión territorial del propio país. Todo ello llevó a un conflicto que, por primera vez en la Historia, era realmente mundial y en el que se enfrentaron, por un lado, las potencias fascistas y, por otro, las democráticas y la URSS, estas últimas en principio incompatibles pero que colaboran temporalmente frente a un enemigo común.

CAUSAS Y CARACTERÍSTICAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Situación política internacional y expansionismo de las potencias fascistas

Tras el estallido de la Gran Depresión en EEUU en 1929 y su extensión al resto del mundo a partir 1930 la situación internacional estaba marcada por las tensiones y la disgregación. Frente a una Sociedad de Naciones inoperante, las distintas potencias aplicaban políticas en defensa de sus derechos sin coordinación ni cooperación. Así, EEUU vio reforzado su aislacionismo internacional, centrándose en defender sus intereses políticos y comerciales en América Latina y Asia y desentendiéndose de los asuntos europeos; Francia y Gran Bretaña coincidían en su interés por mantener el equilibrio en Europa y sus intereses coloniales, percibiendo como amenazas no solo el ascenso nazi en Alemania y el expansionismo de Japón en Asia, sino también la consolidación de la URSS; esta última se encontraba aislada internacionalmente y temía el ascenso nazi en Alemania, por lo que intentó por todos los medios acercarse a Francia y Gran Bretaña; y por último en este contexto se consolidan los regímenes fascistas en Italia, Alemania y Japón, iniciando una política de expansionismo y rearme acorde con sus principios ideológicos y con sus intereses económicos.

El acceso al poder de Hitler en Alemania en 1933 provocó su abandono de la Sociedad de Naciones y el desarrollo de una política de revisión del Tratado de Versalles. Así, en 1935 se anexionó por plebiscito el Sarre, que estaba bajo control francés, y se restableció el servicio militar obligatorio. Frente a ello, Francia intentó aislar a Alemania, firmando en la Conferencia de Stressa (1935) una alianza con Gran Bretaña e Italia y un pacto de asistencia mutua con la URSS. Sin embargo, la invasión italiana de Etiopía en 1935-1936 y su condena por la Sociedad de Naciones llevaron a Mussolini a romper los pactos de Stressa y acercarse a Alemania.

En marzo de 1936 Hitler ocupó la zona desmilitarizada de Renania y el estallido de la Guerra Civil Española en julio de 1936, en la que Alemania e Italia apoyaron a Franco, reforzó el acercamiento entre ambas. Así, en octubre de ese año se firmó el pacto del Eje Roma-Berlín y poco después el Pacto Antikomintern, que incluía también a Japón.

Reforzado por su salida del aislamiento, Hitler inició su política expansionista, frente a la cual las potencias democráticas (Francia y Gran Bretaña) aplicaron la denominada “política de apaciguamiento”, es decir, aceptar los hechos consumados para evitar una nueva guerra. En marzo de 1938 Hitler anexionó Austria y, tras la Conferencia de Munich en octubre de ese año, los Sudetes. En marzo de 1939 desapareció Checoslovaquia, estableciéndose el Protectorado de Bohemia-Moravia, y también se anexionó Memel a costa de Lituania. Por su parte, Italia se anexionó Albania. Tras todo ello, en mayo de 1939 la alianza germano-italiana se reforzó con la firma del Pacto de Acero.

El próximo objetivo de Hitler era Polonia. Francia y Gran Bretaña terminaron de asumir que la política de apaciguamiento había sido un fracaso, por lo que dejaron claro que cualquier agresión contra Polonia sería motivo de guerra. Por su parte, la URSS temía cada vez más una guerra contra Alemania, lo que la llevó a aceptar un pacto de división de Polonia entre ambas. El objetivo soviético era ganar tiempo para prepararse para un conflicto que se consideraba inevitable y el alemán era asegurarse de que si estallaba un conflicto este no fuera con dos frentes como había sucedido en la Primera Guerra Mundial. En agosto de 1939 se firmó el Pacto germano-soviético de no agresión, en el que se preveía la división de Polonia. Con esta garantía, el 1 de septiembre de 1939 el ejército alemán inició la invasión del país, estallando la guerra.

Por lo que se refiere a Japón, el país se lanzó a una agresiva política expansionista cuyo objetivo fue China: en 1931 ocupó la región de Manchuria, estableciendo un estado satélite (Manchukuo) y en 1937 inició la ocupación del resto del país. Posteriormente, aprovechando la derrota de Francia y Holanda frente a Alemania en Europa, inició la ocupación de Indochina e Indonesia.

Las innovaciones técnicas y tácticas

Como ya se ha indicado, esta es la primera guerra verdaderamente mundial de la Historia. En principio, se enfrentaron las potencias del Eje (Alemania e Italia) frente a los Aliados (Gran Bretaña y Francia), centrándose las operaciones militares en Europa y el Norte de África. En 1941 la invasión nazi llevó a la URSS a incorporarse a los Aliados, como hizo a finales de ese año EEUU tras la agresión de Japón. Esto último extendió el conflicto a Asia y Oceanía.

Por otra parte, es una guerra plenamente industrializada, en la que el desarrollo de la aviación fue clave. Se aplicaron innumerables avances científico-técnicos en el desarrollo de nuevas armas (radar, aviones de combate y bombarderos, mejora de los tanques y submarinos, bombas dirigidas), hasta llegar a la bomba atómica. El nuevo armamento posibilitó la aplicación de nuevas tácticas militares como la “guerra relámpago” (avance sistemático basado en los ataques de la aviación, los avances en vanguardia de los tanques y la ocupación del terreno por la infantería) y la conversión de la retaguardia enemiga en un nuevo frente de guerra. Todo ello explica el elevado número de muertes, principalmente civiles, y de destrucciones de esta guerra.

DESARROLLO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

La “Guerra Relámpago” (1939-1941)

Esta primera fase de la guerra está marcada por los rápidos avances alemanes gracias a la “guerra relámpago”. Tras la invasión de su parte de Polonia, Alemania invadió Dinamarca y Noruega en abril de 1940, cortando así el suministro sueco de hierro a los Aliados. Al mes siguiente, invade Bélgica, Holanda y rompe el frente francés. En junio Francia capitula, dividiéndose el país en una zona de ocupación alemana (norte y costa atlántica) y el Gobierno autoritario y colaboracionista de Vichy al mando del mariscal Petain en el sureste, aprovechando Italia para entrar en la guerra.

Con todo ello, Gran Bretaña se quedaba sola en la guerra, pero su presidente, Winston Churchill se negó cualquier negociación con el Eje. Para vencer su resistencia y dada la imposibilidad de realizar un desembarco, Hitler optó por ataques aéreos sistemáticos contra las ciudades británicas (Batalla de Inglaterra), pero fracasó gracias al radar y a la superioridad de sus cazas.

Dada la resistencia británica, las potencias del Eje optaron por abrir nuevos frentes, necesarios en una guerra que se preveía larga. Así, se inició la ofensiva desde Libia contra Egipto, con el objetivo de controlar el Canal de Suez y acceder a los pozos petrolíferos del Golfo Pérsico y se firmaron pactos con Hungría, Rumanía y Bulgaria, ocupándose entre abril y junio de 1941 Yugoslavia y Grecia.

Por tanto, para junio de 1941 el Eje controlaba toda Europa, con la excepción de su enemiga Gran Bretaña y de los países neutrales, entre los que destacaba la URSS. Sin embargo, la prolongación de la guerra llevó a la ruptura del pacto y la invasión de la URSS y la agresión japonesa supuso la entrada de EEUU en el bando Aliado, mundializándose el conflicto.

Mundialización de la guerra (1941-1942)

En junio de 1941 Alemania inició la invasión de la URSS, con el objetivo de conseguir suministros alimenticios y petrolíferos. Sin embargo, el Ejército soviético, tras aplicar una táctica de retirada y tierra quemada, logró resistir en invierno en Leningrado, Moscú y Stalingrado. En diciembre de 1941 se produjo el ataque japonés a Pearl Harbour (Hawai), lo que llevó a EEUU a entrar en la guerra. En principio, la superioridad aérea y naval japonesa fue incontestable, permitiéndole ocupar Malasia, Birmania, Filipinas, Salomón, Nueva Guinea y amenazar India y Australia.

En todas las zonas conquistadas, las potencias del Eje impusieron una política de explotación económica intensa. Frente a la ocupación, la población se dividió entre colaboracionistas y resistentes, sufriendo estos últimos una fuerte represión. Esta alcanzó su dimensión más brutal con la política de exterminio de los judíos o “Solución Final”, adoptada en la Conferencia de Wannsee de enero de 1942 y que acabó con la vida de unos 6 millones de personas.

Las ofensivas aliadas y la caída del Eje (1942-1945)

Pese a los avances del Eje, en 1942 la guerra se vuelve favorable a los aliados, debido a la potencia de los dos nuevos (EEUU y la URSS) y a la limitación de los recursos del Eje, sobre todo petrolíferos. Así, las victorias soviéticas en Stalingrado y Kursk (febrero y julio de 1943), británica en El Alamein (noviembre de 1942) y estadounidense en Mar del Coral, Midway y Guadalcanal (verano de 1942), supusieron el inicio de las ofensivas aliadas que las llevarían a la victoria.

Así, mientras el avance soviético por el Este se hacía cada vez más intenso, Gran Bretaña y EEUU realizaron los desembarcos en el norte de África (primavera de 1943), Sicilia-Italia (verano de 1943) y Normandía (junio de 1944). Este doble avance llevó finalmente a la invasión aliada de Alemania, suicidándose Hitler y firmándose su rendición en mayo de 1945.

En el Pacífico, EEUU aplicó una táctica de rápido avance hacia Japón, dejando bolsas aisladas de resistencia japonesa en la retaguardia. La fuerte resistencia japonesa en Iwojima (febrero-marzo 1945) y Okinawa (abril-junio 1945) hizo que el nuevo presidente norteamericano Truman se decidiera a utilizar la bomba atómica. Así, en agosto de 1945 se lanzaron dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, lo que llevó a Japón a capitular el 2 de septiembre de 1945, acabando así la guerra.

CONSECUENCIAS DE LA GUERRA

Pérdidas humanas e impacto moral

La Segunda Guerra Mundial ha sido hasta el momento la más mortífera de la Historia, calculándose el número de víctimas en un mínimo de 60 millones, la mayoría civiles por la desaparición del concepto de retaguardia. Del mismo modo, la guerra supuso grandes desplazamientos de población y un intenso trauma moral ya que su dureza, con el genocidio de los campos de concentración nazis, las masacres japonesas en China y los bombardeos masivos de ciudades y el uso de las bombas atómicas por los aliados cuestionaron todos los valores éticos en los que descansaba la civilización occidental. Todo ello potenció entre la población la defensa del respeto de los Derechos Humanos como valor universal y se definió un nuevo concepto jurídico en el derecho internacional: el de crímenes contra la humanidad. Este último sirvió para procesar en los Juicios de Nuremberg (1945-1946) a los dirigentes nazis que sobrevivieron y pudieron ser capturados.

Consecuencias económicas

Los daños materiales producidos por la guerra fueron especialmente intensos en Europa, Japón, China, y el Sudeste asiático, estando la situación marcada por la pérdida de infraestructuras y bienes de producción, los problemas de aprovisionamiento, el endeudamiento y la inflación. Como ocurrió con la I Guerra Mundial, EEUU salió enormemente beneficiado, ya que no sufrió las destrucciones de la guerra y se convirtió en el principal centro de suministro de armamento y otros suministros para los aliados, lo que le permitió crecer de manera exponencial y dejar atrás los efectos de la Gran Depresión. Frente a ello, el declive de las potencias europeas, muy afectadas por la guerra, consolidó a EEUU como primera potencia económica y financiera del mundo. Pese a las grandes destrucciones sufridas, la URSS se consolidó también como gran potencia gracias a su política de industrialización y al dominio sobre Europa oriental.

Consecuencias políticas

La derrota del Eje supuso la desaparición de los regímenes fascistas, aunque pervivieron algunas dictaduras con una ideología similar, como fue el caso de España. Japón fue invadido por EEUU y se estableció un régimen democrático, manteniendo la figura del emperador. En Europa, el final de la guerra supuso su división en dos zonas políticas: Europa occidental, liberada por Gran Bretaña y EEUU, en la que se restableció la democracia parlamentaria y el sistema económico capitalista, y Europa oriental, liberada por la URSS, en la que se impusieron dictaduras comunistas bajo su hegemonía.

Conferencias de paz y cambios territoriales

Durante el desarrollo del conflicto los aliados fueron prefigurando las condiciones de la paz en varias conferencias.

En la Conferencia de Yalta (febrero de 1945) se reunieron Roosevelt (EEUU), Stalin (URSS) y Churchill (Gran Bretaña), decidiéndose la división de Alemania y Austria en zonas de ocupación y el pago de reparaciones por su parte, la independencia de Polonia, la celebración de elecciones libres en los países liberados y la anexión soviética de Estonia, Letonia, Lituania y del este de Polonia.

En la Conferencia de Postdam (julio-agosto de 1945) se reunieron Truman (EEUU), Stalin (URSS) y Attle (Gran Bretaña), en la que se confirmaron y aplicaron los acuerdos anteriores.

Finalmente, en la Conferencia de Paz de París (1946-1947) se firmaron los tratados con los países aliados de Alemania: Italia perdió Istria en favor de Yugoslavia, Rumanía la Besarabia en favor de la URSS y la Dobrudja Meridional en favor de Bulgaria, Hungría la Rutenia Subcarpática en favor de la URSS, y Finlandia la Carelia en favor también de la URSS.

En el caso de Japón, se estableció su ocupación por EEUU y la pérdida de su imperio colonial: la URSS se anexionó el sur de la isla de Sajalin y las islas Kuriles, China recuperó Taiwán y Manchuria y Corea fue ocupada en el norte por la URSS y en el sur por EEUU.

La creación de la ONU

En las conferencias entre los aliados se estableció la necesidad de un nuevo organismo internacional que sustituyera a la desprestigiada Sociedad de Naciones. En la Conferencia de San Francisco (junio de 1945) se fundó la Organización de Naciones Unidas (ONU) cuyos objetivos eran el mantenimiento de la paz y de la seguridad internacionales, el reconocimiento del derecho a la libre determinación de los pueblos, el respeto de los Derechos Humanos y el impulso de la cooperación internacional a todos los niveles (económico, social, educativo, sanitario).

La ONU se estructuraba en tres órganos principales: la Asamblea General (formada por todos los miembros y que podía emitir sólo recomendaciones), el Consejo de Seguridad (sus resoluciones son de obligado cumplimiento y estaba integrado por 15 miembros de los que 5 eran permanentes y tenían derecho de veto: EEUU, Reino Unido, URSS, Francia y China) y la Secretaría General (representante de la institución, dirigido por un secretario general elegido cada 5 años). Para garantizar el respeto a los Derechos Humanos se estableció la Corte Penal Internacional y para fomentar la cooperación el Consejo Económico y Social, integrado de organismos especializados como la FAO y la UNESCO.

A diferencia de la Sociedad de Naciones, la ONU tenía más capacidad operativa, contado incluso con su propio ejército, los Cascos Azules.

CONCLUSIONES

La Segunda Guerra Mundial tuvo importantes repercusiones, más allá de las pérdidas humanas y materiales y de la desaparición de los regímenes fascistas. Así, la consolidación de dos superpotencias, EEUU y la URSS, con sistemas políticos y socioeconómicos opuestos hizo que la situación de posguerra estuviera marcada por el enfrentamiento entre ellas, dando lugar a la Guerra Fría (1945-1991). Por otro lado, el rechazo a las ideas imperialistas y racistas del fascismo supuso un impulso de los movimientos nacionalistas en las colonias, favorecidos también por el declive de las potencias europeas, dando lugar al proceso de descolonización y al surgimiento del Tercer Mundo.

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LA EVOLUCIÓN POLÍTICA DEL PERIODO DE ENTREGUERRAS Y EL ASCENSO DEL FASCISMO

Tema 9 de Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato referente a la evolución política del periodo de Entreguerras y el Fascismo, por Carlos Javier Garrido García.

Benito Mussolini, fundador del Fascismo. Fuente: wikipedia.

INTRODUCCIÓN

Las tensiones heredadas de la I Guerra Mundial, con países derrotados y sometidos a durísimas condiciones (Alemania), con países vencedores pero que no vieron satisfechas sus aspiraciones territoriales (Italia), con una gran exaltación nacionalista por la propaganda de guerra y con las dificultades de adaptación y rencor de los excombatientes, y el deterioro socioeconómico asociado a la crisis de posguerra y a la Gran Depresión, que provocó una fuerte conflictividad social, animada también por el triunfo bolchevique en Rusia, provocaron un crecimiento de las opciones autoritarias de signo conservador. Este crecimiento cristalizó en un nuevo movimiento político, el Fascismo, que alcanzó su mayor grado de desarrollo en dos países (Alemania e Italia) que compartían su reciente unificación política, por lo que el nacionalismo era muy fuerte, y el hecho de que esta se realizara básicamente a través de conflictos militares, por lo que el uso de la violencia como arma política se veía con naturalidad.

DEMOCRACIAS Y DICTADURAS EN LA EUROPA DE ENTREGUERRAS

En la Europa de Entreguerras (1919-1939) se produjo, tras un avance inicial, una crisis de la democracia frente al auge de las extremas derecha (regímenes autoritarios y fascismo) e izquierda (comunismo soviético en expansión), favorecidas por las ya citadas condiciones políticas y socioeconómicas.

La I Guerra Mundial supuso, en principio, una extensión de las democracias en Europa, debido a la caída de los grandes imperios plurinacionales y el establecimiento de regímenes de este tipo en los nuevos Estados independientes y en los países derrotados. Sin embargo, estos regímenes democráticos se vieron impotentes para resolver los problemas políticos, económicos y sociales de la posguerra, lo que se unió al deseo de frenar las expansión de la revolución comunista en un contexto de fuerte conflictividad social y de los posteriores efectos de la Gran Depresión.

Así, entre 1922 y 1939 se fueron estableciendo dictaduras de signo conservador y nacionalista en los países de Europa Central, Oriental y Mediterránea, zonas de escasa tradición democrática y que sufrían una grave crisis socioeconómica. En el caso de Italia (1922) y Alemania (1933) se establecieron regímenes puramente fascistas, mientras que para el final del periodo sólo pervivía la democracia en Europa Occidental.

