RUTA POR EL GUADIX MORISCO

Ruta por el Guadix Morisco, realizada por Carlos Javier Garrido García los días 30 de septiembre y 29 de diciembre de 2017 dentro del programa de visitas guiadas «Pasea Guadix», organizado por el Ayuntamiento de Guadix y el Centro de Estudios «Pedro Suárez». En esta entrada publico la guía elaborada para la ruta, que puede ser descargada en pdf al final de la misma.

Fuente de Santa Ana, Guadix, 1568
Caño de Santa Ana de Guadix, con la heráldica de Carlos I y reformado en 1567.

Contexto histórico

La capitulación de Guadix ante los Reyes Católicos en diciembre de 1489 supuso que sus habitantes musulmanes pasaran al estatus “mudéjar”, es decir, que los nuevos súbditos de la corona castellana conservaran su religión, justicia y propiedades. Sin embargo, el intento de sublevación del verano de 1490 supuso su expulsión de la ciudad, quedando recluidos a partir de entones en la “Morería”, el actual barrio de Santa Ana, configurado como el arrabal más tardío de la ciudad musulmana en los siglos XIV/XV. La conversión obligatoria de los mudéjares en 1500 hizo que estos pasaran al estatus “morisco”, es decir, una población legalmente cristiana pero cuyo origen y lo forzoso de su conversión les hizo sufrir una fiscalidad diferente y una creciente presión aculturadora. Todo ello, junto con el deterioro progresivo de sus niveles de vida por la presión de las élites castellanas, determinó la sublevación de 1568-1571, saldada con su expulsión a otros reinos castellanos y, con ello, la entrada de Guadix y comarca en una larga crisis demográfica, económica y social.

Primera parada de la ruta: Arco de la Imagen

Portada en el camino a Fiñana y Almería de la segunda cerca de la ciudad, que quedó configurada en los siglos XIV/XV. Es el marco idóneo en la ruta para explicar la conquista de la ciudad, las capitulaciones y la sublevación de 1490, con sus consecuencias de repoblación y establecimiento de la Morería.

Segunda parada de la ruta: Placeta de los Pachecos

Toma su nombre de la familia Pacheco, que enlazó con las familias colaboracionistas de los Valle-Palacios y Abenaxara. En ella se sitúa el palacio de Hernán Valle de Palacios, descendiente de Abrahen Abenzeite, secretario del Zagal, incluyendo como propiedad privada la placeta, según su testamento de 1598. Es el marco idóneo en la ruta para explicar la organización institucional de la Morería, dirigida por el alguacil Hamete Uleylas y el consejo de notables de la aljama. Para controlar a esta última la Corona cuenta con los colaboracionistas, entre los que destacan las familias ya citadas.

Tercera parada de la ruta: Placeta de Santa Ana

En ella se sitúa la Iglesia Parroquial, datada en la primera mitad del siglo XVI, en la que destaca su portada, con heráldica de los Reyes Católicos y del primer obispo accitano tras la conquista, fray García de Quijada, y con decoración lombarda a imitación del castillo de la Calahorra. En el interior es de destacar el artesonado, obra de Bartolomé de Meneses en 1533; la lápida sepulcral de Hernán Valle de Palacios, fallecido en 1598; y su archivo, que cuenta con las series parroquiales más antiguas de la ciudad, iniciadas en 1539. En la placeta destaca también el Caño, con heráldica de Carlos V y, posteriormente, de la ciudad y del corregidor Miguel de Texeda, añadidas cuando es remodelado en 1567, un año antes de que estallara la rebelión morisca. Es el marco adecuado en la ruta para explicar la conversión forzada de 1500 y la política aculturadora que se pone en marcha y que pasa progresivamente de las medidas de conversión pacífica al genocidio cultural.

Cuarta parada de la ruta: Placeta de las Islas

Toma su nombre de la familia Isla, jurados de la ciudad entre los siglos XVII y XVIII, cuyo palacete se sitúa junto al callejón de los Morales. Es el marco adecuado en la ruta para explicar la evolución demográfica y socioeconómica de la población morisca entre 1500 y 1570, marcada por el hacinamiento y crecimiento demográfico y un empobrecimiento progresivo, lo que da origen al nacimiento del barrio de cuevas.

 Quinta parada de la ruta: Placeta del Osario

Solar del antiguo macaber o cementerio de la ciudad musulmana, junto a ella se sitúa el barrio de cuevas de San Marcos, ya citado en el Sínodo de 1554 realizado por el obispo Martín de Ayala y para cuyo control religioso existió en 1560 el proyecto de crear una nueva parroquia en la zona del Chorro Gordo: la de San Torcuato. Lugar adecuado en la ruta para simbolizar la muerte del Guadix morisco, a partir de 1570 con la expulsión, y de la misma ciudad en su conjunto, pasando buena parte de su población a vivir “enterrada en vida” en los marginales y crecientes barrios de cuevas.