BASES IDEOLÓGICAS Y SOCIALES DEL FASCISMO

En cuanto a las bases ideológicas, el Fascismo tiene como principio fundamental el de desigualdad, explicando este el resto de su contenido teórico. Este principio se opone al de igualdad, tanto política, defendido por el liberalismo democrático, como social, defendida por el movimiento obrero, ya fuera este socialdemócrata o comunista.

El principio de desigualdad aplicado al terreno político tiene como consecuencia la crítica a la democracia, defendiendo un régimen autoritario gobernado por los mejores, entre los que destaca un máximo dirigente que ejerce el poder absoluto. Su dominio se justifica ante la población exaltando sus cualidades (culto al líder) y para cumplir sus designios se establece un partido único que domina al Estado. Este ejerce su poder de forma totalitaria, es decir, controla todas las esferas de la vida (política, económica, social, cultural) de una población a la que no se le reconocen derechos, sino sólo obligaciones. La población se convierte así simplemente en una masa que es constantemente movilizada por el Estado en la persecución de sus objetivos (movilización de masas). Esto se consigue con el ya citado partido único, que contaba con organizaciones específicas para mujeres y jóvenes, con una intensa propaganda y con el control de los medios de comunicación y de la educación.

Este Estado totalitario es concebido como encarnación de la Nación, siendo el nacionalismo radical otro de los grandes principios fascistas, al defender que las naciones superiores (evidentemente la propia) tienen no solo el derecho sino la obligación de dominar a las inferiores, basándose en el darwinismo social, el racismo y la misión civilizadora, que ya vimos como justificaciones ideológicas del Imperialismo.

Los superiores, sean estos una Nación o su grupo dirigente, ejercen su poder a través de la violencia, entendida como la principal arma política. De ahí la importancia en el fascismo de los grupos paramilitares y de la adopción de uniformes de esta tipología. En el ámbito de la política internacional esto tuvo como consecuencia la adopción de políticas expansionistas y militaristas.

Otra de las consecuencias del principio de desigualdad y de la defensa de la violencia como arma política es la fuerte marginación de la mujer, exaltándose constantemente los principios masculinos entendidos como fuerza y valor. Frente a ello, la mujer es reducida a su papel de esposa y madre y recluida en el hogar.

Un último principio fascista es el discurso populista en lo social. En el contexto de grave crisis socioeconómica y conflictividad social en el que se desarrolla, el fascismo en principio adopta la simbología y el discurso de extrema izquierda como una vía de conseguir el apoyo de unas clases bajas que se han convertido en mayoritarias. Este discurso izquierdista se mezcla con los principios nacionalistas y termina dando lugar a la denominada tercera vía entre capitalismo y comunismo: la colaboración de clases con el objetivo de engrandecer a la Nación. Sin embargo, los discursos izquierdistas se abandonan una vez que se accede al poder, lo que provocó conflictos internos, debido a las bases sociales del movimiento fascista.

En cuanto a las bases sociales, los principales apoyos del fascismo son las clases altas y medias, atemorizadas por el peligro de expansión revolucionaria comunista. Del mismo modo, cuenta con el apoyo del Ejército, fuerzas de orden público y excombatientes, atraídos por el discurso nacionalista y la defensa de la violencia. Por último, el discurso populista en lo social le permite contar con fuertes apoyos en las clases bajas.

LA ITALIA FASCISTA

Crisis del régimen democrático y ascenso del Fascismo

La situación de Italia tras el final de la I Guerra Mundial estaba marcada por la indignación nacionalista ante las pocas ganancias territoriales conseguidas en los tratados de paz y por una fuerte crisis socioeconómica, con elevadas tasas de paro e inflación. Esta crisis provocó una fuerte conflictividad social durante el denominado “Bienio Rojo” (1919-1921), en el que se produjo una oleada de huelgas y ocupaciones de tierras y fábricas por parte del movimiento obrero. Además, el peligro de revolución comunista se acentuó con la fundación en 1921 del Partido Comunista Italiano (PCI), afiliado a la Komintern.

Este el este contexto en el que un antiguo socialista, Benito Mussolini, funda en 1919 los Fascios Italianos de Combate, un grupo paramilitar ultranacionalista y con un programa socialista revolucionario. Sus ataques contra los grupos de extrema izquierda le hicieron ir contando con el apoyo de las clases altas y medias, lo que le hizo ir moderando su discurso izquierdista. En 1921 Mussolini funda el Partido Nacional Fascista, acentuando su discurso nacionalista y aumentando sus ataques contra la izquierda. Gracias a sus crecientes apoyos, en 1922 realiza la “Marcha sobre Roma”, un golpe de Estado que le permite entrar en el gobierno con la connivencia del Ejército y del rey Víctor Manuel III.

Etapa parlamentaria (1922-1925)

Mussolini preside un gobierno de coalición con otros grupos conservadores y la reforma de la ley electoral le permite ganar con una amplia mayoría absoluta en las elecciones de 1924. Esto le permite gobernar por decreto y ejercer una fuerte represión contra la oposición, que culmina con el asesinato del diputado socialista Matteoti y el cierre del parlamento, asentándose definitivamente la dictadura.

La dictadura fascista (1925-1939)

Una vez asentada la dictadura se establece un Estado totalitario de partido único, caracterizado por la fuerte represión (ilegalización de partidos y sindicatos de oposición y establecimiento de una policía política, la OVRA), el apoyo de la Iglesia Católica (Pactos de Letrán de 1929), el adoctrinamiento y control social (educación controlada, organizaciones juveniles, marginación de la mujer, control de la cultura y de los medios de comunicación), el intervencionismo económico (corporativismo: política intervencionista, autarquía o autosuficiencia y proteccionismo extremo, empresas públicas agrupadas en el IRI y colaboración de clases) y política de expansionismo territorial (invasión de Etiopía en 1935-1936 y de Albania en 1939).

LA ALEMANIA NAZI

La República de Weimar y el ascenso del nazismo (1918-1933)

La abdicación de Guillermo II en noviembre de 1918 dio lugar a la República de Weimar, un régimen democrático gobernado por el socialdemócrata Ebert, que fue el que solicitó el armisticio y en 1919 firmó el Tratado de Versalles. Esto hizo que se culpara al naciente régimen democrático de la derrota, más aún cuando sobre el mapa Alemania estaba ganando la guerra y así lo había estado defendiendo insistentemente la propaganda. Además, la República hubo de afrontar un grave crisis socioeconómica de posguerra, marcada por la hiperinflación, que provocó una fuerte conflictividad social. Así, en 1919 se produjo la revolución espartaquista (denominación de los comunistas alemanes), aunque acabó fracasando. A partir de 1924 la situación económica se recuperó gracias al Plan Dawes, lo que produjo estabilidad social y política. Sin embargo, la Gran Depresión iniciada en 1929 volvió a hundir la economía alemana y a desestabilizar la situación política y social.

En 1920 Adolf Hitler, excombatiente de la I Guerra Mundial, fundó el Partido Nacional-Socialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP), con un programa nacionalista, socialista revolucionario y racista y que contaba con un grupo paramilitar, la Sección de Asalto (SA). En 1923 intentó un golpe de Estado en Munich, pero fracasó y fue encarcelado.

La mejora de las condiciones socioeconómicas a partir de 1924 limitó las posibilidades de crecimiento del partido nazi. Ante ello, se limitó el discurso populista en lo social y se reforzó el nacionalismo, el antisemitismo y el antimarxismo. La Gran Depresión de 1929 permitió el crecimiento de sus apoyos, hasta ganar por mayoría simple las elecciones de julio y noviembre de 1932 y marzo de 1933. Este último año Hitler se convirtió en canciller de un gobierno de coalición con otros grupos conservadores.

La dictadura nazi (1933-1939)

Una vez nombrado canciller, la política de Hitler se dirigió hacia el establecimiento de un régimen dictatorial totalitario. En febrero de 1933 el incendio del Reichstag fue tomado como excusa para expulsar a los comunistas del parlamento y, después, establecer un sistema de partido único. En julio de 1934 eliminó a las SA, defensoras del radicalismo de izquierdas inicial de los nazis, en la “Noche de los cuchillos largos” y la muerte del presidente de la República, Hindenburg, en agosto de 1934 le permitió asumir el cargo y proclamar el III Reich.

El nuevo régimen se caracterizó por una fuerte represión, ejercida por las SS (Sección de Seguridad) y la Gestapo; por la política de adoctrinamiento y propaganda a través del culto al líder, el control de la educación, las organizaciones juveniles (Juventudes Hitlerianas), la censura y la propaganda organizada por Goebbels; el fuerte antisemitismo, que se concretó en las Leyes de Nuremberg de 1935 (exclusión de los judíos de la nacionalidad y prohibición de matrimonios o relaciones mixtas), en la “Noche de los cristales rotos” de 1938 (ataques a sinagogas y comercios y establecimientos de campos de concentración) y, ya en plena II Guerra Mundial, en la “Solición Final”, adoptada en 1942 en la Conferencia de Wansee (exterminio); la política intervencionista y autárquica, centrada en el proteccionismo extremo y una política de obras públicas y de rearme intensivo que permitió recuperar la economía y alcanzar el pleno empleo, lo que aumentó los apoyos sociales del nazismo; y el expansionismo territorial, que analizaremos en el tema siguiente, intentando construir la Gran Alemania (integrar todas las zonas pobladas por alemanes, como Austria y los Sudetes) y conseguir el “espacio vital” (expansión territorial para seguir creciendo económicamente dada la ausencia de imperio colonial).

CONCLUSIONES

El deterioro de la situación socioeconómica provocado por la crisis de Posguerra y la Gran Depresión fue el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento, auge y acceso al poder del fascismo en Europa. Sus características ideológicas, especialmente el nacionalismo radical y el uso de la violencia como arma política, provocaron una política de rearme y expansión territorial que acabó provocando el estallido de la II Guerra Mundial (1939-1945).

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LA ECONOMÍA DEL PERIODO DE ENTREGUERRAS Y LA GRAN DEPRESIÓN

Tema 8 de Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato referente a la economía de Entreguerras y la Gran Depresión, por Carlos Javier Garrido García.

Pánico en la Bolsa de Nueva York durante el «Jueves Negro», 1929. Fuente: Wikipedia.

INTRODUCCIÓN

Como hemos visto en el tema anterior, el nacimiento de la URSS supuso un aumento de las tensiones políticas y sociales. Esto fue posible debido a los desequilibrios socioeconómicos generados por la I Guerra Mundial, que terminaron dando lugar a la Gran Depresión.

LA ECONOMÍA DE POSGUERRA (1919-1925)

Consecuencias económicas de la I Guerra Mundial

La I Guerra Mundial (1914-1918) y los tratados de paz de 1919-1920 provocaron unos fuertes desequilibrios económicos, especialmente en la zona más afectada por el conflicto, Europa.

Así, la economía se veía lastrada, en primer lugar, por la desarticulación de las economías nacionales, debido a la implantación de la economía de guerra, que ahora había que reconvertir, a los cambios territoriales y a la pérdida de bienes de producción, mano de obra y consumidores e infraestructuras.

En segundo lugar, se desarticularon también los mercados financieros debido a que los enormes gastos del conflicto supusieron un aumento de la deuda pública. Esto provocó tanto un aumento de la emisión de moneda, lo que provocó su pérdida de valor y una fuerte inflación tras el conflicto, como un endeudamiento exterior. Esto último se materializó tanto en las reparaciones de guerra que debían pagar los países derrotados, especialmente Alemania, como en las deudas entre los países vencedores, con un beneficiario claro: EEUU.

Por último, el comercio internacional se vio afectado por todo lo anterior. Así, la inflación provocó la desorganización del sistema monetario internacional basado en el patrón oro; la deudas exteriores y las destrucciones de la guerra hicieron que Europa perdiera su hegemonía económica y financiera en favor de una nueva primera potencia (EEUU), de su moneda (el dólar) y de sus mercados financieros (la Bolsa de Nueva York); y el retorno a una economía de paz aumentó la competencia comercial entre unos países que volvían a una economía de paz, por lo que recuperaron sus producción agraria e industrial, y los países neutrales o alejados de los principales escenarios del conflicto, que habían visto crecer su producción gracias a la demanda de los beligerantes, provocando una crisis de sobreproducción que acentuó la inflación.

De la reconstrucción a la crisis (1919-1921)

El final de la guerra supuso un primer periodo de recuperación económica entre 1919-1920 debido a las tareas de reconstrucción. Sin embargo, este crecimiento se convirtió en recesión entre 1920 y 1921 debido al descenso de la demanda, a la inflación y a la disminución del crédito, por las razones que hemos explicado en el apartado anterior.

Los problemas principales eran la desorganización del sistema monetario internacional, que estrangulaba el comercio internacional y provocaba problemas de inflación que paralizaban la inversión y el crédito, y el problema del endeudamiento exterior. Este último hizo que las potencias vencedoras, especialmente Francia, fueran muy exigentes en el pago de las reparaciones de guerra por los vencidos, lo que hundió a la economía alemana, inmersa en una aguda hiperinflación.

La recuperación y sus límites (1921-1925)

Para luchar contra la inflación y recuperar el comercio internacional, en la Conferencia Internacional de Génova de 1922 se estableció el sistema cambio-oro, por el cual las emisiones monetarias de todos los países debían estar respaldadas por oro o por monedas respaldadas por oro, lo que de hecho significaba darle al dólar el valor del oro, reforzando el dominio de EEUU.

Para solucionar el problema de la deuda exterior se elaboró el Plan Dawes en 1924. Este supuso una reducción de las reparaciones de guerra y un programa de préstamos a Alemania para que este país pudiera pagarlas y con ese dinero Gran Bretaña, Francia y otros países pudieran pagar sus deudas, especialmente a EEUU. Así, este país salía doblemente beneficiado al poder cobrar sus deudas, generar nuevas con Alemania y, con la reconstrucción de los mercados europeos, mantener la demanda internacional de sus productos.

Todo esto posibilitó la recuperación económica y la entrada en un fuerte crecimiento, pero todo ello dependiente de los capitales norteamericanos, lo que explica que el posterior hundimiento de este país provocara una Depresión mundial, la Gran Depresión.

LOS FELICES AÑOS 20 (1925-1929)

El crecimiento económico fue especialmente intenso en EEUU, conociéndose el periodo entre 1922 y 1929 como los “Felices Años 20”. El crecimiento se basó en la producción en masa gracias a la generalización de la producción en cadena (fordismo), al consumo de masas por la publicidad y la compra a plazos, la abundancia de capitales y la fuerte concentración empresarial. En Europa se registró también un fuerte crecimiento gracias a la reconstrucción y a los capitales británicos y estadounidenses.

El crecimiento económico provocó fuertes transformaciones sociales. Así, surgió una nueva generación de burgueses adinerados, se consolidó la terciarización de la economía y la mujer accedió a un nuevo papel social debido a su acceso al trabajo y al derecho a voto. Se consolidó también una sociedad de consumo de masas, apoyada en la facilidad de crédito, en la difusión de los medios de comunicación (prensa, radio y cine) y en la industria del ocio (consumo popular de cultura y competiciones deportivas).

Sin embargo, este crecimiento tenía unos fuerte desequilibrios que anunciaban la próxima crisis. En primer lugar, los sectores económicos tradicionales sufrieron un fuerte estancamiento y crisis de sobreproducción debido a la competencia internacional (agricultura, industrias básicas y tradicionales de consumo como la textil).

En segundo lugar, tras un inicial crecimiento se produjo un estancamiento de la capacidad de consumo de la población por el estancamiento de los salarios, la crisis de los sectores económicos tradicionales y el creciente endeudamiento, ya que el consumo se basó en buena parte en el crédito. Todo ello provocó un descenso de los beneficios empresariales y un crecimiento de los stocks.

En tercer lugar, los problemas de sobreproducción y el aumento de la competencia a nivel internacional empezaron a generalizar la adopción de posturas proteccionistas, lo que se unió a la ya citada limitación de la demanda, provocando un estancamiento del comercio internacional.

En cuarto lugar, el sistema monetario internacional se vio lastrado por el fracaso del patrón cambio-oro por la falta de cooperación internacional.

Por último, la abundancia de capitales en EEUU provocó un aumento de las inversiones, pero no las productivas, ya que las empresas tenían problemas de stocks, sino en inversiones especulativas buscando una rápida rentabilidad. Esto hizo que se generalizara la inversión en la Bolsa, provocando un fuerte crecimiento de las cotizaciones, lo que atrajo mayores inversiones, dando lugar a una enorme burbuja especulativa, aumentando la diferencia entre la cotización de las acciones y los resultados reales de las empresas.

EL CRACK DE 1929 Y LA GRAN DEPRESIÓN (1929-1939)

El hundimiento de la Bolsa de Nueva York y sus consecuencias

La burbuja especulativa acabó estallando en octubre de 1929 en la Bolsa de Nueva York (“Jueves Negro”). Se produjo una enorme oferta de acciones por parte de inversores atemorizados por el descenso de los beneficios empresariales, ante una demanda prácticamente nula. Esto aumentó el pánico, hundiendo los valores bursátiles.

El hundimiento de la Bolsa desató una reacción en cadena: quebró el sistema bancario, lo que paralizó el crédito y, con ello, el consumo y la inversión, a lo que contribuyó también la destrucción del ahorro de familias y empresas, ya que buena parte del mismo estaba invertido en acciones. Debido a todo ello, se produjo una fuerte crisis agraria e industrial, lo que hizo aumentar los niveles de paro y la población excluida, entrándose en un círculo vicioso: más paro, más crisis bancaria, más crisis industrial, más paro…

Expansión mundial de la Gran Depresión

El hundimiento económico de EEUU provocó una fuerte crisis a nivel mundial, ya que este país se había convertido en el centro de la economía mundial de posguerra. Así, el comercio mundial sufrió una fuerte contracción, debido a la disminución de la demanda estadounidense y al endurecimiento de las políticas proteccionistas como salida a la crisis; y la crisis financiera debido a la repatriación de los capitales estadounidenses en el exterior.

Todo ello provocó una crisis global: los países exportadores de materias primas (Europa Oriental y Mediterránea, Latinoamérica, China y sureste de Asia) por el descenso de la demanda y la caída de las inversiones, y las economías industrializadas de Europa (Alemania, Austria, Reino Unido, Francia) por la repatriación de capitales estadounidenses, la crisis bancaria y el hundimiento del comercio internacional.

A nivel social la crisis supuso un crecimiento de la polarización social debido al empobrecimiento y proletarización de gran parte de la clase media, lo que se tradujo en un aumento de la conflictividad social y la polarización de las posturas políticas, que se extreman en torno al comunismo y el fascismo.