Para descargar la guía de la ruta en pdf, pulse aquí: Pasea Morisco

CENSOS PERPETUOS: RELACIONES DE PRODUCCIÓN ENTRE EL CAMPESINADO MORISCO Y LAS ÉLITES CATELLANAS EN EL REINO DE GRANADA

CENSOS PERPETUOS. Extracto del artículo “La explotación de los bienes rústicos de la Iglesia de Guadix en época morisca: el sistema de censos perpetuos” publicado en la revista Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos (Sección Árabe-Islam), nº 52 (2003), pp. 105-124, por Carlos Javier Garrido García.

 

Moriscos en Granada, grabado de Joris Hoefnagel (1564).

Introducción

Los estudios sobre el campo granadino en época morisca han conocido en los últimos años un fuerte auge. Sin embargo, este avance se ha producido con algunas limitaciones, destacando que las investigaciones se han centrado básicamente en los primeros años de la centuria (marcados por los repartimientos) y en la situación de la economía agraria en el momento de la expulsión de los moriscos (basándose en la ingente fuente que suponen los Libros de Apeo y Repartimiento), tratándose por tanto de dos fotos fijas de dos momentos importantes, aunque sabemos muy poco de la evolución de la agricultura granadina.

Por otra parte, las investigaciones se han centrado sobre todo en los aspectos relacionados con los estudios sobre parcelario, paisaje y sistemas de cultivo e irrigación, mientras que en el aspecto básico de las relaciones de producción generadas los estudios han sido bastante parcos y en muchos casos no han pasado de establecer la dicotomía entre propietarios castellanos y mano de obra morisca, sin ahondar en las formas de cesión de la tierra empleadas ni en su evolución a lo largo de la época morisca.

Este es precisamente el aspecto en el que voy a centrar a través del estudio de una de estas formas, la del censo perpetuo o enfitéutico, utilizando como ejemplo el caso de las propiedades rústicas de la Iglesia de Guadix y utilizando como fuente básica los amplios fondos conservados en el Archivo Histórico Diocesano de esa ciudad.

Estado de la cuestión

Propietarios castellanos y mano de obra morisca

Como estableciera el profesor Galán Sánchez, la práctica de la cesión a los mudéjares, y luego moriscos, de las tierras de los castellanos para su explotación venía a explicarse por la pérdida de tierras por despojo, por la aparición de propietarios castellanos (en su mayoría beneficiarios de mercedes reales) que no cultivaban directamente la tierra, por la lejanía entre la ubicación de las parcelas recibidas por los repobladores en los repartimientos y su residencia habitual y, finalmente, por la existencia de una fuerza de trabajo (los mudéjares, luego moriscos), que necesitaba de esas tierras para sobrevivir.

Pero no es sólo que existiera esa fuerza de trabajo, sino que también ésta era considerada por los propietarios castellanos como la mejor alternativa dado que su laboriosidad y conocimiento del medio y de los usos agrarios tradicionales les hacían más productivos y, por ende, más explotables.

Modalidades de cesión: arrendamientos y censos

Se estableció así una situación en la que las grandes clases dominantes urbanas controlaban la propiedad de una gran parte del terrazgo cultivado, siendo la renta fundiaria, en sus diversas modalidades, el principal sostén de su riqueza, poseyendo sus tierras en explotación indirecta, adoptando diversas formas, por un campesinado casi exclusivamente morisco que actuaba como arrendatario o censatario, lo que configuró unas relaciones sociales de producción basadas en el dominio de una minoría.

Esta situación, presente sobre todo en las zonas afectadas por los repartimientos subsiguientes a la conquista, se fue extendiendo durante la época mudéjar-morisca gracias a un proceso de acaparamiento de la propiedad de la tierra por parte de los castellanos, quedando los moriscos reducidos a la condición de censatarios, arrendatarios o simples jornaleros, un proceso de proletarización de la población morisca que se irá agudizando hasta el final de la época morisca y que, en buena medida, se debe tener en cuenta entre las causas del estallido bélico de 1568. Las formas de cesión de la tierra por parte de sus propietarios castellanos a sus cultivadores mudéjares-moriscos, fueron básicamente dos: el arrendamiento y el censo reservativo.