Las políticas económicas frente a la Gran Depresión

En un principio, ante la crisis se aplicaron soluciones tradicionales, como políticas deflacionistas para activar el consumo y la adopción o endurecimiento de políticas proteccionistas. En cualquier caso, estas medidas fracasaron, como lo hicieron los intentos de políticas coordinadas a nivel internacional. Así, en la Conferencia Económica Mundial de Londres de 1933 se propuso volver al patrón oro y reducir los aranceles para reactivar el comercio internacional, pero no se llegó a un acuerdo.

Todo ello llevó a la adopción por parte de los distintos países de medidas que tienen como elemento común la revisión del liberalismo económico, defendiendo una mayor intervención del Estado en la economía. En esta revisión fue clave la obra del economista John Maynard Keynes.

En EEUU la victoria en las elecciones de 1932 del demócrata Franklin Delano Roosevelt, supuso el establecimiento al año siguiente del “New Deal”, un programa de intervención estatal de la economía cuyas medidas principales fueron el rescate bancario, la inversión en obras públicas, las subvenciones agrarias, las ayudas a las empresas y el establecimiento de las bases del Estado de Bienestar (salario mínimo, jornada semanal de 40 horas, libre sindicación y negociación colectiva, pensiones, seguros de enfermedad y subsidios de desempleo). Todas estas medidas permitieron una recuperación económica, pero sin lograr recuperar los niveles previos a 1929, como que no se lograría hasta la II Guerra Mundial.

En el Reino Unido la Gran Depresión fue menos intensa, debido a la menor dependencia de los capitales norteamericanos. En este caso se optó por una acentuación del proteccionismo y una explotación más intensa de su extenso imperio colonial.

Por lo que se refiere a Francia, la victoria de la coalición de izquierdas (Frente Popular) en las elecciones de 1936 supuso la implementación de políticas sociales como el incremento de salarios y las vacaciones pagadas y de un programa de obras públicas, aunque provocando un aumento del déficit público y de los impuestos.

Por último, en Alemania las consecuencias de la Gran Depresión fueron fueron muy intensas y crearon el ambiente favorable para el acceso al poder del nazi Adolf Hitler en 1933. Su política económica se basaba en la autarquía (proteccionismo extremo) y en una política de rearme que le permitió salir de la crisis y superar ampliamente los niveles previos a 1929.

CONCLUSIONES

La Gran Depresión iniciada en 1929 provocó un deterioro de las condiciones sociales, un aumento de las posturas políticas extremas (fascismo y comunismo) y un aumento de las tensiones internacionales entre unas potencias, también las democráticas, que competían por salir de la crisis a través de la defensa y extensión de sus intereses mundiales. Todo ello acabó provocando la II Guerra Mundial (1939-1945).

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LAS REVOLUCIONES RUSAS Y EL ORIGEN DE LA URSS

Tema 7 de Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato referente a las revoluciones rusas y al origen de la URSS, por Carlos Javier Garrido García.

Escudo de la URSS. Fuente: wikipedia.

INTRODUCCIÓN

A principios del siglo XX, el Imperio Ruso seguía anclado en el Antiguo Régimen, su proceso de industrialización había sido muy limitado, la sociedad estaba muy polarizada y era un imperio plurinacional, lo que aumentaba las tensiones políticas. Todo ello explica que sufriera mucho las consecuencias de la I Guerra Mundial (1914-1918), que hicieron que el sistema se hundiera en la revolución de febrero de 1917, que no se consolidara el régimen democrático establecido como consecuencia de ella y que, finalmente, en octubre de ese año se hicieran con el poder los bolcheviques. Como consecuencia de ello, se establece el primer régimen político basado en las teorías marxistas, la URSS, naciendo una alternativa a los regímenes democrático-liberales y a la economía capitalista.

EL IMPERIO RUSO A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX

Inmovilismo político y dificultades de modernización

A principios del siglo XX el Imperio Ruso seguía siendo una monarquía absoluta, a lo que se añadía su carácter plurinacional.

En cuanto a la monarquía absoluta, el zar ostentaba todos los poderes del Estado y además era el máximo dirigente de la Iglesia ortodoxa rusa. Su poder lo ejercía gracias a la colaboración de los estamentos privilegiados (nobleza y clero ortodoxo), a una administración centralizada, al Ejército, a la policía secreta y a una fuerte censura.

Por lo que se refiere a su carácter plurinacional, sólo el 44’3 % de la población del imperio era rusa, habiendo múltiples etnias como ucranianos, turcos, polacos, bielorrusos, judíos, lituanos, letones, alemanes, georgianos, armenios, etcétera. Sin embargo, la etnia dirigente era la rusa y se aplicó una política de “rusificación” de las demás etnias, lo que generó un fuerte descontento nacionalista.

Para mantenerse como gran potencia, el Imperio Ruso aplicó durante el siglo XIX reformas en el terreno socioeconómico. Así, en 1861 se abolió el sistema feudal y la servidumbre campesina y se impulsó por el Estado un proceso de industrialización, aunque este fue muy limitado y dependiente en gran medida de capitales extranjeros, principalmente franceses. Todo ello, en vez de solucionar los problemas los acentuó, ya que se mantuvo la pobreza y dependencia campesina y surgieron unas nuevas clases medias y obreras favorables a cambios más radicales y que afectaran también al sistema político.

Los movimientos de oposición

Pese a la prohibición de formar partidos políticos, fueron surgiendo muchos grupos de oposición clandestinos. Los principales fueron el populismo campesino (defensa de un socialismo agrario basado en la colectivización de la tierra), el anarquismo (muy relacionado con el anterior), el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR, partido marxista, dividido en menqueviques socialdemócratas y bolcheviques comunistas, estos últimos dirigidos por Lenin), el Partido Socialista Revolucionario (PSR, “eseritas”, defensores de una régimen democrático y de la reforma agraria, tenía su base social en la clase media y campesinos) y Partido Constitucional Demócrata (PKD, “cadetes”, defensa de un régimen democrático y capitalista, tenía su base social en las clases medias y altas burguesas).

La revolución de 1905 y sus consecuencias

El creciente descontento social y político y la derrota frente a Japón en la guerra de 1904-1905 provocaron una oleada de huelgas y manifestaciones. En enero de 1905 una manifestación pacífica frente al Palacio de Invierno en San Petersburgo fue duramente reprimida por el Ejército (“Domingo Sangriento”), lo que provocó un amplio movimiento revolucionario, formándose “soviets” o consejos populares revolucionarios en muchas ciudades rusas. Ante todo ello, el zar Nicolás II se vio obligado a publicar el “Manifiesto de Octubre”, en el que prometía derechos individuales y el establecimiento de una “Duma” o parlamento con poder legislativo.

Sin embargo, las reformas no fueron cumplidas, ya que la población campesina tenía esperanzas de una reforma agraria que no se acometió y la Duma tuvo un poder legislativo muy limitado, ya que el zar tenía derecho de veto. Al descontento que todo ello produjo se sumó el mantenimiento de la fuerte represión contra la oposición, el desprestigio de la monarquía por las camarillas palaciegas (en las que destacaba Rasputín) y, a partir de 1914, el hundimiento económico, las elevadas víctimas mortales y las continuas derrotas en la I Guerra Mundial. Todo ello explica el hundimiento del régimen en 1917.

LAS REVOLUCIONES RUSAS DE 1917

La revolución burguesa de febrero

En febrero de 1917 se inició una revolución en Petrogrado (nueva denominación de San Petersburgo desde 1914), que, como en 1905, dio lugar a la formación de sóviets, que exigían reformas democráticas y el fin de la guerra. La colaboración entre mencheviques, bolcheviques, eseritas y cadetes provocó que, pese a la fuerte represión, la revolución acabara triunfando. Así, el 2 de marzo abdicó el zar Nicolás II y se formó un Gobierno Provisional, presidido por el príncipe Lvov, con la mayor parte de los ministros cadetes y con el eserita Kerenski como ministro de Justicia.

El nuevo Gobierno Provisional inició de inmediato una serie de reformas: amnistía y promesa de reforma agraria y de elecciones por sufragio universal para una Asamblea Constituyente. Sin embargo, el Soviet de Petrogrado no se disolvió, lo que provocó una dualidad de poderes entre el Gobierno Provisional, dominado por cadetes y eseritas, y los soviets, en los que tenían mucha fuerza los mencheviques y bolcheviques. Además, los sóviets fueron recabando cada vez mayor apoyo popular debido a la continuidad de Rusia en la guerra, a la no realización de la reforma agraria y al retraso en las elecciones a Cortes Constituyentes.

Es en este contexto en el que los bolcheviques van creciendo. Lenin, que estaba exiliado en Suiza, regresa a Rusia en abril de 1917, haciendo públicas las denominadas “Tesis de Abril”, en las que defendía el acceso al poder de los soviets, la realización de una revolución comunista y la salida inmediata de la guerra.

Frente a la creciente pérdida de apoyos, en mayo de 1917 se formó un nuevo Gobierno Provisional de coalición entre cadetes y eseritas presidido por Kerenski. En agosto se produjo el golpe de Estado del general zarista Kornílov, neutralizado gracias a la labor de los sóviets, lo que reforzó su posición, y la de los bolcheviques, frente al Gobierno Provisional.

La revolución bolchevique de octubre

El deterioro de la situación socioeconómica y militar por la guerra y la defensa de la conquista del poder por los bolcheviques de Lenin, explican la Revolución de Octubre de 1917. Esta consistió en el asalto al Palacio de Invierno (sede del Gobierno Provisional) y la ocupación de los puntos clave de la ciudad, estableciéndose un nuevo gobierno dominado por los bolcheviques y presidido por Lenin: el Consejo de Comisarios del Pueblo. El Congreso de los Sóviets comenzó de manera inmediata las reformas: solicitud de una paz inmediata sin anexiones ni indemnizaciones, reforma agraria y convocatoria de elecciones democráticas para elegir una Asamblea Constituyente. Además, el nuevo gobierno decretó el control de fábricas y minas por los sóviets, el establecimiento de la jornada laboral de 8 horas diarias y el derecho de autodeterminación de las naciones del antiguo Imperio Ruso, aunque todo ello acompañado por medidas que reforzaban el control bolchevique, como la censura de presa y el establecimiento de una policía política, la Checa.

En cuanto a la guerra, en noviembre de 1917 se firmó el armisticio con Alemania y en marzo del año siguiente el Tratado de Brest-Litovsk por el que se conseguía la paz pero a costa de grandes pérdidas territoriales (Polonia, Estonia, Letonia y Lituana quedaron bajo control alemán y Georgia, Ucrania y Finlandia accedieron a la independencia).

En cuanto a las elecciones para Asamblea Constituyente, se llevaron a cabo en noviembre de 1917, consiguiendo muy mal resultado los bolcheviques. Ante ello, la nueva Asamblea fue disuelta tras reunirse una única vez, proclamándose la República Socialista Soviética Federativa de Rusia bajo el control de un partido único, el Partido Comunista Ruso, es decir, una dictadura del proletariado.

ESTABLECIMIENTO DE LA URSS

Lenin: de la Guerra Civil a la NEP

La victoria bolchevique sólo se había consolidado en la zona central de la Rusia europea, en torno a las ciudades de Petrogrado y Moscú. Sin embargo, la gran mayoría del Imperio Ruso seguía en manos de los opositores, ya fueran estos zaristas o partidarios del régimen reformista de febrero. En 1918 estalló la Guerra Civil, en la que se enfrentó el Ejército Rojo bolchevique, organizado por Trotsky, y el Ejército Blanco opositor. Pese a su ventaja territorial y a conseguir el apoyo, a veces muy tibio, de las potencias vencedoras en la I Guerra Mundial (Reino Unido, Francia, Estados Unidos y Japón), el Ejército Blanco se vio impotente para derrotar a los bolcheviques, que alcanzaron la victoria total en 1922.

La incidencia de la guerra fue muy importante, ya que provocó la ejecución de la familia real zarista en julio de 1918 y el establecimiento del denominado “Comunismo de Guerra”. Este consistió en el control total de la economía por parte de Estado, suprimiendo la propiedad privada, lo que provocó un descenso acusado de la productividad y de la producción. Junto con ello, la dictadura se endureció, lo que dio lugar a la crisis de 1921, con la Gran Hambruna en el terreno económico y la sublevación de los marineros de Kronstadt en el político.

Para frenar el descontento y aprovechando que la Guerra Civil estaba próxima a finalizar, en 1921 Lenin estableció un cambio en la política económica, estableciendo la Nueva Política Económica (NEP). Esta supuso un retorno a la propiedad privada de la tierra y de las pequeñas y medianas empresas, lo que posibilitó un crecimiento de la productividad y producción y el resurgimiento de la clase media.

Sin embargo, en el terreno político se produjo un nuevo endurecimiento de la dictadura, que se consolidó definitivamente con la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) como una república federal en 1922. Su primera Constitución, aprobada en 1924, estableció un Estado subordinado a un partido único, el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Aunque teóricamente los soviets locales, de distrito, provinciales, de cada república y el Soviet Supremo eran elegidos por sufragio universal, en realidad los únicos candidatos eran los del PCUS. El Soviet Supremo elegía tanto al Consejo de Ministros como al Presidente, coincidentes con el Buró Político y el Secretario General del PCUS.

En el ámbito internacional, Lenin creó en 1919 la Komintern o III Internacional, cuyo objetivo era extender la revolución comunista al resto del mundo, contribuyendo, junto a la crisis de posguerra, a una oleada revolucionaria, especialmente en Europa, que, sin embargo, no logró el triunfo en ningún país. En cualquier caso, contribuyó a consolidar de manera definitiva la división del movimiento marxista en socialdemócratas reformistas, que seguían vinculados a la II Internacional, y comunistas revolucionarios, integrantes de la III Internacional. Con el paso del tiempo, esta se convirtió en realidad en un instrumento al servicio de la política exterior de la URSS.

La lucha entre Stalin y Trotsky

La enfermedad de Lenin entre 1923 y 1924 y su muerte ese último año provocaron una disputa por su sucesión en el poder en la URSS entre Trotsky y Stalin. El primero contaba con un gran prestigio popular por su participación en la revolución y por su organización del Ejército Rojo y defendió la “Revolución Permanente”, es decir, la necesidad de extender la revolución al resto del mundo como medio para ir eliminando la dictadura y establecer el socialismo sin propiedad ni Estado. Frente a ello, Stalin tenía menos prestigio pero muchos apoyos entre los dirigentes del PCUS y defendió el “Socialismo en un solo país”, es decir, la necesidad de convertir a la URSS en una gran potencia militar para asegurar su supervivencia dentro de un mundo capitalista.

Finalmente, la lucha entre ambos se saldó con la victoria de Stalin, siendo Trotsky expulsado del PCUS en 1927, de la URSS en 1929 y, finalmente, asesinado en México en 1940. El “Testamento Político” de Lenin, que advertía sobre la desconfianza que le inspiraba Stalin por su ambición de poder y autoritarismo, fue ocultado.

La dictadura de Stalin

La dictadura de Stalin en la URSS viene definida por su dominio absoluto del PCUS y del Estado en el ámbito político y por el abandono de la NEP y el establecimiento de la total estatalización en la economía.

En cuanto a la dictadura estalinista, esta se basó en el culto a la personalidad de Stalin, en la represión de toda disidencia dentro de la URSS, en el dominio de la nomenklatura (burocracia dirigente y privilegiada) y en una fortísima represión. Esta última se ejercía a través de la policía política (NKVD) y supuso la purga del PCUS, del Ejército y de toda la sociedad a través de macro-procesos como los de Moscú de 1936-1939, que supusieron el asesinato o la reclusión en campos de trabajo forzados (Gulag) de casi 1’5 millones de personas.

En el terreno económico, la NEP fue abandonada en 1928 y sustituida por la planificación y control total por el Estado. Así, se decretó la colectivización de la agricultura, eliminando la propiedad privada en favor de grandes granjas colectivas (koljoses) o estatales (sovjoses), aunque a costa de un nuevo descenso de la productividad y de su supeditación al desarrollo industrial. Por otra parte, se estableció la planificación estatal de la economía a través de planes quinquenales, que priorizaron el desarrollo de la industria pesada y militar frente al desarrollo de la industria de bienes de consumo y de los servicios, lo que a la larga llevó a un estancamiento de los niveles de vida.

CONCLUSIONES

La Revolución de Octubre de 1917 acabó consolidando un nuevo estado, la URSS. En el aspecto socioeconómico se caracterizaba por la supresión de la propiedad privada y, con ello, de las clases sociales, siguiendo los principios marxistas. Sin embargo, la propiedad no fue colectivizada, sino estatalizada lo que unido a sus características políticas, el establecimiento de una férrea dictadura personal apoyada en el aparato del PCUS (la nomenklatura), hizo que en realidad podamos hablar de un capitalismo de Estado y de una nueva división de clases entre dirigentes y dirigidos.

A nivel internacional, el triunfo de los bolcheviques, unido a los problemas socioeconómicos del periodo de Entreguerras (1918-1939), sirvió de estímulo para el desarrollo de movimientos revolucionarios en Europa, surgiendo como reacción regímenes dictatoriales de extrema derecha y una nueva ideología de esta orientación política, el fascismo, lo que supuso un aumento de la conflictividad social y política y una crisis de los regímenes democráticos que acabó provocando, junto con los intereses de las grandes potencias capitalistas, el estallido de una nueva guerra mundial.

La consolidación en el poder, tras la muerte de Lenin, de Stalin y de su política de “socialismo en un solo país” hizo que, por un lado, la URSS se convirtiera en una potencia militar y estuviera en condiciones de enfrentarse, y derrotar, a la Alemania nazi en la II Guerra Mundial, pero, por otro lado, consolidó un modelo de desarrollo que postergaba la calidad de vida de la población en favor del desarrollo de la industria militar y pesada. Todo ello condujo, finalmente, a la Guerra Fría (1945-1991) y al hundimiento, ese último año, de la propia URSS.

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LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL (1914-1918)

Tema 6 de Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato referente a la Primera Guerra Mundial, por Carlos Javier Garrido García.

Imágenes de la Primera Guerra Mundial. Fuente: wikipedia.

INTRODUCCIÓN

La Primera Guerra Mundial o “Gran Guerra” estalló como consecuencia de la competencia entre las distintas potencias europeas en un contexto de crecimiento económico acelerado por la Segunda Revolución Industrial y de configuración de los imperios coloniales. En este contexto, la situación geopolítica generada por el Congreso de Viena de 1815 se fue desequilibrando. Para entonces, Gran Bretaña se había consolidado como primera potencia mundial, centrada en su expansión imperialista, y como primera potencia económica, gracias a la Primera Revolución Industrial. En el continente europeo se estableció el equilibrio entre potencias, progresivamente descompensado gracias a la unificación de Alemania e Italia y a la disgregación paulatina del Imperio Otomano. El crecimiento económico y el fortalecimiento en la política internacional de una nueva gran potencia, Alemania, terminó por desequilibrar la situación. Pese a convertirse a principios del siglo XX en la primera potencia económica de Europa, llegó tarde al reparto colonial y, en una situación de proteccionismo, para seguir creciendo necesitaba expandirse territorialmente. Dada la imposibilidad de conseguir más colonias, decidió expandirse por Europa, aliándose con el Imperio Austro-Húngaro. Sus dos grandes enemigos, el Imperio Ruso y Francia se oponían a este proceso, consiguiendo la ayuda de Gran Bretaña, que sale de su aislamiento europeo temerosa del crecimiento alemán. Todo ello llevó al estallido de la Guerra, el primer conflicto plenamente industrializado, lo que explica su magnitud, duración y consecuencias.

CAUSAS DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Las causas profundas del conflicto hay que buscarlas, por tanto, en las tensiones latentes entre las potencias y en la configuración de los bloques de alianzas en Europa. En este contexto, los conflictos coloniales y en los Balcanes aumentaron la tensión, posibilitando que un hecho puntual, el asesinato del archiduque, provocara el estallido del conflicto.

Conflictos latentes entre las potencias

Las tensiones latentes entre las potencias eran básicamente tres:

  • Entre Alemania y Francia: la victoria alemana sobre Francia en 1870 supuso la proclamación del II Reich Alemán en 1871 y la incorporación al mismo de las regiones de Alsacia y Lorena. Desde entonces, el deseo francés de revancha y de recuperarlas fue constante.

  • Entre los Imperios Ruso y Austro-Húngaro: ambos imperios tenían deseos expansionistas en los Balcanes, una región en la que coincidían el hundimiento del Imperio Otomano, la atomización política y la complejidad étnica. Este enfrentamiento hizo que Rusia de aproximara a Francia y que Austria lo hiciera a Alemania en busca de aliados que reforzaran su posición.

  • Entre Alemania y Gran Bretaña: el fuerte crecimiento económico alemán, la potenciación de su flota de guerra y los intentos de expansión colonial provocaron el temor de Gran Bretaña, que sale de su aislamiento y busca la alianza con los enemigos de Alemania: Francia y el Imperio Ruso.

La configuración de los bloques de alianzas

Tras la victoria sobre Francia en 1870 y la proclamación de Guillermo I como emperador en 1871, la política internacional de su canciller, Bismarck, estuvo marcada por la creación de sucesivos sistemas de alianzas que, involucrando a los Imperios Austro-Húngaro y Ruso y a Italia, tenían la intención de dejar aislada a Francia y evitar un conflicto en los Balcanes y por su rechazo a una política de expansión colonial.

Sin embargo, el acceso al poder de Guillermo II y la caída de Bismarck en 1890 supusieron un cambio de política, optándose por una política expansionista, basada en los intentos de conseguir más colonias y en una fuerte inversión armamentística, especialmente destacada en el terreno naval. Del mismo modo, se abandonó la alianza con Rusia y se optó por el apoyo a Austria-Hungría como medio de expansión territorial en los Balcanes, ya que la colonial resultó finalmente imposible.

Todos estos cambios fueron aprovechados por Francia, que pudo firmar una alianza con Rusia en 1891-1892 y, con la incorporación de Gran Bretaña, formar la Triple Entente en 1907. Frente a ella, se mantuvo la Triple Alianza, creada en 1882 Alemania, el Imperio Austro-Húngaro e Italia.

Los dos bloques que se enfrentarían en la guerra habían quedado así configurados, entrando en la denominada “Paz Armada”, periodo de tensión creciente entre los bloques, lo que se tradujo en una carrera de armamentos, especialmente intensa en Alemania, y en un creciente ambiente de nacionalismo radical, lo que se tradujo en la formación de las ligas nacionalistas.

Enfrentamientos coloniales y Guerras de los Balcanes

La tensión existente provocó, y se agravó con, los conflictos coloniales y en los Balcanes.

En cuanto a los conflictos coloniales, Alemania intentó controlar uno de los pocos territorios disponibles en África: Marruecos. Sin embargo, esto chocó con la oposición de Gran Bretaña, temerosa de que Alemania pudiera con ello controlar el estrecho de Gibraltar, clave en la ruta hacia su principal colonia, la India. Por ello, los intentos alemanes en 1906 y 1911 se saldaron con un rotundo fracaso, imponiéndose finalmente en Marruecos un protectorado franco-español. Esto llevó a Alemania a optar por su expansión en la propia Europa a través de su aliada Austria-Hungría, lo que acentuó los conflictos en los Balcanes.

Los Balcanes eran una región especialmente conflictiva por los intereses contrapuestos de Austria-Hungría y Rusia y por el desmembramiento del Imperio Otomano debido a movimientos nacionalistas que acabaron provocando la independencia de Rumanía, Bulgaria, Serbia, Montenegro y Grecia a lo largo del siglo XIX. La tensión en la zona aumentó con la anexión de Bosnia por el Imperio Austro-Húngaro en 1908, lo que provocó el descontento de Serbia y de su aliado, el Imperio Ruso. En 1912 estalla la Primera Guerra Balcánica, en la que los países independizados en la zona se enfrentaron a los restos del Imperio Otomano, reducido a partir de entonces en Europa a la pequeña región de Estambul. Como consecuencia de ello, Albania accede a la independencia y se realiza un reparto territorial que no fue del agrado de Bulgaria. Esto la llevó a declarar la guerra a sus antiguos aliados en 1913 (Segunda Guerra Balcánica), uniéndose a ellos el Imperio Turco, siendo derrotada. El descontento de Bulgaria y del Imperio Turco por sus pérdidas territoriales explica que optaran por aproximarse a la Triple Alianza, mientras que el resto de países balcánicos lo hizo a la Entente.

Detonante

El detonante de la Primera Guerra Mundial fue el asesinato del archiduque Francisco-Fernando cuando visitaba Sarajevo, capital de Bosnia, por un terrorista serbio en julio de 1914. Como consecuencia de ello, el Imperio Austro-Húngaro presentó un ultimátum a Serbia, que fue rechazado, por lo que le declaró la guerra. A partir de entonces, se pusieron en marcha las alianzas y hubo una sucesión de declaraciones de guerra en cascada que dieron lugar al conflicto generalizado.

DESARROLLO DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Características

La primera característica de la Guerra Mundial es, precisamente, su carácter global. En el conflicto se enfrentaron, por un lado, la Triple Entente (Gran Bretaña, Francia e Imperio Ruso), a la que con posterioridad se irían añadiendo otros países como Italia (anulando su compromiso con la Triple Alianza), Portugal, Bélgica, Rumanía, Serbia, Montenegro, Grecia, Japón, EEUU y la mayor parte de los países latinoamericanos; y, por otro, los Imperios Centrales (Alemania e Imperio Austro-Húngaro), a los que se unieron posteriormente Bulgaria y el Imperio Turco. Por tanto, las fuerzas estaban muy desequilibradas en favor de la Entente, aunque ese hecho se compensaba por la mejor posición estratégica de los Imperios Centrales y por su mejor preparación armamentística, especialmente de Alemania.

En segundo lugar, la Primera Guerra Mundial fue una guerra industrializada, una guerra con el carácter de “total”. El uso masivo de armamento moderno, aprovechando los avances de la Segunda Revolución Industrial (ametralladoras, tanques, armas químicas, inicios de la aviación), además de provocar mayores muertes y destrucciones, hicieron que sus costes económicos fueran muy elevados. Como consecuencia de ello, se estableció una economía de guerra y, para justificarla, una intensa propaganda de carácter belicista y ultranacionalista.

Fases de la guerra

En la evolución de la guerra podemos distinguir cuatro grandes fases:

  • Guerra de Movimientos (1914): la inferioridad de recursos de los Imperios Centrales hizo que estos optaran por una guerra rápida como única posibilidad de victoria. Así, el plan de guerra alemán (“Plan Schlieffen”) estableció un ataque rápido a Francia para posteriormente derrotar al Imperio Ruso y negociar una paz con Gran Bretaña. Sin embargo, Francia logró resistir en la batalla del Marne, lo que aprovechó el Imperio Ruso para realizar una ofensiva contra Alemania, frenada en la batalla de Tannenberg. A partir de entonces, los frentes empiezan a estabilizarse y se entra en una guerra de desgaste en la que los Imperios Centrales tenían todas las de perder.

  • Guerra de Trincheras (1915-1916): la fijación de los frentes y su defensa con trincheras y armamento moderno supuso la entrada en una guerra de desgaste, con batallas en el frente occidental como Verdún y Somme, auténticas carnicerías. Ante ello, la única opción de los Imperios Centrales era limitar la llegada de ayuda exterior a la Entente mediante el bloqueo naval de Gran Bretaña y Francia, aunque esta opción resultaba imposible desde la derrota de la flota alemana en la batalla de Jutlandia. Esto hizo que Alemania optara por un bloqueo submarino que, pese a su incidencia, no logró cortar las comunicaciones marítimas y además provocó la entrada de EEUU en la guerra en 1917. De manera paralela, los Imperios Centrales intentaron aumentar sus recursos extendiéndose hacia el Este y los Balcanes, lo que supuso la ocupación de Polonia y Lituania (del Imperio Ruso), Rumanía, Serbia y el norte de Grecia.

  • El hundimiento de los Imperios Centrales (1917-1918): en abril de 1917 la primera potencia industrial del mundo, EEUU, entra en la guerra a favor de la Entente, agravando el desequilibrio de recursos entre los contendientes. Sin embargo, su ayuda efectiva no se producirá hasta principios de 1918 y la victoria bolchevique en Rusia en octubre de 1917 supuso la salida de este país de la guerra (Tratado de Brest-Litovsk, marzo de 1918), permitiéndole a Alemania concentrar todas sus tropas en el frente occidental. Pese a ello, los Imperios Centrales se fueron hundiendo en cadena: Bulgaria, Imperio Turco, el Imperio Austro-Húngaro y Alemania. En este último caso, Guillermo II abdicó y se proclamó una República que solicitó el armisticio el 11 de noviembre de 1918.

CONSECUENCIAS DE LA GUERRA

Los Tratados de Paz

Las condiciones de Paz fueron fijadas en la Conferencia de Paz de París (1919-1920), en la que se establecieron tratados específicos con cada uno de los países derrotados: el de Versalles con Alemania (1919), el de Saint-Germain con Austria (1919), el de Trianon con Hungría (1920), el de Sèvres con el Imperio Turco (1920) y el de Neuilly con Bulgaria (1920). En sus cláusulas no fueron respetadas las tesis del presidente estadounidense Wilson (“14 Puntos”), sino que lo que primó en ellas fue la dureza y el deseo de castigo, postura defendida sobre todo por Francia.

El más trascendental fue el de Versalles, que impuso unas duras condiciones a Alemania: pérdidas territoriales (Alsacia-Lorena para Francia, Posnania a Polonia, ciudad libre de Danzig, Schleswig a Dinamarca y pérdida de su colonias estableciendo mandatos ejercidos por Gran Bretaña, Francia y Japón), establecimiento de fuertes reparaciones de guerra, cesión temporal del Sarre a Francia, desmilitarización de Renania y limitación de su ejército a 100.000 soldados. El resto de tratados supuso la desmembración de los antiguos imperios plurinacionales en favor de los Estados-nación y se impusieron pérdidas territoriales a Bulgaria (pérdida de su salida al mar Egeo) y al Imperio Turco (Dodecaneso, Armenia, Siria, Palestina, Irak y Transjordania). Además, a nivel general, se establecieron nuevas democracias parlamentarias en la mayor parte de países.

Estos tratados no fueron capaces de asegurar una paz duradera por las siguientes razones: la imposición de las reparaciones de guerra hundió la economía alemana, desestabilizando al nuevo régimen democrático; el deseo de revancha de los derrotados ante una paz que se consideraba impuesta e injusta; la complejidad étnica de Europa Oriental y los Balcanes hizo que el establecimiento de Estados-Nación fuera imperfecta, generando problemas nacionalistas; y el descontento de algunos vencedores, que no vieron satisfechas sus aspiraciones territoriales, como fue el caso de Italia.

Consecuencias demográficas, económicas, sociales y políticas

En cuanto a las consecuencias demográficas, se calcula que la guerra produjo 8’5 millones de muertos y 21 millones de heridos y mutilados. A este cómputo se deben añadir las víctimas civiles, como consecuencia de las carencias alimenticias y sanitarias y la incidencia de la epidemia de gripe de 1918, a lo que habría que sumar el descenso de la natalidad. Este descenso demográfico afectó a las economías de posguerra al reducir la población activa y la demanda.

En la economía, las destrucciones de medios de producción fueron importantes, a lo que habría que unir el coste de reconversión de una economía de guerra a otra de paz. Junto con ello, otro problema importante fue el del endeudamiento de los vencedores con EEUU, razón por la cual exigieron el pago de reparaciones de guerra. Los grandes beneficiados de la guerra fueron este país y Japón, que no sufrieron los efectos de la guerra en su territorio, se enriquecieron vendiendo suministros a sus aliados europeos y los sustituyeron en buena parte de sus mercados exteriores. También salieron beneficiados los países neutrales, que vieron aumentar la demanda de sus materias primas y productos industriales, como fue el caso de España.

Por lo que se refiere a las consecuencias sociales, los efectos de la guerra y de la crisis económica de posguerra supusieron un empobrecimiento de las clases medias, que se proletarizaron, aumentando la polarización y las tensiones sociales. Además, la reinserción social de los excombatientes fue muy difícil, contribuyendo a aumentar las tensiones. Por último, el empleo de mano de obra femenina en trabajos tradicionalmente masculinos durante la guerra, impulsó los movimientos feministas que solicitaban el derecho a voto.

Por último, las consecuencias políticas fueron una extensión de las democracias parlamentarias en el continente europeo, aunque estas tuvieron graves dificultades por el aumento de las tensiones sociales, que provocaron polarización y conflictos políticos. Por otra parte, en las colonias la participación de tropas indígenas en la guerra, la puesta en duda de la misión civilizadora y la defensa del principio de Estado-Nación supusieron un impulso para los movimientos independentistas.

La Sociedad de Naciones

Para evitar una nueva guerra, se creó esta organización internacional, cuyos objetivos declarados eran el mantenimiento de la paz y de la seguridad colectiva, la cooperación internacional y el desarme. Sin embargo, esta organización, que estaba dirigida por un Consejo formado por las potencias vencedoras y una Asamblea General integrada por todos los miembros, fracasó por su falta de capacidad ejecutiva y por la ausencia de grandes potencias como EEUU (temerosa de perder independencia en sus actuaciones internacionales), la URSS (excluida) y, posteriormente, las potencias fascistas (Alemania, Italia y Japón).

CONCLUSIONES

La Primera Guerra Mundial tuvo importantes consecuencias. La dureza de las condiciones de paz y la crisis económica de posguerra desestabilizaron a las nuevas democracias, y el surgimiento de una alternativa al capitalismo basada en la doctrina marxista (URSS), supusieron un aumento de las tensiones y polarización socio-política que explican el surgimiento de fascismo y el futuro estallido de la II Guerra Mundial (1939-1945).

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SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL E IMPERIALISMO

Tema 5 de Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato referente a la Segunda Revolución Industrial y al Imperialismo, por Carlos Javier Garrido García.

Reparto entre las potencias industriales de zonas de influencia en China. Fuente: wikipedia.

INTRODUCCIÓN

El crecimiento económico provocado por la Primera Revolución Industrial estaba limitado por una de sus bases: la explotación extrema de la fuerza laboral. Las malas condiciones de vida y de trabajo del proletariado limitaban, por un lado, la demanda potencial y, por otro, provocaban una fuerte conflictividad social y política.

Para solucionar ambos problemas se optó por una mejora de los niveles de vida y unas mejores condiciones de trabajo para el proletariado, lo que en principio reduciría los márgenes de beneficio empresarial. Para aumentarlos, se procuró el descenso de los costes de producción, a través del desarrollo tecnológico, lo que provocó la Segunda Revolución Industrial, y del traspaso de la explotación a las colonias, con lo que disminuía el precio de las materias primas y se encontraban nuevos mercados para los productos industriales y para la inversión de capitales. Al imperialismo ayudó también el proceso de industrialización. Los nuevos países industriales, para protegerse de la competencia británica, optaron por políticas económicas proteccionistas, lo que supuso que cualquier intento de ampliar los mercados pasara por ampliar las fronteras del país.

LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

Características

La Segunda Revolución Industrial se desarrolló entre 1870 y 1914, caracterizándose por el surgimiento de nuevas fuentes de energía más eficientes (petróleo y electricidad), el impulso de nuevas industrias motoras (química, automovilística), el gran avance en los trasportes y comunicaciones (automóvil, telégrafo, teléfono), la fuerte concentración empresarial, el desarrollo del capitalismo financiero, la integración del mercado mundial de capitales, la mayor competencia en el comercio internacional, la pérdida de la supremacía industrial británica por la aparición de nuevas potencias industriales y la acentuación del crecimiento demográfico y de las corrientes migratorias internacionales.

Nuevas fuentes de energía y nuevas industrias

La intensificación de la relación entre investigación y empresa, gracias al establecimiento de las patentes y de los grandes laboratorios de investigación, provocó un fuerte avance tecnológico, tanto en las fuentes de energía como en los procesos industriales.

En cuanto a las fuentes de energía, por un lado el carbón empieza a ser sustituido por el petróleo, con una mayor potencia energética y con un más fácil transporte, y por otra parte la electricidad permitió, a un bajo coste, el transporte de la energía desde sus focos de generación, ya fuera térmica o hidroeléctrica, a las zonas de consumo empresarial o residencial.

Por lo que se refiere a los procesos industriales, se registra un fuerte avance técnico, destacando la industria metalúrgica, con la fabricación de acero y nuevos metales como el aluminio, y la química, con la fabricación de sosa y síntesis de compuestos orgánicos. Por otra parte, se implantan dos nuevos modos de producción: el fordismo, consistente en la cronometración del trabajo y la recompensa de la productividad laboral, y el fordismo, que estableció las cadenas de montaje.