Arrendamientos

En cuanto a la primera, ésta fue la forma de cesión más empleada por los castellanos en la época mudéjar, sin duda como continuidad de la precedente época nazarí. Tal fue el caso de los bienes habices, que tanto en época nazarí como mudéjar eran arrendados por períodos de 4 años. Esta preeminencia del arrendamiento como forma de cesión en época mudéjar y también durante las primeras décadas de la época morisca queda también patente en los estudios del profesor Espinar Moreno basados en los protocolos notariales de Guadix, siendo los casos de cesión en perpetuo muy limitados y siempre centrados en unos bienes que, como las viñas y los morales, necesitaban de unos cuidados que, por la inestabilidad que daban los arrendamientos, sólo podían ser asegurados mediante los censos.

Censos

Sin embargo, el sistema de arrendamientos dejaba a los moriscos en una situación de desamparo e inseguridad, situación que se empezó a mitigar gracias al sistema de censos reservativos. Éstos consistían en una relación contractual perpetua (caso del censo perpetuo o enfitéutico) o a largo plazo (por 1, 2 ó 3 vidas) a través de la cual el propietario cedía el dominio útil de una finca a un cultivador mientras se reservaba la propiedad eminente sobre ella, comprometiéndose el censatario a pagar un precio fijo y, en ocasiones, también una serie de productos en especie.

Este sistema benefició al campesinado morisco, ya que le aseguraba el trabajo y los recursos necesarios en una situación de estabilidad a largo plazo. Sin embargo, también benefició a los propietarios castellanos, ya que les permitió asegurar sus rentas sin tener que negociar continuamente su colocación, con la contrapartida de que, al ser la renta fija, ésta se podía ver menoscabada en su valor efectivo en caso de un proceso inflacionista acusado.

Así pues, dada la coyuntura alcista que se experimenta en el siglo XVI, a partir de los años 20 de esa centuria se produjo un proceso de transformación de los censos perpetuos en censos por vidas e incluso en arrendamientos, para evitar la pérdida de renta ocasionada por la inflación, tal y como atestiguaban los estudios de los profesores Cabrillana y Muñoz Buendía para el caso de Almería y la decisión tomada en el Sínodo de Guadix de 1554 de prohibir la acensuación en perpetuo de los bienes eclesiásticos como practica contraria al derecho canónico, permitiéndose sólo en casos en que su utilidad fuera evidente.

Sin embargo, si en los años 1520 se tiende a eliminar como forma de cesión el censo perpetuo, ¿cómo explicar que en vísperas de la rebelión de los moriscos el profesor Muñoz Buendía haya localizado sólo en la jurisdicción de Almería un total de 275 censos perpetuos? Sin duda los estudios realizados hasta ahora nos han inducido a error, ya que el sistema de censos perpetuos no sólo no queda eliminado por el proceso ya señalado durante los años 20, sino que además de pervivir, en el caso de la Diócesis de Guadix será a partir de los años 30 y 40 cuando este sistema sea elegido como el principal para la cesión, al menos en lo que respecta a las propiedades eclesiásticas, como seguidamente vamos a comprobar.

Los inicios de la imposición del sistema de censos perpetuos

Bienes de la Fábrica Mayor de la Catedral de Guadix en Granada

Dejando aparte el caso de las viñas propiedad de la Mesa Capitular en Paulenca, cuya forma de explotación bajo el régimen de censo perpetuo se inicia en 1521, como se verá más adelante, los primeros bienes eclesiásticos que pasan de manera generalizada a explotarse bajo esa forma jurídica van a ser los bienes que el primer obispo de Guadix tras la conquista castellana, fray García de Quijada, donará a la Fábrica Mayor de la Catedral de Guadix por su testamento en 1522 en la ciudad y término de Granada.

Así, en reuniones conjuntas de los días 17, 20 y 30 de abril de 1526 el obispo y el Cabildo Catedral de Guadix decidirán sustituir el sistema de arrendamientos por el de censos perpetuos para la explotación de esas propiedades “por escusar los gastos que la dicha hazienda tyene en los reparos della e en otras cosas”, para lo cual las mismas serían pregonadas y rematadas cada una en su mayor ponedor.

Los bienes habices de las iglesias parroquiales

Cuatro años después, en 1530, el obispo de Guadix decidirá hacer lo mismo con los bienes habices que, pertenecientes a las iglesias parroquiales del obispado, se iban recuperando de manos particulares por diferentes pleitos, que hemos de incardinar también en el proceso de recuperación de las rentas eclesiásticas iniciado en 1526 en la Diócesis.

Así, el día 3 de diciembre de 1530 el obispo, como administrador de las iglesias parroquiales de su Obispado, otorga poder a Luis Méndez de Sotomayor, mayordomo episcopal y de las iglesias parroquiales del Obispado, para que diera a censo perpetuo los bienes de las iglesias que se iban recuperando. Tal decisión la justificaba porque “andando en rencta las viñas e morales e otros árboles e tierras e casas se pierden e vienen en diminuçión e porque queremos que en la dicha renta e las dichas yglesias no tengan costas en las lavores e reparos”. Como en el caso anterior, se darían los bienes “a las personas que más por ello dieren”.