Desarrollo de transportes y comunicaciones

Aparte de la expansión y mejora en el ferrocarril y la navegación a vapor, en esta época surgen nuevos medios de transporte, mucho más baratos al necesitar menos infraestructuras fijas, como la bicicleta, el tranvía y el metro, que mejoraron el transporte interno en las ciudades y posibilitaron el crecimiento urbano, y el automóvil y la aviación, que supondrán en el futuro una auténtica revolución.

En cuanto a las comunicaciones, inventos como el telégrafo sin hilos, la telefonía, la prensa diaria y la radio permitieron aumentar los flujos de información y reducir su tiempo.

El desarrollo de los transportes y comunicaciones fue clave en el proceso de gestación de una economía mundial, germen de la futura globalización.

Nuevas potencias industriales

La Primera Revolución Industrial se desarrolló en Gran Bretaña, convirtiendo a este país en la primera potencia económica y política mundial. Desde principios del siglo XIX las innovaciones británicas se difunden al exterior, surgiendo nuevas potencias industriales que se consolidan en la Segunda Revolución Industrial, superando dos de ellas (EEUU y Alemania) a Gran Bretaña a principios del siglo XX.

La industrialización en EEUU se vio favorecida por su enorme mercado interior, la abundancia de recursos naturales, el establecimiento de una amplia red ferroviaria, la división geográfica del trabajo, las innovaciones técnicas, su control de las economías Latinoamericanas y la fuerte concentración empresarial. Todo ello le permitió convertirse en la primera potencia industrial del mundo en vísperas de la I Guerra Mundial.

Alemania se vio favorecida por su unificación económica y política, por una política proteccionista y por la concentración industrial y financiera, convirtiéndose en la primera potencia industrial de Europa a principios del siglo XX, por delante de Inglaterra.

En este periodo surge también una gran potencia industrial en Asia: Japón. El inicio de la “Era Meiji” en 1868, supuso la occidentalización e industrialización del país. Esta última se basó en el impulso estatal y en unas elevadas tasas de productividad gracias a la mentalidad japonesa del trabajo.

Concentración empresarial y desarrollo del capitalismo financiero

El aumento de la competencia interna e internacional gracias al desarrollo de los medios de transporte, al aumento de la producción y productividad por la innovación tecnológica y al crecimiento de la demanda por el aumento del nivel de vida, provocó un proceso de concentración empresarial. De manera definitiva, el empresario individual da paso a las sociedades anónimas, en las que el capital necesario para crearlas se divide en acciones que cotizan en la bolsa y proporcionan a su dueño dividendos, positivos o negativos, en función de los beneficios o pérdidas de las empresas.

Además, estas sociedades anónimas tienden a concentrarse, es decir, a formar conglomerados empresariales cada vez más grandes para hacer frente a la competencia y a las necesidades de capital. La concentración podía ser vertical (una sociedad va agrupando empresas relacionadas con la elaboración de un producto, para que todos los márgenes de beneficio queden dentro de ella) u horizontal (una sociedad va agrupando empresas de distintos sectores económicos como defensa frente a los problemas que puedan surgir en alguno de ellos).

La concentración empresarial cada vez más acusada acabó generando problemas de monopolio y falta de competencia, y provocó también el establecimiento de un capitalismo financiero en el que la banca, suministradora del principal bien de producción, el capital, se convierte en clave del sistema. Así, los grandes bancos se convierten en prestatarios de las grandes sociedades y también, en ocasiones, en propietarios de parte de sus acciones.

Primera mundialización de la economía capitalista

La Segunda Revolución Industrial supuso una primera mundialización de la economía que fue paralela al imperialismo, como causa y efecto a la vez.

Así, el descenso de los precios de los productos industriales por el aumento de la productividad, el aumento del consumo de materias primas por el aumento de la producción industrial (que generó a su vez un excedente de productos industriales), la disminución de los costes de transporte por el desarrollo de sus medios y la facilitación de los intercambios comerciales por el establecimiento del patrón oro (fijación del precio de cualquier moneda en relación con el oro que la respalda en los depósitos del banco central emisor) aumentaron exponencialmente el volumen del comercio internacional.

Por otro lado, los grandes beneficios generados en las sociedades industriales empezaron también a invertirse en el exterior, ya fuera en las colonias de cada metrópoli, en países productores de materias primas o en nuevos países industriales. Con ello se buscaban nuevos beneficios, huyendo de los mercados saturados y muy competitivos de las grandes potencias industriales.

Gracias al aumento del comercio y de la inversión exteriores se empezó a gestar un mundo interconectado y dependiente en el terreno económico.

Crecimiento demográfico y grandes migraciones

En este periodo la población europea entró en plena fase de Transición Demográfica, con una natalidad que se mantiene alta y con una mortalidad que registra una fuerte caída por los avances médicos, higiénicos y en el nivel de vida. Así, la población del continente pasa de 270 millones en 1850 a 400 en 1900, en un periodo en el que además millones de europeos emigraron al exterior, lo que sirvió de atenuante para los problemas de exceso de mano de obra disponible y de posibles tensiones sociales. A nivel interno, el crecimiento demográfico y el desarrollo económico provocaron una acentuación del proceso de urbanización y del éxodo rural. A nivel externo, aumentaron los movimientos migratorios transoceánicos.

Las migraciones exteriores crecieron de manera exponencial, cifrándose en 60 millones los europeos que emigraron a otros continentes en el siglo XIX. Las causas de estas migraciones fueron la elevada población joven existente en el continente, lo que producía excedente de mano de obra y problemas de pobreza; el abaratamiento de los medios de transporte; la expansión imperialista de las potencias europeas en África, Asia y Oceanía; y el funcionamiento de la redes familiares en un proceso migratorio que funcionaba de manera escalonada. Los destinos preferentes fueron América, el norte de África, Sudáfrica y Australia-Nueva Zelanda. En cuanto a las zonas de salida, entre 1845-1880 predominaron los emigrantes de la Europa Noroccidental debido a la crisis económica, y entre 1880 y 1914 los movimientos migratorios se intensifican, predominando ahora los emigrantes de la Europa meridional y del Este, zonas en las que el proceso de industrialización había fracasado o se había desarrollado de manera incompleta.

EL IMPERIALISMO

Frente al colonialismo de la Edad Moderna, centrado en América y zonas litorales de África y Asia y consistente en el establecimiento de colonias de poblamiento o de factorías comerciales, predominando una óptica mercantilista, en el último tercio del siglo XIX y principios del siglo XX se establece el Imperialismo. En este caso, consiste en la expansión territorial de las grandes potencias industriales con unos objetivos económicos (necesidad de asegurarse materias primas y mercados en un contexto de creciente competencia internacional y proteccionismo) compatibles con el deseo de asentar a los excedentes demográficos y de cubrir sus necesidades estratégicas y políticas. El desarrollo industrial posibilitó que esta expansión fuera de carácter global y de mayor incidencia, extendiéndose por todos los continentes y suponiendo unas formas de dominación mucho más intensas.

Causas

El imperialismo se produce por la confluencia de múltiples causas: económicas, políticas, científicas, ideológicas y religiosas.

En cuanto a las causas económicas, el aumento de la competencia internacional y la generalización de medidas proteccionistas provocó la necesidad de las potencias industriales de asegurarse el suministro de materias primas baratas y de mercados para sus productos industriales y para la inversión de sus capitales excedentes. Tradicionalmente, estas han sido consideradas las causas principales del imperialismo, aunque recientemente se suele destacar que los costes de mantenimiento de las colonias eran mayores que los beneficios obtenidos de ellas. Sin embargo, esta perspectiva tiende a olvidar que los gastos eran asumidos por toda la sociedad de las metrópolis, mientras que los beneficios se concentraban en las clases altas, que eran las que predominaban políticamente en los regímenes liberales de la época. Evidentemente, para esas clases altas la rentabilidad de las colonias era muy alta. Por otra parte, el desarrollo de los medios de transporte y de la tecnología, aplicada a la industria militar, facilitó la expansión imperialista.

Por lo que se refiere a las causas políticas, estas eran básicamente las necesidades estratégicas (dominar zonas para controlar rutas importantes, asegurar el dominio de una zona dominando las adyacentes) y de prestigio (se asume que para ser una gran potencia había que ser una potencia colonial y los avances de una de ellas provoca el deseo de expansión de las demás), esto último relacionado también con el fuerte nacionalismo de los regímenes liberales de la época.

Las causas científicas son el aumento de los conocimientos geográficos, lo que permitió conocer los recursos de todo el mundo, gracias al desarrollo de los viajes de exploración, de las sociedades geográficas, de las asociaciones coloniales y de la literatura de viajes.

En cuanto a las causas ideológicas, más que de causas podemos hablar de justificaciones. Se desarrolla una ideología favorable al imperialismo basada en el racismo (la superioridad de una raza, la blanca, sobre las demás) y el darwinismo social (las sociedades con mayor desarrollo, es decir, las mejor adaptadas, deben expandirse a costa de las demás para que la humanidad siga avanzando), y que tenía como supuesto objetivo la misión civilizadora, es decir, elevar mediante un proceso de aculturación el nivel político, económico, social y cultural de las sociedades inferiores dominadas. Relacionada con esta misión civilizadora están las causas religiosas, consistentes en la expansión del cristianismo, católico o protestante, a través de misiones.

Formas de dominación colonial

El imperialismo se desarrolló de distintas maneras en función de los objetivos fijados como prioritarios en cada zona por las metrópolis (asentamiento de población, explotación económica, necesidades estratégicas) y de las características de las sociedades dominadas. Así, podemos distinguir entre colonias, dominios, protectorados y concesiones.

Las colonias son el modo más extendido, dándose en zonas donde la población nativa es importante, sus desarrollo previo escaso y donde prima el interés por la explotación económica. En este caso, la zona entra totalmente bajo el dominio de la metrópoli, que lo ejerce a través del establecimiento de una administración dependiente y del asentamiento de colonos blancos, que serían la minoría dominante. Este es el caso de la mayor parte de las colonias del África Negra.

Los dominios o colonias de poblamiento se establecen en zonas donde la población nativa era escasa (Canadá, Australia, Nueva Zelanda) o donde la antigüedad de la conquista o las buenas condiciones naturales han favorecido el asentamiento de una numerosa población de la metrópoli (caso de Sudáfrica y Argelia). En este caso, la administración colonial es ejercida por instituciones de gobierno autónomo de los colonos, que dominan y marginan a la población nativa, sea esta mayoritaria o minoritaria.

En cuanto a los protectorados, son una forma de dominación colonial atenuada en su apariencia exterior para evitar descontentos o conflictos nacionalistas en su población nativa, estableciéndose en zonas con un destacado desarrollo previo, como eran los países árabes del Norte de África y de Oriente Próximo y los países del sur de Asia, como India o Malaysia. En ellos se siguen manteniendo las autoridades locales, que son teóricamente independientes, pero la potencia imperial controla su defensa, su política exterior y su economía. En este sentido, constituyen un claro precedente de lo que posteriormente se llamaría neocolonialismo y de hecho era la situación bajo la que estaban las antiguas colonias españolas y portuguesas de América tras su independencia a principios del siglo XIX.

Por último, las concesiones consistían en la división de un país en distintas zonas de influencia para varias potencias, es decir, eran prácticamente un protectorado compartido. Esta situación se producía en zonas con un buen nivel de desarrollo previo, en el que se preveían grandes dificultades nacionalistas para su dominación directa y en las que convergían los intereses estratégicos y económicos de distintas potencias, lo que podía provocar una guerra entre ellas. Este fue el caso de China (demasiado grande, poblada y desarrollada para ser dominada ni directamente ni por una única potencia), de Tailandia (donde entraban en conflicto los intereses de Francia y Gran Bretaña) o de Irán (donde los hacían los de Rusia y Gran Bretaña).

La expansión imperial

Aunque tenía sus bases en el colonialismo de la Edad Moderna, entre 1870 y 1914 se acentúa se desarrolla el nuevo imperialismo, impulsado por el desarrollo tecnológico y económico de la Segunda Revolución Industrial y por la adopción de políticas económicas proteccionistas. La expansión fue muy rápida, tanto en África, continente que se reparte entre las potencias en la Conferencia de Berlín de 1884-1885, como en Asia-Oceanía, donde para finales del sigo XIX se han configurado las zonas de dominio de cada potencia. A partir de entonces, se producen numerosos conflictos entre potencias, como el enfrentamiento franco-británico por Sudán y la guerra entre España y EEUU por Cuba y Filipinas (1898), la guerra anglo-boer en Sudáfrica (1899-1902), la guerra ruso-japonesa (1904-1905) y las crisis de Marruecos (1906 y 1911).

El reparto colonial configuró distintos imperios, con una importancia proporcional a la influencia internacional y el desarrollo industrial de cada país. Así, el principal imperio fue el británico, que se extendía por América (Canadá), África (de Egipto a Sudáfrica, con otros enclaves como Nigeria), Asia (India, Malaysia, Singapur) y Oceanía (Australia y Nueva Zelanda). Le seguía en importancia el imperio francés, extendido básicamente por África (Africa noroccidental, Congo, Madagascar) y Asia (Indochina). Muy lejos de las dos anteriores quedan potencias europeas secundarias, como Holanda (Indonesia), Bélgica (Congo Belga) y Rusia (Siberia, Turquestán). Otros países menos desarrollados industrialmente y con menor peso internacional consiguen reducidos imperios, como España (Guinea Ecuatorial, Sáhara Occidental y norte de Marruecos) o Portugal, en este caso más amplio por conservar restos de su colonialismo en la Edad Moderna (Guinea Bissau, Angola, Mozambique, Timor, Goa y Macao). Tanto Italia como Alemania llegaron tarde al reparto colonial por su tardía unificación (1870), lo que hizo que pese a su potencial tuvieran pocas colonias. Así, Italia poseía Libia, Eritrea y Somalia, mientras que Alemania, que se acabó convirtiendo en la primera potencia industrial europea, contaba con Togo, Camerún, África Oriental y África del Sudoeste. A la larga, esto provocó conflictos por el deseo expansionista de ambos países.

Fuera de Europa, sólo los países que desarrollaron el proceso de industrialización acabaron configurando imperios coloniales. EEUU elaboró una doctrina fundamentadora del imperialismo sobre el resto de América: la “Doctrina Monroe” (América para los americanos) y el “Destino Manifesto” (misión civilizadora norteamericana en América). En principio, la expansión se dirigió hacia el oeste, a costa de las tribus indias y de México. La victoria sobre España en 1898 le permitió asentar su dominio en el Caribe, donde pasó a aplicar la política del “Gran Garrote” a partir de 1901, luego extendida al resto de América Latina, e iniciar su expansión extracontinental con la anexión de las Islas Filipinas y la conquista de las islas Hawai. Por lo que se refiere a Japón, su industrialización le llevó a una expansión territorial cuyos objetivos fundamentales eran Corea y China. Así, la victoria sobre este último país en 1894-1895 le llevó a controlar Corea y a penetrar económicamente en China. La posterior victoria robre Rusia en 1904-1905 reforzó su posición, anexionándose Corea y estableciendo un protectorado en la región china de Manchuria (1910).

Consecuencias

Las consecuencias del imperialismo fueron políticas, económicas y sociales.

En el ámbito político, el imperialismo provocó conflictos entre las metrópolis y en las colonias provocó el establecimiento de fronteras artificiales (origen de futuros conflictos) y el nacimiento de movimientos nacionalistas en favor de la independencia.

En la economía, el imperialismo favoreció el crecimiento económico de las potencias industriales y una estabilización de sus sistemas políticos, gracias al aumento del nivel de vida y a la salida de los excedentes demográficos. En las colonias, el imperialismo se tradujo en una explotación extrema de su economía, organizada en función de los intereses de las metrópolis. Así, se convirtieron en suministradoras de materias primas baratas (basándose en el pago de bajos salarios y en la expropiación de tierras y recursos mineros) y en consumidoras de productos industriales (lo que arruinó a la artesanía nativa), quedando inmersa en un comercio desigual que las empobrece. Además, la situación se agrava por el crecimiento demográfico (al ser introducidas las colonias en la Fase de Transición demográfica, pero no como consecuencia de su desarrollo socioeconómico sino de la implantación de avances médicos e higiénicos por los colonizadores) y por la incapacidad de suministrar alimentos a su población debido al empleo de las mejores tierras a plantaciones de cultivos de exportación.

Por último, en el ámbito social, el imperialismo desestructuró a las sociedades nativas, muchas de ellas tribales; generó una polarización social interna entre la población en general y las élites colaboracionistas; y provocó un intenso proceso de aculturación.

Todas estas características provocaron el nacimiento posterior del Tercer Mundo.

CONCLUSIONES

El fuerte crecimiento económico y la creciente competencia internacional debidas a la Segunda Revolución Industrial provocaron la expansión imperialista de las potencias industriales europeas, de EEUU y de Japón. Esta expansión generó conflictos entre las potencias, lo que acabó dando lugar a la I Guerra Mundial (1914-1918) y al asentamiento de un capitalismo financiero escasamente controlado por los Estados, lo que acabaría generando dinámicas especulativas proclives a la crisis, como dejó patente la Gran Depresión iniciada en 1929. En cualquier caso, la principal consecuencia a largo plazo es la acentuación de las diferencias socioeconómicas entre el mundo desarrollado y subdesarrollado, origen profundo de la globalización desequilibrada del mundo actual.

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LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y EL PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓN

Tema 3 de Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato sobre la Revolución Industrial y el proceso de Industrialización, por Carlos Javier Garrido García.

Máquina de Vapor de Watt, clave en la Industrialización. Fuente: Wikipedia.

INTRODUCCIÓN

De manera paralela al proceso de revolución liberal, y con relaciones causa efecto en ambas direcciones, se produjo el proceso de revolución Industrial, desarrollado en Gran Bretaña desde el siglo XVIII y difundido ya en el XIX a Europa, Norteamérica y Japón en el llamado proceso de Industrialización. Como consecuencia de todo ello, se establece un nuevo sistema económico, el capitalismo, y se consolida una nueva organización social, la sociedad de clases.

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN GRAN BRETAÑA

Concepto y características

El proceso de Revolución Industrial supuso un cambio total en las bases económicas, pasando de una economía estancada, basada en la agricultura de subsistencia, en la producción artesanal y en un comercio limitado, a otra economía caracterizada por su crecimiento sostenido y basada en una agricultura de mercado, en la producción industrial y el desarrollo comercial y financiero.
Se desarrolló en dos grandes fases: la Primera Revolución Industrial, desarrollada entre 1780 y 1850, que se basó en el uso energético del carbón a través de la máquina de vapor y sus principales industrias fueron la textil y la siderúrgica; y la Segunda Revolución Industrial, desarrollada entre 1870 y 1914, basada en el uso energético del petróleo a través del motor de explosión, en la electricidad y en nuevas industrias como la química y la automovilística. En este tema, nos vamos a centrar en la primera de estas fases, siendo objeto de la segunda el Tema 5.

Causas de la Revolución Industrial

Las causas de la Revolución Industrial son básicamente tres: el crecimiento demográfico, las transformaciones agrarias y la situación política de Inglaterra.
En cuanto al crecimiento demográfico, en esta época se produce el inicio de la Transición Demográfica, es decir, del paso del ciclo demográfico antiguo (caracterizado por unas altas tasas de natalidad y mortalidad y un bajo crecimiento vegetativo, que además desaparecía por periódicas crisis de sobremortalidad, debidas a malas cosechas, epidemias y guerras, por lo que la población tendía al estancamiento) al ciclo demográfico moderno (caracterizado por bajas tasas de natalidad y mortalidad y un crecimiento igualmente bajo o, incluso, negativo). Entre ambas fases se sitúa la Transición, que en una primera fase, iniciada en Inglaterra en el siglo XVIII, se caracteriza por el mantenimiento de la alta natalidad, que incluso aumenta un poco, y el progresivo descenso de la mortalidad. Las causas para ello fueron la mejora de la alimentación por el desarrollo agrario (que luego veremos), la mejora de los transportes y los avances higiénico-sanitarios, provocando todo ello una menor mortalidad y también un adelantamiento en la edad de acceso al matrimonio, lo que aumentó la natalidad. El crecimiento de la población favoreció a la industrialización por el aumento de la demanda y el aumento de la oferta de mano de obra.
Las transformaciones agrarias o Revolución Agraria consisten básicamente en el establecimiento de una agricultura de mercado y en un aumento de la productividad. Para ello fue necesario el asentamiento de la plena propiedad privada, mediante las leyes de cercamiento y en la introducción de novedades técnicas, como la rotación trienal y la mecanización, y de nuevos cultivos, como el maíz y la patata. En la ganadería, creció la estabulación del ganado, lo que permitió una mayor producción y un aumento de los abonos de origen animal, lo que favoreció a la agricultura. El aumento de la productividad permitió una mejora en la alimentación, lo que aumentó la población, y un crecimiento de los beneficios de los agricultores, lo que aumentó la demanda de productos industriales y proporcionó capitales a la naciente industria. Por último, la mecanización de las tareas agrícolas provocó un aumento del desempleo y originó un fuerte movimiento de población hacia las ciudades (éxodo rural), proporcionando abundante mano de obra a la naciente industria.
Por último, Inglaterra presentaba unas condiciones políticas que favorecieron que se produjera allí el proceso de Revolución Industrial. Por un lado, desde la Revolución de 1688 el país contaba con un régimen liberal, por lo que las normas del Estado favorecieron el desarrollo industrial, estableciendo los principios de libre empresa e iniciativa privada. Por otra parte, Inglaterra era la principal potencia marítima del momento, lo que le permitió acceder a las materias primas y tener mercados para sus productos a nivel mundial. Precisamente, en el siglo XVIII es cuando se ponen las bases del gran imperio británico.

Las industrias pioneras

El desarrollo de la industria en Gran Bretaña se debió a la constante innovación técnica, gracias a la estrecha relación entre científicos y fabricantes. El desarrollo del proceso era impulsado por el mecanismo desafío-respuesta: una innovación en un determinado sector provocaba una cascada de innovaciones posteriores que a su vez provocaban otras.
Durante la Primera Revolución Industrial el desarrollo se centró en dos industrias: la textil algodonera, debido a que el vestido era un bien de primera necesidad con alta demanda, y la siderúrgica, ya que la mecanización y el desarrollo de los transportes (ferrocarril) aumentó la demanda de hierro y acero.
En cuanto a la Industria textil, su desarrollo se basó en la sustitución de la lana y otras fibras por el algodón, producto de importación que permitía una más fácil mecanización de las tareas y un menor coste de producción. Ya en 1764 se inventó la máquina de hilar, mejorada por el invento de la máquina de vapor en 1776, estableciéndose los primeros telares mecánicos en 1785. Gracias a ello, la industria textil algodonera se convirtió en el sector rector del proceso de industrialización, sirviendo de impulso para el desarrollo de otras industrias, como la siderúrgica, la metalúrgica y la química, de la minería del carbón, del comercio internacional por la importación de la materia prima y del desarrollo de los transportes.
Por lo que se refiere a la industria siderúrgica, el uso del carbón mineral (coque) en sustitución del vegetal, permitió una mayor productividad y un aumento de calidad. Para esto último, fueron básicos también los nuevos sistemas de laminado y pudelado, que permitieron reducir las impurezas, produciéndose un hierro más resistente y maleable. El desarrollo del sector se vio favorecido por la alta demanda debida al desarrollo de la mecanización y de los transportes.

La Revolución de los transportes y comercial

En el desarrollo del proceso de industrialización fue causa y efecto a la vez el desarrollo de los transportes, ya que este permitió disminuir los costes de producción y aumentar los mercados y a la vez el aumento de la producción y de la demanda provocaron la necesidad de mejorarlos. En un principio, Inglaterra se centró en la mejora de los medios de transporte tradicionales, como la red de canales navegables y la red de carreteras. Sin embargo, a principios del siglo XIX se inician los cambios revolucionarios con la aplicación de la máquina de vapor, concretada en el desarrollo del barco a vapor en 1807 y del ferrocarril en 1830. Estas innovaciones permitieron aumentar la velocidad y capacidad de carga, lo que abarató los costes, permitiendo un aumento de la producción y del consumo. Además, el desarrollo de los nuevos medios de transportes impulsó la industria siderúrgica y el elevado coste de las infraestructuras ferroviarias incentivó la formación de grandes sociedades de capital.
En cuanto al desarrollo del comercio, en el proceso de industrialización fue clave el comercio exterior. Este creció debido al desarrollo de los transportes y tenía como productos principales las materias primas como el algodón, los esclavos y los tejidos. El desarrollo de este comercio incentivó la expansión colonial, aumentó la demanda de los productos industriales y favoreció una acumulación de capitales que, en parte, fueron reinvertidos en la industria.

La nueva mentalidad empresarial

El proceso industrializador se vio favorecido por el desarrollo del capitalismo y del espíritu empresarial, ambos elementos impulsados a su vez por el mismo proceso. La acumulación de capitales incentivó el espíritu de empresa y permitió el desarrollo de la banca y el establecimiento de sociedades anónimas. Estas dos últimas instituciones fueron aumentando su importancia ya que el desarrollo técnico y el aumento de la demanda y de la competencia aumentaron el tamaño de las empresas y sus necesidades de financiación. Así, el empresario individual fue sustituido progresivamente por las sociedades y corporaciones empresariales.

EL PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓN

Cuando hablamos de Revolución Industrial nos referimos exclusivamente al caso de Gran Bretaña, que es donde el proceso se desarrolla antes y de manera más intensa. La difusión de las innovaciones británicas a otros países es lo que se conoce como proceso de industrialización. Este fue especialmente intenso en Estados Unidos, independizado de Gran Bretaña en 1776 y que se vio favorecido por sus enormes recursos naturales, los mercados iberoamericanos y su régimen político y mentalidad liberales. En el caso de Europa Occidental, la industrialización fue intensa en Bélgica, Francia y Alemania, aunque con una mayor falta de iniciativa privada, que fue suplida por la acción impulsora del Estado, que creó empresas públicas, sobre todo siderúrgicas, e impulsó la construcción de las redes ferroviarias. Por último, el proceso de industrialización fue también intenso en Japón, aunque de manera más tardía, ya que no empezó hasta que la Revolución Meiji de 1868 occidentalizó al país.
El resto del mundo permaneció estancado en una economía preindustrial durante la primera mitad del siglo XIX, habiendo solo en algunos casos núcleos industriales aislados, como fue el caso de Cataluña en España o Lombardía en Italia. Esto se debió a una mayor pervivencia de las mentalidades y organizaciones políticas tradicionales, a una ausencia de revolución agraria y, en el caso de Iberoamérica, África, Asia y Oceanía, al colonialismo, que convirtió a estas zonas en productoras de materias primas y consumidoras de productos industriales importados de sus metrópolis.

LIBERALISMO ECONÓMICO Y CAPITALISMO

La Revolución Industrial y la Industrialización supusieron el establecimiento de una economía liberal, basada en la propiedad privada, la libre empresa, el mercado libre (librecambismo) y la no intervención del Estado en la economía. Esta economía se basaba en las ideas del liberalismo económico y dio lugar al nacimiento del sistema económico capitalista.

Bases teóricas del liberalismo económico

Las bases teóricas del liberalismo económico o liberalismo clásico, fueron establecidas por una serie de autores de finales del siglo XVIII y principios del XIX. El principal de ellos fue Adam Smith, que en 1776 publicó su libro “La riqueza de las naciones”. Defendía la iniciativa privada frente a la del Estado, la autorregulación del mercado, que la riqueza procedía del trabajo y que este debía dividirse técnicamente. El clérigo Robert Malthus, en su libro “Ensayo sobre el principio de la población” (1798), defendió la ley de crecimientos decrecientes, por la que la población crecía a un mayor ritmo que la producción de alimentos, lo que llevaba a crisis de sobrepoblación. Más importantes son David Ricardo, fallecido en 1823, que defendió el librecambismo y la división internacional del trabajo, y John Stuart Mill, que en su libro “Principios de economía política” (1848) defendió que era necesario que el Estado interviniera en la economía a través de la prestación de servicios públicos básicos y en la regulación laboral, pero sin interferir en el mercado y la libre empresa.

El sistema económico capitalista

El nuevo sistema económico capitalista se caracterizaba por la acumulación de capitales, una economía de base industrial, el establecimiento de una sociedad de clases y el crecimiento económico y mejora de las condiciones de vida como objetivos principales. Sin embargo, estos elementos generaron grandes desigualdades sociales, entre unos grupos dominantes, que se enriquecen y dominan política y económicamente la sociedad, y las clases bajas, especialmente los obreros industriales, que en un principio vieron deteriorarse sus condiciones de vida y de trabajo.

LA NUEVA SOCIEDAD DE CLASES

Gracias a los cambios políticos (revoluciones liberales) y económicos (industrialización), la sociedad estamental es sustituida por una sociedad de clases en la que esta se estructura en función de la riqueza y presenta una relativa movilidad social.
En cuanto a las clases altas, son la minoría dominante y estaba compuesta por la alta nobleza, que sigue conservando en parte su prestigio, su influencia política y su riqueza, y la alta burguesía, compuesta por grandes industriales, comerciantes, banqueros y propietarios agrícolas, que se convierte en el grupo dominante tanto en lo socioeconómico como en lo político, esto último gracias al sufragio censitario. Desarrollan un modo de vida opulento y ostentoso a imitación de la antigua aristocracia y defendían una ideología basada en el progreso, el esfuerzo individual y la religión.
Las clases medias van a ir aumentando gracias al desarrollo económico. Estaban formadas por pequeños y medianos empresarios, trabajadores especializados, profesiones liberales y funcionarios. Su creciente peso hará que entren en disputa por el poder político con los grupos dominantes, exigiendo un sufragio menos censitario. Su ideología ponía el acento en el valor del trabajo sobre el ocio y la ostentación y la importancia de la vida familiar.
En las clases bajas, que son la mayoría social, destaca la aparición del proletariado, es decir, de los obreros industriales. Antiguos campesinos y artesanos, con la industrialización ven empeorarse sus condiciones de vida debido a las malas condiciones laborales y salariales, el trabajo infantil y las condiciones de hacinamiento e insalubridad de los barrios industriales. Como consecuencia de ello, se potencian los movimientos democráticos y surgió el movimiento obrero.

CONCLUSIONES

La Primera Revolución Industrial es causa y efecto a la vez de un proceso paralelo, las Revoluciones Liberales. Gracias a ambos se estableció un nuevo sistema político (liberalismo), social (sociedad de clases) y económico (capitalismo) que es la base del Mundo actual. Sin embargo, el nuevo sistema estaba basado en la desigualdad y el predominio de las clases altas-medias, lo que explica el descontento de las bajas y el inicio de nuevos ciclos revolucionarios basados en las ideas de democracia y del movimiento obrero.
La importancia de este tema radica también en que permite entender la complejidad explicativa de los fenómenos sociales, que depende de relaciones causa-efecto que se mueven en múltiples direcciones.

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EL MOVIMIENTO OBRERO

Tema 4 de Historia del Mundo Contemporáneo referente al movimiento obrero, por Carlos Javier Garrido García.

Karl Marx y Mijail Bakunin, dos de los grandes teóricos del movimiento obrero. Fuente: elviejotopo.com

INTRODUCCIÓN

Las revoluciones liberales y el proceso de industrialización dieron lugar a una nueva clase social, el proletariado, sometida a la marginación en la vida política y a unas condiciones de vida y de trabajo muy duras. El descontento, canalizado en principio en reivindicaciones que no ponían en duda los principios liberales y capitalistas, terminó dando lugar a unas nuevas ideologías que plantearon alternativas sociopolíticas basadas en la igualdad política y social. Estas nuevas ideologías, fundamentalmente el marxismo y el anarquismo, acabaron dando lugar al movimiento obrero, concretado en la creación de asociaciones internacionales que supusieron la difusión de sus principios a nivel mundial.

CAUSAS DEL MOVIMIENTO OBRERO: PROBLEMAS SOCIALES DE LA INDUSTRIALIZACIÓN

La clase obrera o proletariado tiene su origen en los jornaleros, siervos y pequeños propietarios rurales que, arruinados por la mecanización, la pérdida de terrenos comunales y la competencia de las grandes propiedades, emigran en masa del campo a las ciudades (éxodo rural), y en los trabajadores a domicilio y los integrantes de los gremios artesanales, arruinados por la competencia de la industria. Todos ellos tomaron conciencia de su situación y forjaron su identidad de grupo (conciencia de clase) gracias a su agrupación en los barrios obreros de las ciudades y a la existencia de unas duras condiciones laborales.

En cuanto a los barrios obreros, el éxodo rural provocó un fuerte crecimiento urbano, iniciándose el proceso de segregación urbana, es decir, de la división de la ciudad en distintos barrios con unas condiciones de habitabilidad y con unas clases sociales contrastadas. Surgen así tanto lo ensanches burgueses, caracterizados por su planificación, su plano ortogonal y la buena calidad de sus calles y viviendas, asentándose en ellos las clases altas y medias, como los barrios obreros, situados en la periferia, junto a las instalaciones industriales, sin planificación, un plano irregular , ausencia de dotaciones de alcantarillado e iluminación y unas viviendas de mala calidad.

Por lo que se refiere a las duras condiciones laborales, sus causas eran las fuertes necesidades de capital por parte de las empresas por la competencia y la mecanización, la mentalidad empresarial de búsqueda del máximo beneficio a toda costa, el fuerte crecimiento demográfico y éxodo rural que aumentaron la demanda de trabajo y la ausencia de regulación por parte del Estado, por lo que las condiciones de trabajo eran fruto de una desigual y directa negociación entre empresario y trabajador. Como consecuencia de todo ello, las condiciones laborales estaban marcadas por la larga duración de la jornada laboral (hasta 16 horas diarias), la estricta disciplina, la supresión de descansos, el despido libre, la ausencia de protección y de derechos laborales o sindicales, las malas condiciones higiénico-sanitarias y de iluminación en las fábricas, y el trabajo repetitivo y rutinario asociado a la mecanización y división del trabajo. Además, se abusó, buscando el pago de menores salarios, del trabajo femenino e infantil. Todo ello provocó que en estos periodos iniciales empeoraran los niveles de vida de las clases bajas. Sin embargo, a largo plazo, esta situación provocaba descontento y conflictividad, dando lugar al movimiento obrero, y estancamiento económico, ya que limitaba el consumo, lo que explica que se iniciara el camino, que veremos en el tema siguiente, hacia la mejora de las condiciones de vida y de trabajo del proletariado.

ORÍGENES: LUDISMO, CARTISMO Y SINDICALISMO

Las duras condiciones de vida y de trabajo de los obreros dieron lugar a movimientos de protesta y de lucha por su mejora. En un principio, los obreros optaron por el asociacionismo, creando sindicatos, en un principio de ámbito empresarial o local.

Frente a ello, la burguesía, que ostentaba el poder político, optó por prohibir las asociaciones sindicales, alegando que entorpecían la libre oferta y demanda (“Combination Laws”, 1799-1800). Esto provocó el surgimiento de una postura radical, el Ludismo, consistente en revueltas en las que las máquinas eran destruidas, ya que se las consideraba culpables del deterioro de sus condiciones laborales, y de movimientos de protesta exigiendo el derecho a la libre asociación. Tras la Masacre de Peterloo (1819), este derecho fue finalmente reconocido en Gran Bretaña en 1824.

A partir de ese momento, el movimiento obrero se centró en crear sindicatos más fuertes, tendiendo a agrupar a todos los oficios a nivel nacional, y a conseguir establecer regímenes democráticos como medio de conseguir una legislación de protección laboral. Así, en 1834 se crea la primera gran central sindical en Gran Bretaña (GNTU), y surge el movimiento cartista en defensa del sufragio universal masculino, que en 1838 publica la denominada “Carta del Pueblo”. Sin embargo, ambos movimientos fracasaron, lo que unido al paulatino aumento del nivel de vida de los obreros determinó que el movimiento obrero inglés se decantara por posturas más pacifistas y reformistas que en el resto de las zonas industriales.

En cuanto al resto del mundo, en Estados Unidos y Europa el movimiento obrero sufre una evolución paralela al caso británico, aunque eso sí, de manera más tardía, con una menor fuerza y con unas posturas a veces más violentas y radicales como consecuencia de su menor desarrollo socioeconómico.

LAS BASES IDEOLÓGICAS ALTERNATIVAS AL CAPITALISMO

El fracaso del ludismo, del cartismo y del sindicalismo para conseguir una mejora rápida y sustancial de las condiciones de vida y de trabajo de los obreros hizo surgir las primeras ideologías del movimiento obrero que pasan de una postura reformista a otra revolucionaria, planteando alternativas a la sociedad de clases y a la economía capitalista.