También hubo de ser el caso de los bienes habices de la Iglesia Parroquial de Abla, cuyos censos se otorgan a partir de la fecha del citado poder y que en un trabajo anterior cataloguemos como censos por vidas debido a que la bibliografía existente y la parquedad de la fuente utilizada nos indujo a ello.

Las viñas de la Mesa Capitular en Paulenca

Del extenso patrimonio con que contaba la Mesa Capitular en el lugar de Paulenca, el Cabildo Catedral de Guadix decidió en 1521 dedicar un total de 51 marjales al cultivo de viña, para lo cual se decidió cederlos a moriscos vecinos de la localidad a censo perpetuo con tal condición.

No hemos de olvidar que durante el siglo XVI se produce en el Reino de Granada una rápida expansión de este cultivo, potenciada por el incremento en el precio del vino y pasas por la fuerte demanda y por la imposición de una estricta política proteccionista de la Corona frente a la importación de caldos de los reinos limítrofes de Jaén y Córdoba.

En todo caso, el único freno con que contó su expansión fue la cuantiosa inversión inicial y la necesidad de esperar tres o cuatro años hasta que los primeros majuelos comenzaran a dar fruto, por lo que los propietarios castellanos hubieron de dar facilidades a los cultivadores, que se concretaron en este caso en la concesión de contratos de censo perpetuo.

Así, el día 12 de marzo de ese año el Cabildo Catedral en pleno cedió en censo perpetuo a Pedro Cuxarí, Francisco Alfahar, Pedro Caba, Diego Arraquique y Fernando Barradiní, moriscos vecinos de Paulenca, los citados 51 marjales de tierra en el pago de Xarara (junto al pago del Hamerín), a cambio de un pago anual de 30 maravedíes por marjal, “para que las pusyesen de viñas”.

En todo caso, estos cinco moriscos actuaron como intermediarios, ya que con posterioridad esos 51 marjales fueron repartidos “entre sy y entre otros vecinos del dicho lugar e las pusieron de viñas”. Sin embargo, aún quedaba por legalizar dicho reparto, ya que los nuevos poseedores no tenían contratos de cesión, por lo que los mismos interesados solicitaron al Cabildo Catedral que les otorgaran escrituras de censo perpetuo en forma.

Para ello, el Cabildo otorgó poder el día 31 de mayo de 1536 a los canónigos Lucas de Tahuste y Hernán Ruiz. Fruto de su actuación fue la concesión de un total de 37 escrituras de censo perpetuo en que se concedieron un total de 49’75 marjales de viña, distribuidos en 37 lotes, aunque muchos de ellos se dividían en uno o varios pedazos, por lo que el total de unidades de explotación sería de 54. Por tanto, la media de extensión de los lotes dados a censo sería de 1’35 marjales, mientras que por unidad de explotación sería de 0’9 marjales, como vemos un acusadísimo minifundismo.

Por lo que respecta a su precio, cada marjal se cedió a cambio de 1 real de plata al año, es decir, 34 maravedíes, 4 más que en el contrato original de 1521, pagaderos a finales de octubre de cada año “so pena del doblo cada paga con todas las costas e yntereses que se syguieren”.

En cuanto a los beneficiarios de los contratos, todos ellos son moriscos excepto en un caso, del que es beneficiario Juan de Baeza, cristiano viejo vecino de Paulenca. La inmensa mayoría son vecinos de Paulenca (25), habiendo también moriscos de localidades cercanas como Guadix (5), Alares (3), Fonelas (1), Marchal (1) y Beas (1).

Una vez puestas las viñas en producción, éstas fueron objeto del interés de los cristianos viejos, que comenzarán a hacerse con su explotación. Destaca el caso del clérigo Alonso de Toledo, a la sazón secretario del mismo Cabildo Catedral, que compró a 10 censatarios moriscos 11 marjales y un cuarto de viña por precio de 77 ducados. Por tanto, y cómo ya constatamos en el caso de los habices de la Iglesia de Abla, se denota un proceso por el cual la clase dominante de los cristianos viejos, miembros en este caso de la misma institución propietaria, tenderán hacia el acaparamiento no sólo de la propiedad de la tierra, sino también de sus formas de cesión, quedando así los moriscos relegados a la simple condición de subarrendatarios o jornaleros, acentuándose así su proletarización.