Socialismo Utópico

Este término fue acuñado por los marxistas en un sentido despectivo, ya que consideraban que sus principios eran irrealizables y poco realistas. Sus bases ideológicas son la defensa de una sociedad ideal en la que empresarios y trabajadores colaboraran basándose en los principios de la solidaridad y el pacifismo. Sus pensadores más destacados fueron Fourier (que propuso la creación de cooperativas autosuficientes a las que denominaba falansterios) y Owen (empresario que defendía la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de sus obreros). Pese a su fracaso, el socialismo utópico supuso el primer movimiento ideológico obrero que presentó una alternativa a la realidad socioeconómica de su época.

Marxismo

El Marxismo o Socialismo Científico es una ideología configurada por Karl Marx y Friedrich Engels, que publicaron en 1848 su texto fundacional: “El Manifiesto Comunista”.

Parte de un análisis de la realidad de la época basado en dos principios: el materialismo histórico, que entiende que son las características socioeconómicas las que determinan a las políticas e ideológicas; y la lucha de clases, es decir, el enfrentamiento entre opresores y oprimidos que ha sido el motor de la historia, ya que de esa lucha nace una nueva sociedad en la que se repiten los enfrentamientos.

Como alternativa al capitalismo, defiende una sociedad perfecta, en la que la ausencia de propiedad privada determinaría la ausencia de clases sociales y, por tanto, de conflictos, por lo que no sería necesario el Estado, entendido como entidad destinada al control social y a la defensa de unos determinados intereses de clase. Sobre cómo llegar a esa sociedad ideal, defiende la organización de los obreros más conscientes y preparados en partidos socialistas, cuyo objetivo sería tomar el poder político a través de una revolución. Tras ello se establecería la Dictadura del Proletariado, régimen temporal en el que se asentaría el nuevo orden social y se eliminaría a la oposición. Hecho esto, se pasaría a la sociedad ideal sin clases sociales y sin Estado. Esta corriente se convirtió en la mayoritaria del movimiento obrero y, como veremos, se acabó dividiendo entre reformistas o socialistas y revolucionarios o comunistas.

Anarquismo

El anarquismo cuenta con pensadores como Mijael Bakunin y Piotr Kropotkin. Aunque comparte con el marxismo las bases de su análisis (materialismo y lucha de clases) y sus objetivos (sociedad sin clases y sin Estado), difiere del anterior como consecuencia de su defensa a ultranza del principio de libertad individual. Esto provoca su rechazo ante los partidos políticos, ya que agrupan solo a una minoría y se basan en la delegación de la autoridad, y ante la Dictadura del Proletariado, ya que consideraban que esta supondría una nueva división de clases entre gobernantes y gobernados, y tendería a perpetuarse. Por tanto, defendían que la revolución la debía hacer la mayoría social y, sin periodo de transición, establecer la sociedad sin clases y sin Estado. Tuvo un carácter más minoritario que el marxismo, aunque contó con amplia difusión en los países menos industrializados y con regímenes más autoritarios de la Europa Mediterránea y del Este.

LAS INTERNACIONALES OBRERAS

El movimiento obrero revolucionario, ya fuera marxista o anarquista, terminó estableciendo organismos internacionales de lucha, como consecuencia de la expansión mundial de la nueva sociedad burguesa y de la economía capitalista.

Así, en 1864 fue fundada en Londres la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o Primera Internacional, en la que se integraron en principio las tendencias marxistas y anarquistas. Sin embargo, el papel dirigente fue asumido pronto por Marx, estableciendo como principios de la entidad la conquista del poder político por el proletariado. Esto llevó al enfrentamiento entre marxistas y anarquistas, agravado aún más por la decisión de los partidos marxistas de presentarse a las elecciones y por el fracaso de la Comuna de París de 1871. Un año después, Bakunin fue expulsado de la Internacional, creando una nueva internacional antiautoritaria, y los conflictos internos acabaron provocando la disolución de la Primera Internacional en 1876.

En 1889 las corrientes marxistas crearon la Internacional Socialista o Segunda Internacional, con la exclusión de los anarquistas. En su seno empezó a hacerse patente la división entre socialistas reformistas y comunistas revolucionarios, agravada por temas como el colonialismo y la I Guerra Mundial. El triunfo de los bolcheviques en Rusia en 1917 acentuó la división, siendo este el origen de la Internacional Comunista o Tercera Internacional, creada en 1919.

CONCLUSIONES

El sometimiento del proletariado a una situación de marginación política, como consecuencia del triunfo de las revoluciones liberales burguesas, y de malas condiciones de vida y de trabajo, como consecuencia del asentamiento de la sociedad de clases y del sistema económico capitalista, provocó el nacimiento del movimiento obrero. Este, que pronto pasa a defender alternativas revolucionarias frente al orden dominante, ejerció una presión creciente, lo que unido al estancamiento económico que provocaba la limitación de la demanda por la miseria obrera, explica el cambio que se va a producir en la segunda mitad del siglo XIX. Los regímenes liberales optaron por aumentar el nivel de vida de los obreros. El consiguiente descenso en los beneficios empresariales intentó ser subsanado de dos maneras: a través del desarrollo tecnológico y cambios en la organización del trabajo para aumentar la productividad, lo que llevó a la Segunda Revolución Industrial; y a través del traspaso de la explotación laboral y económica extrema al resto del mundo, adonde podían también emigrar los excedentes demográficos, lo que llevó al Imperialismo.

Ambos procesos, Segunda Revolución Industrial e Imperialismo, serán objeto de estudio del siguiente tema.

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LIBERALISMO Y NACIONALISMO

Tema 2 de Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato referente al Liberalismo el Nacionalismo, por Carlos Javier Garrido García.

«La libertad guiando al pueblo», de Delacroix.

INTRODUCCIÓN

Como consecuencia del fortalecimiento de la burguesía y de la difusión del movimiento de la Ilustración en el siglo XVIII, se consolida el movimiento político del Liberalismo, que se une a otro nuevo movimiento, el Nacionalismo. Ambos en conjunto lograron, a través de múltiples procesos revolucionarios entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, acabar con el Antiguo Régimen en Europa Central y Occidental y en América. Así, la monarquía absoluta fue sustituida por regímenes políticos liberales, la sociedad estamental por una sociedad de clases y la economía agraria de subsistencia por otra de base industrial. La gran beneficiaria de todos estos cambios fue la burguesía, que se convierte de la nueva clase dominante.
En este tema vamos a analizar todos estos procesos revolucionarios basados en el Liberalismo y el Nacionalismo y los nuevos regímenes políticos a que dieron lugar. En el tema 3 analizaremos los cambios sociales y económicos.

LA INDEPENDENCIA DE ESTADOS UNIDOS

En cuanto a sus causas, durante el siglo XVII Inglaterra había establecido 13 colonias en la costa este de Norteamérica, consolidando un fuerte crecimiento económico y demográfico en el siglo XVIII. Se generó así una sociedad en la que la fuerza de los estamentos privilegiados era muy escasa, donde la burguesía era muy fuerte y donde el régimen liberal establecido a partir de 1689 no tenía aplicación total, no teniendo, por ejemplo, los colonos americanos representación en el parlamento inglés. Junto a este ambiente social favorable y descontento político se unió el descontento fiscal. Como consecuencia de la Guerra de los Siete Años contra Francia (1756-1763), se produjo un enfrentamiento con los colonos franceses de Canadá. A partir de entonces, los gastos de la guerra y de la posterior defensa de las colonias serían sufragados por los propios colonos. Este aumento de impuestos fue el que provocó el Motín del Té en Boston en 1773.
El conflicto se origina con la Declaración de Independencia de 1776, iniciándose una guerra entre las tropas británicas y los colonos americanos, adoptando estos últimos la táctica de guerrillas. Gracias a la ayuda de Francia y España, los colonos pudieron organizar su propio ejército y lograr la decisiva victoria de Yorktown (1781). Finalmente, Inglaterra reconoció la independencia de Estados Unidos por el Tratado de Paz de París de 1783.
Se establece así un nuevo régimen político liberal, cuyas bases se fijaron en la Constitución de 1787. Esta refleja las principales características del liberalismo, como la soberanía nacional, los derechos individuales y la división de poderes. En cuanto a esta última, el poder ejecutivo lo ostenta el presidente (a la vez jefe de estado y presidente del gobierno), el legislativo el parlamento dividido en dos cámaras (Senado y Cámara de Representantes) y el judicial los tribunales de justicia independientes (el de mayor rango, el Tribunal Supremo). Todas estas instituciones eran elegidas por la población a través de sufragio censitario (sólo tenían derecho a voto la población blanca y con una renta mínima, excluyéndose a pobres y minorías étnicas como negroafricanos e indígenas). Estados Unidos se establece como un Estado federal, es decir, compuesto por distintos estados, cada uno con sus propias instituciones políticas y legislación y en cuya población residía la soberanía.

3. LA REVOLUCIÓN FRANCESA (1789-1815)

Causas

Las causas de la Revolución Francesa son básicamente tres: en primer lugar, la difusión de las ideas ilustradas y del Liberalismo a la largo del siglo XVIII; en segundo lugar, el ejemplo de la independencia de EEUU en 1776; y, en tercer lugar, los problemas de la Hacienda Real.
En cuanto a esta última, la crisis económica (malas cosechas) y los grandes gastos militares por la guerra contra Inglaterra provocaron un aumento del déficit del Estado. Frente a ello, se tomó la decisión de que los privilegiados pagaran impuestos. Sin embargo, la nobleza y el clero se negaron a ello en la Asamblea de Notables de 1787, alegando sus privilegios estamentales y que cualquier nuevo impuesto debía ser aprobado por la asamblea estamental, los Estados Generales. La convocatoria permitió una mayor difusión de las ideas liberales aprovechando la elaboración de los cuadernos de quejas.

La Asamblea Nacional (1789-1792)

Los Estados Generales se reunieron en 1789. Desde el inicio se produjo un debate sobre el sistema de voto: los privilegiados querían el sistema tradicional, con reunión por separado de cada estamento y teniendo un voto cada uno de ellos, ya que esto le permitía ganar siempre las votaciones; sin embargo, el Estado Llano quería la reunión conjunta de los tres estamentos y el voto por diputado, ya que esto le permitiría dominar las votaciones.
La falta de acuerdo provocó que los diputados del Estado Llano y algunos del clero y la nobleza abandonaran los Estados Generales y se reunieran en el Juego de Pelota, proclamándose como Asamblea Nacional, es decir, representantes verdaderos de la soberanía nacional, y pusieron como objetivo prioritario la elaboración de una Constitución.
Pese a la oposición del rey, Luis XVI, el apoyo de las clases bajas o “sans-culottes” (Asalto a la prisión de la Bastilla, formación de la Guardia Nacional, revueltas campesinas del “Gran Miedo”) le obligó a aceptar la Asamblea, que empezó de inmediato a legislar: abolición del sistema feudal, Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano (1789), constitución civil del clero (1790) y Constitución de 1791 (que recoge las principales características del liberalismo: soberanía nacional, igualdad ante la ley, división de poderes y sufragio censitario). Frente a todo ello, el rey comenzó a conspirar, lo que provocó su detención en 1791. A este problema se unió la oposición de las monarquías absolutas europeas, que temían una extensión de la revolución, declarando Austria la guerra a Francia en 1792.

La Convención (1792-1794)

La Revolución de 1789 y la Constitución de 1791 habían supuesto el establecimiento de un régimen liberal dominado por la burguesía a través del sufragio censitario. Frente a ello, las clases bajas (sans-culottes) se sienten traicionadas, llevando a cabo el Asalto a las Tullerías, que supone el establecimiento de la Convención, un régimen republicano basado en el sufragio universal masculino.
En el nuevo régimen se enfrentan los girondinos (moderados, representantes de la burguesía) y los jacobinos (radicales, representantes de las clases bajas, dirigidos por Robespierre). Tras la ejecución de Luis XVI en 1793, los jacobinos se hacen con el poder, estableciendo medidas sociales (limitación de precios, establecimiento de talleres nacionales) e ideológicas (supresión del culto, nuevo calendario) y una fuerte represión contra los antirrevolucionarios y revolucionarios moderados (Terror). Frente a todo ello, la burguesía moderada recupera el poder con el Golpe de Termidor (1794).

La República Conservadora (1794-1799)

La burguesía intenta evitar un nuevo acceso de los radicales al poder apoyándose en los militares, que consiguen una influencia política creciente. La nueva Constitución de 1795 vuelve a establecer el sufragio censitario característico del Liberalismo y establece un fuerte poder ejecutivo: el Directorio.
Las frecuentes revueltas populares y absolutistas hacen que el poder termine en manos de los militares. Así, en 1799 un golpe de Estado de Napoleón supone el establecimiento del Consulado, en el que el poder recae en Sièyes, Ducós y el propio Napoleón.

La Europa Napoleónica (1799-1815)

Durante el Consulado (1799-1804) se produce la acumulación de poderes en Napoleón, que es nombrado cónsul único y vitalicio en 1802, y se consolida la revolución moderada a través del Concordato de 1801, de la Paz de Amiens con Inglaterra en 1802 y de la aprobación del Código Civil en 1804.
Ese último año, Napoleón se proclama emperador y refuerza su poder con la nueva Constitución. Durante el Imperio, Napoleón desarrolla una política de expansión territorial, que le lleva a un nuevo enfrentamiento con Inglaterra. La derrota naval en Trafalgar (1805), hace que establezca el bloqueo continental contra Inglaterra y que inicie la expansión en el continente en 1806. Así, derrota a Austria y a Prusia en 1806, a Rusia en 1807 e invade España y Portugal en 1808. Sin embargo, a partir de entonces el Imperio entra en declive, debido al desgaste producido por las guerrillas españolas y al fracaso de la invasión de Rusia en 1812. Tras su derrota en Vitoria y Leipzig (1813), Napoleón es depuesto en marzo de 1814 y recluido en la isla de Elba. Sin embargo, logró escapar y recuperar el poder en Francia (Imperio de los 100 Días), aunque fue de nuevo derrotado en Waterloo (1815) y recluido en la isla de Santa Elena, donde moriría en 1821.
La expansión napoleónica supuso la extensión de la revolución liberal por el continente y el surgimiento de los movimientos nacionalistas contrarios al dominio francés.

RESTAURACIÓN Y REVOLUCIÓN LIBERAL (1815-1848)

La derrota de Napoleón en 1815 supuso la Restauración del Antiguo Régimen en Europa. Frente a ello, surgen intentos revolucionarios, basados en el liberalismo y el nacionalismo, que finalmente consiguen acabar con el Antiguo Régimen en prácticamente toda Europa (con la excepción importante del Imperio Ruso) para mediados del siglo XIX.

La Europa de la Restauración

A partir de 1814-1815 se vuelve en la Europa continental al Antiguo Régimen, basándose para ello en las ideologías de la reacción y el legitimismo. La nueva situación política se establece en el Congreso de Viena, celebrado esos años. En él se estableció un nuevo mapa de Europa con la intención de evitar que se pudiera producir un nuevo intento imperialista en el continente. Así, Francia volvió a sus fronteras previas a 1789 y se fortalecieron los estados de los Países Bajos, Piamonte y Prusia con la intención de que le sirvieran de contrapeso.
Para asegurar lo establecido, se formó la Cuádruple Alianza, integrada por Gran Bretaña, Prusia, Austria y Rusia), a la que posteriormente se incorporó también Francia. Para asegurar el mantenimiento del Antiguo Régimen y evitar una nueva revolución, se formó la Santa Alianza, integrada por todos los países anteriores, con la excepción de Gran Bretaña, ya que esta tenía una monarquía liberal parlamentaria.

Las oleadas revolucionarias de 1820, 1830 y 1848

Frente a la Restauración, se produjeron sucesivas oleadas revolucionarias, en las que se mezclaron las ideas del liberalismo (derechos individuales, soberanía nacional, división de poderes) y del nacionalismo (tanto el tradicional, que consideraba a la Nación como una comunidad con lazos históricos y culturales, como el liberal, que consideraba a la Nación como un conjunto de ciudadanos con derechos).
La primera oleada revolucionaria se produjo entre 1820 y 1825 y se extendió por la Europa mediterránea e Iberoamérica. Se inició en España, donde el golpe de Riego impuso el rey Fernando VII la aceptación de la constitución liberal aprobada en Cádiz en 1812, durante la Guerra de Independencia. En este caso, no triunfó, ya que en 1823 la intervención de la Santa Alianza repuso de Fernando VII como monarca absoluto. Sí triunfó en Grecia, independizada del Imperio Otomano, y en Iberoamérica, donde se establecieron nuevas repúblicas liberales independizadas de España y Portugal.
La segunda oleada se produjo en Europa Occidental a partir de 1830. Sus principales focos fueron Francia, donde se estableció la monarquía liberal de Luis Felipe de Orleans, y Bélgica, independizada del reino de los Países Bajos en 1831.
La última oleada revolucionaria, la de 1848, se desarrolla en Europa Occidental y Central y supuso el triunfo del liberalismo en esta zona y el nacimiento de los movimientos democráticos y del movimiento obrero. Su epicentro fue nuevamente Francia, donde se estableció la Segunda República en 1848, pero se acabó consolidando una nueva monarquía liberal, la de Luis Napoleón III, que dio un golpe de Estado en 1851.

LOS NACIONALISMOS

Características generales

El nacionalismo hunde sus raíces en la expansión napoleónica, los cambios territoriales del Congreso de Viena y la difusión del romanticismo, que se basaba, entre otras cosas, en la exaltación de la identidad y de las raíces históricas nacionales. Esto dio lugar a movimientos nacionalistas, tanto disgregadores (separarse de una unidad política más grande y formar su propio Estado, como fue el caso de Grecia y Bélgica) y unificadores (unir en un solo Estado-nación a territorios diversos, como fue el caso de Italia y Alemania). En estos dos últimos países se daban causas similares, como la ocupación francesa, la expansión económica y el reforzamiento en el Congreso de Viena de dos grandes unidades políticas que se convierten en las dirigentes del proceso: Piamonte en Italia y Prusia en Alemania.

La unificación italiana

La unificación de Italia fue llevada a cabo por Piamonte, que la consiguió a través de sucesivos enfrentamientos contra Austria, que dominaba el norte del país (Lombardía y Véneto). Con la ayuda de Francia, en 1859 Piamonte derrota a Austria y se anexiona Lombardía. Al año siguiente, en 1860, Piamonte se anexionó, mediante referéndums, Parma, Módena, Romaña y Toscana, y, gracias a la expedición de los “Camisas Rojas” de Garibaldi, Nápoles, Sicilia, las Marcas y Umbría. En 1866, una nueva guerra contra Austria permitió la anexión de Venecia. Por último, en 1870 se produce la anexión de los Estados Pontificios, aunque con la oposición del Papa Pío IX, que se refugia en el Vaticano.