La imposición del sistema de censos perpetuos en las propiedades rústicas de la Mesa Capitular de Guadix

Como ya pudimos comprobar a través del apeo realizado en 1538 de las propiedades de Mesa Capitular, el sistema de censos perpetuos estaba limitado a la explotación de viñas y majuelos, no sólo los que ya hemos visto del pago de Xorara en Paulenca, sino que también tenemos constancia de otros 5 casos, uno en el Zalabi, otro en el pago de Cobiçi en Paulenca, otros dos en Beas y otro en Muñana, mientras que el resto de propiedades estarían dadas en arrendamiento o censos por vidas, aunque en el apeo no se especifica.

Será a partir de 1546-1547 cuando este sistema de cesión se empiece a imponer, teniendo como fuente fundamental para su estudio los pleitos que se desarrollaron con posterioridad a la expulsión de los moriscos por su expropiación por la Corona, además de los protocolos notariales, que nos han servido de apoyo. En todo caso, hemos de dejar claro que paralelamente a la expansión del sistema de censos perpetuos se siguieron manteniendo también otros sistemas como el arrendamiento, que nunca llegarían a desaparecer del todo, siendo tan sólo relegados a un segundo lugar.

El ejemplo de los bienes cedidos a censo perpetuo en Beas nos va a permitir comprobar como esta forma jurídica de cesión seguirá siendo empleada hasta la última década de la época morisca. Seguramente en el mismo periodo en que se cedieron en perpetuo los bienes de Mesa Capitular en el valle del Zalabí se dieron también los situados en Beas.

Uno de los beneficiarios de estos censos fue el morisco Hernando de la Cueva. En 1560 este morisco quiso traspasar en Hernando de Mendoza Xarquí los bienes que la Mesa Capitular le había cedido en esa localidad. El Cabildo, en virtud de la cláusula de veintena, se quedó con los bienes “por el tanto del traspaso” y comisionó al licenciado don Manuel de Fuentes, arcediano, para que cediera las propiedades a censo perpetuo.

Aquellos bienes que con anterioridad fueron cedidos a censo perpetuo a un solo censatario, fueron divididos en 6, cuyas escrituras se otorgaron entre los días 20 y 27 de octubre de 1560. Todos los censatarios eran moriscos vecinos de Beas, aunque en dos de ellos desconocemos su vecindad.

En total la Mesa Capitular recaudaba anualmente por esos 6 censos 945 maravedíes y 1 gallina. En cuanto a los bienes afectados, destacan las hazas, que son objeto de un total de 5 contratos. La superficie total, sin computar uno de los casos en el que no se especifica, es de 5 celemines y 1 cuartillo, lo que nos da una media por haza de 1 celemín y poco más de 1 cuartillo, por tanto un acusadísimo minifundismo, mayor aún si tenemos en cuenta que en uno de los contratos se trata de 2 hazas, lo que nos daría una media de 1 celemín por unidad de superficie. El otro de los censos estaba impuesto sobre 4 pedazos de tierra, uno de ellos con 1 moral, que totalizaban 7 celemines, lo que nos da una media de extensión por parcela de 1 celemín y 3 cuartillos.

Dos hechos nos llaman la atención si comparamos estos censos de 1560 con los otorgados en 1546-1547: por un lado se acentúa el minifundismo y por otro prácticamente desaparece el pago en especie (gallinas). En cuanto a las condiciones del contrato, éstas se mantienen a lo largo de toda la época morisca imperturbables.

Conclusiones

Como hemos visto, el empleo de los censos perpetuos como modo de cesión de la tierra por parte de los propietarios castellanos a una mano de obra básicamente morisca, lejos de desaparecer en los años 20 del siglo XVI, conocerá precisamente a partir de la década siguiente un auge, como hemos podido comprobar a través del caso de las propiedades de la Iglesia accitana. Queda tan sólo plantear una hipótesis que justifique tal desarrollo, analizando sus pros y contras para los propietarios.

El principal elemento en contra de su empleo como forma de cesión era que la perpetuidad de la renta hacía que, en una situación inflacionista como la de la época, ésta se viera disminuida con el tiempo en su valor real.

Sin duda el impedimento no era pequeño, pero los pros eran mucho mayores.

En primer lugar el propietario se libraba de la enojosa, y costosa, tarea de la renovación o nueva concesión periódica de contratos de arrendamiento. Además se conseguía fijar al campesinado a la tierra, asegurándose así la continua explotación de la propiedad. En segundo lugar el propietario también se libraba de los gastos de mantenimiento de las propiedades, ya que con la enfiteusis éstos quedaban a cargo del censatario. Así, toda la renta sería líquida, sin deducción de gastos, y se conseguía además mantener el valor de los bienes, hecho en el que el censatario también estaba interesado, no tanto un arrendador. Por último, el propietario también podía aprovechar los traspasos para, acogiéndose a una de las condiciones de los contratos, recuperar el dominio útil para volver a cederla bajo nuevas condiciones.