La unificación alemana

La unificación alemana cuenta con un precedente económico, la eliminación de aranceles entre los distintos estados alemanes en 1834 (Zollverein). Como en el caso italiano, Alemania logró la unificación gracias a varios conflictos bélicos. La victoria sobre Dinamarca en 1864 supuso la anexión de los ducados de Shleswig y Holstein; la victoria sobre Austria en 1866 de los estados alemanes del norte, y la victoria sobre Francia en 1870 la de los estados del sur y de Alsacia-Lorena, proclamándose el II Imperio Alemán en 1871.

LA INDEPENDENCIA DE LA AMÉRICA HISPANO-PORTUGUESA

Las causas de la independencia son la exclusión del poder político de los criollos (descendientes de los colonos), el ejemplo de la independencia de EEUU en 1776, los intereses comerciales de Gran Bretaña y el vacío de poder en las metrópolis por la invasión francesa de España y Portugal en 1808.
En el proceso se pueden distinguir dos fases: entre 1808 y 1815, la invasión de España por Napoleón supuso la formación de Juntas que, pese a declarar lealtad a Fernando VII, van proclamando su independencia, lo que dio lugar a una guerra civil entre los partidarios y detractores de esta medida. Entre 1816 y 1824 se desarrolla una guerra colonial, entre los independentistas y las tropas que desde la península envía Fernando VII para recuperar el control de las colonias. Las expediciones de Simón Bolívar y San Martín y la victoria en la batalla de Ayacucho de 1824 suponen la definitiva independencia de la América española continental, conservando la metrópoli en el continente sólo las islas de Cuba y Puerto Rico. En el caso del Brasil portugués, accedió a la independencia de manera pacífica en 1822.
Como consecuencia de todo ello fueron las siguientes: en el ámbito político, se crearon nuevas repúblicas liberales dominadas por los criollos y con graves problemas de caudillismo, militarismo y corrupción; en el ámbito social, se marginó a las poblaciones mestizas, indígenas y negroafricanas; en el ámbito económico, las nuevas repúblicas sufrieron graves problemas de endeudamiento y cayeron bajo la dependencia de Gran Bretaña y, posteriormente, EEUU; y en el ámbito territorial, fracasaron los intentos unificadores y se produjeron constantes enfrentamientos fronterizos entre las nuevas repúblicas.

CONCLUSIONES

Las revoluciones liberales producidas entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX supusieron el fin del Antiguo Régimen en Europa y América, llevando al poder a la burguesía. Frente a su dominio, surgen los movimientos democráticos y el movimiento obrero, que serán los nuevos protagonistas revolucionarios en representación de las clases bajas. En el terreno económico, los nuevos regímenes liberales supusieron la consolidación del proceso de industrialización. Por último, hace su aparición una nueva ideología, el nacionalismo, cuya importancia será creciente. En el caso de Alemania e Italia, el fuerte nacionalismo y la importancia de los militares serán la causa profunda del establecimiento de los regímenes fascistas en la Europa de Entreguerras.

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TEMARIO DE HISTORIA DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO, 1º DE BACHILLERATO

Temario de Historia del Mundo Contemporáneo para 1º de Bachillerato, por Carlos Javier Garrido García.

Mundo Contemporáneo. Fuente: XII Congreso de Historia Contemporánea.

Tal y como ya había realizado con la Historia de España y Geografía de 2º de Bachillerato, este curso he decidido prescindir del libro de texto y trabajar con el alumnado a través de un temario propio en la Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato..

En esta entrada voy a incluir enlaces con cada uno de los temas elaborados para la asignatura, que cuentan con entrada individual en el blog.

En cada tema se incluye el tema teórico con textos para su comentario y la presentación de PowerPoint para su explicación en el aula. En cuanto a este último, se realiza la explicación a través exclusivamente de imágenes, lo que favorece que el alumnado mantenga el interés en la explicación.

Los temas a desarrollar a lo largo del curso, a los que se puede acceder pulsando sobre ellos, serían los siguientes:

EL ANTIGUO RÉGIMEN Y LA ILUSTRACIÓN

Tema 1 de Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato sobre las características políticas económicas y sociales del Antiguo Régimen y el desarrollo, frente al mismo, del movimiento de la Ilustración, por Carlos Javier Garrido García.

Luis XIV de Francia, el «rey Sol». Fuente: Wikipedia.

INTRODUCCIÓN

El Antiguo Régimen es el sistema político, económico y social predominante en Europa durante la Edad Moderna (siglos XV-XVIII), caracterizado por la monarquía absoluta, la sociedad estamental, el estancamiento demográfico y la economía agraria de subsistencia.

A finales del siglo XVIII, el fortalecimiento de la burguesía provocó su definitivo asalto al poder. El primer paso, fue el surgimiento de un movimiento ideológico, la Ilustración, que puso en duda los principios ideológicos del Antiguo Régimen, basados en la religión y la tradición, sustituidos por la razón y el espíritu crítico. Este movimiento ideológico fue el origen de otro político, el Liberalismo, lo que provocó las oleadas revolucionarias que se iniciaron a finales del siglo XVIII con la independencia de EEUU en 1776 y el inicio de la Revolución Francesa en 1789 y que terminaron eliminando el Antiguo Régimen en Europa Occidental y Central a mediados del siglo XIX.

CARACTERÍSTICAS DEL ANTIGUO RÉGIMEN

El Antiguo Régimen, como ya he indicado antes, se caracteriza en el aspecto político por la monarquía absoluta, en el social por la sociedad estamental, en el demográfico por el estancamiento y en el económico por la economía agraria de subsistencia.

La Monarquía Absoluta

Durante la Edad Media, el poder se hallaba atomizado en los distintos señores feudales. De hecho, los distintos monarcas europeos tenían más o menos poder en función de sus territorios feudales propios. Durante el siglo XV, los monarcas fueron sometiendo a los señores feudales y acumulando todo el poder político en sus manos, justificando la medida en el origen divino de su poder. Como consecuencia de todo ello, surge la Monarquía Absoluta en la que se concentran todos los poderes del Estado (poder ejecutivo, gobernar; poder legislativo, aprobar leyes; y poder judicial, juzgar el incumplimiento de la ley) por delegación de Dios (derecho divino).

Para el ejercicio de todos estos poderes, los monarcas establecieron un gobierno centralizado en la Corte (lugar de residencia del rey y de las instituciones de gobierno, en principio de carácter consultivo), una creciente burocracia (en manos de miembros de la nobleza y el clero, tanto en la Corte como a nivel regional y local) y un ejército profesional (por lo que deja de necesitar las tropas prestadas hasta entonces por la nobleza, el clero y las ciudades).

Pese a todo ello, el poder efectivo del rey quedaba en realidad limitado por distintas circunstancias, como la resistencia de los poderes locales, la falta de medios de control e información efectivos por el retraso de las comunicaciones y la existencia de asambleas estamentales. En cuanto a estas últimas, recibían distintas denominaciones según el reino (Cortes en España, Parlamento en Inglaterra, Estados Generales en Francia) y estaban integradas por representantes de los tres estamentos sociales (nobleza, clero y estado llano, en este último caso la burguesía rica de las ciudades), que se reunían de manera separada y votaban por estamento, lo que hacía que las votaciones siempre fueran ganadas por los estamentos privilegiados. Durante la Edad Media las asambleas estamentales tenían poderes como jurar al príncipe heredero, aprobar ciertas leyes y dar el consentimiento a la aprobación de nuevos impuestos por parte del rey. Sin embargo, durante la Edad Moderna, las monarquías absolutas fueron quitándoles estos poderes e incluso dejaron de reunirlas periódicamente.

La existencia de todos esos límites provocó que, en realidad, la monarquía absoluta fuera producto no de un sometimiento político de los estamentos privilegiados, sino de un pacto con ellos, por el cual la Corona asumía todos los poderes, pero con su colaboración y actuación en todos los niveles de la administración estatal y con un respeto de sus privilegios socio-económicos.

La Sociedad Estamental

La sociedad del Antiguo Régimen tenía su origen en la Edad Media y se estructuraba en estamentos, es decir, grupos cerrados a los que se pertenecía por nacimiento y que se diferenciaban por su privilegios, ya que era una sociedad en la que primaba el principio de desigualdad. Se distinguía así entre estamentos privilegiados (nobleza y clero) y otro no privilegiado (el Tercer Estado o Estado Llano).

Los estamentos privilegiados constituían una minoría social y tenían privilegios como la exención fiscal (no pagaban impuestos), justicia propia (se les juzgaba por leyes específicas para ellos y por tribunales compuestos por sus iguales), el monopolio de cargos públicos (sobre todo en sus puestos superiores eran copados por ellos) y la posesión de señoríos feudales (no toda la nobleza y el clero las tenía, pero sólo nobleza y clero podían tenerlos). A estos estamentos se pertenecía por nacimiento, ya que para ser noble se debía ser hijo de nobles o recibir la concesión del rey. En el caso del clero, dado el celibato, no se heredaba, pero los puestos del alto clero eran copados por los nobles, mientras que los del bajo clero eran ocupados por miembros del Estado Llano. Pese a su situación privilegiada, dentro de nobleza y clero había grandes diferencias de riqueza, pudiendo distinguir por sus diferencias de riqueza y poder entre el alto clero (arzobispos, obispo, abades…) y el bajo clero (curas, frailes y monjas).

El Tercer Estado o Estado Llano se caracterizaba por su ausencia de privilegios, siendo muy heterogéneo en sus miembros. Así, en las ciudades agrupaba a grupos sociales tan distintos como la alta y mediana burguesía comercial y artesanal, los trabajadores y población marginal como mendigos y esclavos, y en el ámbito rural los labradores ricos, arrendatarios y jornaleros.

Estancamiento demográfico y economía agraria de subsistencia

Durante el Antiguo Régimen predominaba el denominado régimen demográfico antiguo, caracterizado por altas tasas de natalidad y mortalidad, por lo que el crecimiento vegetativo era muy bajo y además desaparecía periódicamente debido a crisis de sobremortalidad provocadas por hambrunas y epidemias. Por tanto, la población tendía al estancamiento. Sin embargo, a partir del siglo XVIII en los países de Europa Occidental se inicia la Transición Demográfica. Durante esta fase, la tasa de natalidad se sigue manteniendo alta, pero la mortalidad inicia un paulatino descenso debido al carácter menos mortífero de las guerras y a las mejoras higiénico-sanitarias y alimentarias. Como consecuencia de ello, la población empieza a registrar un crecimiento acusado y continuado.

En cuanto a la economía, se caracterizaba por el predominio del sector primario (agricultura y ganadería) y su baja productividad, lo que provocaba que fuera de subsistencia, es decir, su objetivo principal era asegurar el autoconsumo del productor, por lo que el cultivo principal eran los cereales (base de la alimentación de la época) y, junto con ello, predominaba el policultivo. La baja productividad estaba provocada por la concentración de la propiedad en manos de los estamentos privilegiados, ideológicamente contrarios a las ideas de progreso y cambio y que además no cultivaban sus tierras de manera directa, sino a través de arrendamientos, censos o utilizando a vasallos feudales o jornaleros. A ello se debe unir la limitación a la propiedad privada por los usos comunales, lo que explica la prohibición del cercado de fincas, predominando así los “openfields” o campos abiertos. Como consecuencia de todo ellos, apenas había inversiones en las tierras y predominaba un acusado atraso tecnológico. Por otra parte, la escasa producción agraria debía soportar fuertes cargas impositivas, tanto por parte de la Corona como por los nobles (rentas señoriales en el caso de los señoríos, fueran estos jurisdiccionales o territoriales) y el clero (el diezmo, es decir, la décima parte de las cosechas), lo que hacía que los excedentes de la población agraria fueran mínimos, lastrando al resto de la economía y provocando frecuentes revueltas campesinas.

En cuanto al sector secundario (artesanía), su desarrollo estaba limitado fundamentalmente por dos factores. Por un lado, el hecho de que la mayor parte de la población dependiera de la agricultura de subsistencia provocó que la demanda de productos artesanales fuera muy limitada. Por otra parte, la existencia de los gremios, asociaciones de artesanos que regulaban bajo régimen de monopolio una determinada actividad artesanal en cada localidad o zona, limitaba la oferta y la fragmentaba en pequeños talleres artesanales. Frente a ello, en el siglo XVIII se extendió el trabajo a domicilio (en el que un comerciante proporcionaba la materia prima a los campesinos para que elaboraran unos productos que escapaban al control gremial) y las manufacturas estatales (grandes talleres artesanales de propiedad estatal que solían producir bienes cuyo máximo demandante era el propio Estado), lo que permitió el crecimiento de este sector.

Por último, en cuanto al comercio estaba igualmente limitado por la limitada oferta (subdesarrollo agrario y artesanal, dificultades de transporte) y demanda (predominio de población agraria de subsistencia). Por ello, el comercio interior estaba poco desarrollado, desarrollándose en mercados, ferias y lonjas). En el comercio internacional, pese a todos esos límites, se registró un fuerte crecimiento debido a la expansión colonial, que favoreció los intercambios entre Europa, América, África y Asia, generalmente en manos de compañías comerciales privilegiadas.

Portada de la «Enciclopedia» de Diderot y D’Alembert, publicada a partir de 1751. Fuente: Biblioteca Nacional de España.

ILUSTRACIÓN Y CRÍTICA DEL ANTIGUO RÉGIMEN

El crecimiento demográfico y económico en el siglo XVIII fortalecieron a la burguesía, un grupo social perteneciente al Estado Llano que, teniendo riqueza. No poseía privilegios, lo que motivó su descontento político y social, surgiendo un movimiento intelectual, la Ilustración, que criticó las bases ideológicas del Antiguo Régimen y fue la base para el movimiento político del Liberalismo, que terminaría acabando con él.

Precedentes de la Ilustración: los sistemas parlamentarios de Inglaterra y Holanda

El movimiento de la Ilustración surge en dos países, Inglaterra y Holanda, en los cuales a lo largo del siglo XVII se establecieron regímenes parlamentarios, que acabaron con la monarquía absoluta y muchos de los elementos de la sociedad estamental con un beneficiario social claro: la burguesía.

En el caso de Holanda o los Países Bajos la definitiva independencia de la Monarquía Hispánica en 1648 supuso la consolidación de una república federal en la que el poder legislativo recaía en los parlamentos y el poder político y social en la burguesía comercial.

En el caso de Inglaterra, las revoluciones de 1649 y 1688 terminaron con la Declaración de Derechos de 1689, que aumentó el poder legislativo del parlamento y estableció derechos individuales. Como consecuencia de ello, se estableció el primer régimen liberal, que sirvió de ejemplo a seguir para las propuestas políticas ilustradas.

La Ilustración

La Ilustración es un movimiento ideológico cuyos precedentes se localizan en Inglaterra y Holanda en el siglo XVII, pero que se consolida en Francia en el XVIII y de allí se extendió por Europa y América. Su base social era la burguesía, aunque también hubo nobles y clérigos, y sus principios básicos eran la defensa de la libertad individual, el racionalismo, la mentalidad crítica, la autonomía del poder civil frente al eclesiástico, la tolerancia religiosa, la defensa del progreso material, de la educación y de las ciencias experimentales, el antropocentrismo y la búsqueda de la felicidad. Todos estos principios chocaban con las bases del Antiguo Régimen y provocaron fuertes críticas, en principio sólo intelectuales, con respecto a él.

Estas críticas se materializaron en las obras de los principales pensadores de la Ilustración:

    • John Locke (1632-1704): filósofo inglés que fue el principal ideólogo de la revolución de 1688, estableciendo las bases del liberalismo político: origen del poder político en el Pacto Social, derecho de rebelión de los súbditos, división de poderes e igualdad ante la ley.
    • Barón de Montesquieu (1689-1755): difusor de las ideas liberales de Locke en Europa, centrándose en la defensa de la división de poderes.
    • Voltaire (1694-1778): centró sus obras en la crítica a la intolerancia y superstición religiosa, defendiendo frente a ellas la razón y la tolerancia.
    • Jean-Jacques Rousseau (1712-1778): desarrolla el principio de Pacto Social de Locke, pero con la diferencia de considerar al ser humano como un ser bueno por naturaleza.
    • La “Enciclopedia”, publicada a partir de 1751, pretendía ser un compendio del saber de su época y en sus distintas entradas sirvió de difusor de las ideas de la Ilustración. Sus impulsores fueron D’Alembert y Diderot.

El Despotismo Ilustrado

Consiste en la adopción por parte de las monarquías absolutas europeas de parte de las ideas de la Ilustración, especialmente en el terreno económico, ya que se consideraba que las reformas basadas en ellas podían producir un crecimiento que beneficiaría a sus súbditos y fortalecería a las mismas monarquías. Sin embargo, no se adoptaron sus principios políticos y sociales, ya que estos ponían en duda a la propia monarquía absoluta y a la sociedad estamental que la sostenía. De ahí su lema: “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, es decir, beneficiar a los súbditos pero sin contar con su opinión o participación.

Las reformas económicas del Despotismo Ilustrado favorecieron la tendencia general al crecimiento económico del siglo XVIII pero provocaron el descontento de los estamentos privilegiados, contrarios a las reformas, y la insatisfacción de la burguesía, que deseaba también reformas políticas y sociales. En cuanto a esto último, el desarrollo generado por el Despotismo Ilustrado fortaleció aún más a la burguesía, permitiéndole luchar por su acceso al poder.

CONCLUSIONES

El Antiguo Régimen, caracterizado por la monarquía absoluta, la sociedad estamental y el estancamiento demográfico y económico por el predominio de una agricultura de subsistencia, se hubo de enfrentar a la creciente presión de la burguesía, fortalecida por el crecimiento del siglo XVIII y que se concretó en el surgimiento de un movimiento cultural: la Ilustración. Las monarquías absolutas reaccionaron ante ella con el Despotismo Ilustrado, que no solucionó el problema político y fortaleció aún más a la burguesía. Todo ello explica el surgimiento de un movimiento político, el Liberalismo, que inició su lucha contra el Antiguo Régimen a finales del siglo XVIII y lo acabó derrotando en la primera mitad del siglo XIX, como veremos en el siguiente tema.

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