Hasta aquí los datos objetivos, que ya nos podrían justificar plenamente el porqué de la opción tomada por los eclesiásticos accitanos a favor del empleo de los censos perpetuos. Pero queremos ir más allá y apuntar una hipótesis más arriesgada y, por tanto, aún por demostrar en muchos de sus aspectos. Creemos que el deterioro que sufre la población morisca en sus niveles de vida a lo largo del siglo XVI hizo que ésta fuera cada vez menos capaz de explotar las propiedades de los castellanos, sencillamente porque no contaba con medios (inputs) que invertir en las propiedades. Ello hizo que, además de resentirse su explotación, cada vez menos rentable, éstas se vieran también menoscabadas. De ahí que incluso muchos censatarios moriscos se vieran obligados a traspasar sus censos a favor de cristianos viejos, como hemos podido comprobar. Por tanto, la única alternativa para los propietarios castellanos era que, mediante unas condiciones más favorables, el campesinado morisco pudiera seguir siendo explotado, manteniendo su producción sin menoscabo de los bienes y pudiendo asegurar su mantenimiento y reproducción. Ese pudo ser, en nuestra opinión, el papel que pudieron jugar los censos perpetuos.

Sin embargo, su empleo fracasó, por un lado porque esas condiciones más favorables no fueron suficientes ante la presión depredatoria castellana y, por otro, porque incluso el sistema se desvirtuó y se aprovechaba cualquier ocasión para endurecer las condiciones de los contratos, acentuando el minifundismo y aumentando la renta, como hemos podido ver en los censos de Beas de 1560.

Al final la situación del campesinado morisco, cada vez más proletarizado, se hizo insostenible. Otra razón más para sublevarse.

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LA ESCLAVITUD EN GUADIX

«La esclavitud en Guadix»: ficha nº 23 de la serie «Conocer Guadix y comarca» publicada por la Fundación Pintor Julio Visconti, por Carlos Javier Garrido García.

Orígenes

La esclavitud es el sometimiento total de una persona a otra, perdiendo su condición jurídica como tal y pasando a convertirse en una propiedad de esta última. Sus orígenes eran básicamente tres: la autoventa por deudas, la captura por el enemigo en la guerra, cuyo captor le perdonaba a cambio la vida, y el nacimiento de madre esclava. La esclavitud vivió su periodo de máximo esplendor en Europa en la Edad Antigua, entrando en crisis en la Media.

Sin embargo, en los reinos meridionales, como fue el caso de los de la Península Ibérica, el enfrentamiento contra el Islam provocó que la institución perdurara, abastecida por prisioneros de guerra a los que se considera susceptibles de ser esclavizados por su condición de infieles.

El inicio de la Edad Moderna trajo aparejado un nuevo auge de la esclavitud en Europa, gracias a las fuentes de aprovisionamiento africanas: en el norte musulmán por el estado de guerra permanente y en el centro y sur negroafricano por los comerciantes portugueses y musulmanes.

En el caso de Castilla se añadió una fuente suplementaria con la población morisca sublevada en el reino de Granada entre 1568-1571 que, pese a su teórica condición cristiana desde 1500-1502, fueron sometidos a esclavitud.

La esclavitud en Guadix en época mudéjar-morisca

Durante la época mudéjar (1490-1500) y morisca (1500-1568), la esclavitud en Guadix tuvo poca importancia debido a la rendición mediante capitulaciones de la ciudad y su tierra, lo que evitó que su población musulmana cayera en esa condición, a las dificultades en la repoblación con cristianos viejos y a que estos contaban con una amplia masa mudéjar a la que explotar laboralmente, por lo que la inversión en mano de obra esclava no tenía mucho sentido.

En cuanto a la población de origen musulmán, también contaba con esclavos, aunque su sometimiento socioeconómico a los castellanos y las prohibiciones de que los poseyeran dictadas por la Corona a partir de 1526 limitaron también su número. Esta situación cambió radicalmente a raíz de la rebelión morisca iniciada en la navidad de 1568.

La rebelión de los moriscos

Guadix se convirtió en uno de los principales mercados de esclavos moriscos a raíz de la rebelión debido a su cercanía con el teatro principal de los enfrentamientos (Alpujarra, marquesado del Cenete) y a que a partir de 1569 es uno de los principales centros de la retaguardia castellana. En este último año ya hay registradas en la ciudad más de 1.000 personas esclavizadas y durante toda la guerra en acciones de saqueo llevadas a cabo desde ella se capturan a unas 6.000. Su gran mayoría eran mujeres y niños, estos últimos excluidos de la esclavitud y sometiéndolos a la administración temporal de un cristianos viejo hasta cumplir los 20 años de edad.

En el Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Guadix se conservan escrituras de compraventa de 1.363 personas esclavizadas datadas entre 1569 y 1571, casi todas ellas de origen morisco. En este activo mercado esclavista los miembros de las unidades militares vendían sus capturas en la guerra a vecinos de la ciudad, que los revendían a su vez a mercaderes que acudían a la ciudad buscando una reventa posterior en otros mercados en los que los precios fueran más altos. La esclavitud en Guadix fue, por tanto, una fuente de ingresos clave en una sociedad marcada por la guerra y la pérdida de su mayoritaria población morisca.

Evolución posterior

La gran masa de personas esclavizadas en la ciudad se redujo de manera rápida debido a que, como ya se ha indicado, su mayor parte fue exportada a otros mercados, sobre todo valle del Guadalquivir y Murcia, con la intención de revenderlos consiguiendo un fuerte beneficio, tráfico que favoreció sobre todo a las élites de la ciudad residentes en la parroquia del Sagrario. A ello se unieron los decretos de expulsión de esclavos masculinos mayores de edad por considerarlos peligrosos (lo que aumentó el carácter femenino del colectivo), las numerosas liberaciones y un movimiento natural claramente negativo.

Así, a partir de la década de 1580 la esclavitud en Guadix se redujo considerablemente, quedando para entonces en la ciudad y su Tierra 8 esclavos, 125 esclavas y 151 menores en administración de origen morisco. Este descenso se fue compensando con personas esclavizadas de origen negroafricano y berberisco, aunque en un número muy reducido, hasta llegar a la desaparición total de la institución ya a principios del siglo XIX.

La vida en esclavitud

La población esclavizada tenía unas condiciones de vida marcadas por su condición marginal: sufrían una marginación legal que los convertía en sujetos pasivos totalmente sometidos a sus amos, que ejercían sobre ellos una fuerte explotación laboral y disciplina, llegando esta última con frecuencia a los malos tratos. En el caso de las esclavas a ello se unió su explotación sexual, explicable por la presión religiosa contrarreformista ante la cual fueron usadas como vía de escape y por el interés por unos posibles hijos que heredaban la condición esclava de su madre.

En general, la vida de la persona esclavizada estaba marcada por el aislamiento y su marginación en una sociedad en la que primaba el principio de limpieza de sangre, lo que explica sus dificultades de acceso al matrimonio y el predominio de prácticas endogámicas. En el terreno laboral las personas esclavizadas fueron explotadas predominantemente en el ámbito doméstico, entendiendo este último no solo como el domicilio del amo, sino también como una unidad de producción. Por tanto, dentro de la vivienda del amo los esclavos y esclavas ejecutaban las tareas domésticas y ayudaban en las actividades productivas de sus amos, ya fueran en la agricultura, la artesanía, el comercio, etc., existiendo, como en el caso de la población libre, una distribución por sexo de las mismas en función de la perspectiva de género predominante en la época.

El acceso a la libertad

            Parte de la población esclavizada conseguía salir de la esclavitud gracias al pago de un rescate monetario, que sufragaban sus familiares o amigos o ellos mismos a través de su trabajo fuera de casa del amo, siempre con su permiso y llevándose este parte de sus ganancias. Sin embargo, la población liberta seguía sufriendo marginación legal, racial y religiosa por su origen, manteniéndose la endogamia en sus matrimonios y sus actividades laborales, ahora como criados domésticos.

En el caso de Guadix, los libertos de origen morisco, de residir con sus amos, vecinos sobre todo de la Parroquia del Sagrario, pasaron a trabajar en la misma zona como criados, pero ahora residiendo en la periferia de cuevas.

Bibliografía

  • ASENJO SEDANO, Carlos: Sociedad y esclavitud en el reino de Granada. Siglo XVI. Las tierras de Guadix y Baza. Granada: Colegio Notarial, 1997.
  • GARRIDO GARCÍA, Carlos Javier: La esclavitud en el reino de Granada en el último tercio del siglo XVI: el caso de Guadix y su Tierra. Tesis Doctoral. Universidad de Granada, 2012.
  • RUIZ PÉREZ, Ricardo: “El levantamiento morisco en tierras de señorío. El caso del Marquesado del Cenete”. Chronica Nova, 19 (1991), pp. 291-336.

Para acceder a la página web de la Fundación Pintor Julio Visconti, pulse aquí.

COLABORACIONISMO MORISCO EN EL REINO DE GRANADA

El colaboracionismo morisco granadino a través de cuatro ejemplos de Guadix y su Tierra: Hamete Sillero, Hernando el Habaquí y las familias Abenaxara y Valle-Palacios, por Carlos Javier Garrido García.

La Parroquia de Santa Ana de Guadix, morería mudéjar y barrio morisco de la ciudad.

Los colaboracionistas fueron los miembros del pueblo morisco que, a raíz de la conquista de 1482-1492 y de las conversiones de 1500-1502, optaron por colaborar con las nuevas autoridades castellanas. Las razones para ello fueron múltiples: adaptarse a una situación considerada como irreversible, mantener o aumentar su condición social, defender los intereses de su nación… En cualquier caso, hay que huir de cualquier generalización, pudiendo afirmar que hubo tantos tipos de colaboracionismo como colaboracionistas. Las razones de la Corona sí están más claras: controlar a la élite como medio de hacerlo con la comunidad en su conjunto. Sin embargo, para que el colaboracionismo fuera funcional era necesario que la comunidad no percibiera a sus élites como una institución castellana más, sino como una institución propia. De ahí surge la gran contradicción del colaboracionismo: agentes de la Corona castellana que deben mostrar, sin embargo, elementos de solidaridad con la comunidad a la controlan para que ese control sea efectivo.

Voy a acercarme al complejo mundo del colaboracionismo a través de cuatro ejemplos de Guadix y su tierra: las dos grandes familias colaboracionistas de los Abenaxa y los Valle-Palacios y los casos concretos de Hamete Sillero y Hernando el Habaquí para ilustrar la época mudéjar y el final de la época morisca granadina, respectivamente. Todos ellos han sido objeto de estudio pormenorizado por mi parte en sendos artículos publicados en la revista “Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos (Sección Árabe-Islam)” de la Universidad de Granada. Reproduzco ahora las conclusiones de cada uno de ellos e incluyo al final los enlaces para acceder a los artículos completos.

 La época mudéjar: alguaciles, consejos de notables y colaboracionistas. El caso de Hamete Sillero.

Las necesidades monetarias de la Corona, unidas a la discriminación que suponía la diferencia religiosa, explican la fiscalidad diferencial mudéjar. Esta fiscalidad diferencial y el estatus mudéjar de la población explican que la Corona necesitara del establecimiento de unos interlocutores institucionalizados, añadiendo al consejo de notables de cada localidad, herencia nazarí, dos figuras nuevas: los alguaciles nombrados por la Corona y el surgimiento de los grupos colaboracionistas con los castellanos, recibiendo ambos mercedes de la Corona como remuneración por su colaboración. Sin embargo, las mercedes y su nombramiento reales hicieron que las tensiones de los alguaciles con sus comunidades, representadas por el “consejo de ancianos y notables” de la aljama, fueran frecuentes, considerando siempre la Corona a este último como la entidad principal de representación. De ahí la importancia del colaboracionismo, ya que permitía controlar los consejos de notables en caso de conflicto. Todo ello ha quedado constatado en el caso de la ciudad de Guadix con los enfrentamientos entre el alguacil Uleylas y la comunidad mudéjar de la ciudad, representada por destacados colaboracionistas como Alí Çefin, Alí Abenaxara y, sobre todo, Hamete Sillero. Se originan así unas élites colaboracionistas que desde las antiguas aljamas de las ciudades se convertirán en la época morisca en los representantes reconocidos por la Corona y, no sin tensiones, por los moriscos de ellas y sus Tierras.

Los López Abenaxara: intenso colaboracionismo, moderada integración

El origen del colaboracionismo de los Abenaxara se sitúa en los primeros momentos de la conquista castellana, recibiendo a cambio de su lealtad diversas mercedes. Esta función colaboracionista se verá reforzada con las conversiones generales mudéjares, cuando consiga la importante merced del regimiento perpetuo de la ciudad de Guadix.

En cuanto a sus relaciones con las élites castellanas, éstas fueron en general bastante buenas, si exceptuamos el caso aislado en el tiempo y en un determinado conflicto (el pago de los diezmos) de las relaciones con la Iglesia accitana. Dicha posición, propia de cualquier colaboracionista, estuvo potenciada por lo que los Abenaxara le debían: de ser una familia de la oligarquía rural de Fiñana, pasará a ser parte directora de uno de los regimientos más extensos e importantes del Reino de Granada, y, además, gracias a las mercedes de la Corona conseguirá acumular un patrimonio enorme que le hará compararse económicamente con la cúspide dirigente del

Obispado de Guadix. Fruto de ello será el afán de simulación con las élites castellanas, concretadas en la posesión de capilla propia en la Iglesia de Santiago y en la fundación de un mayorazgo.

En cuanto a las relaciones con los moriscos, los Abenaxara mantuvieron un alto grado de lealtad con respecto a ellos, concretada en casos tan sintomáticos como las gestiones realizadas ante Carlos V en 1526 y el rescate de esclavos. En todo caso, no hemos de olvidar que de esa función derivaban sus privilegios, ya que de no haber sido reconocida su función de intermediario por los moriscos, su utilidad habría sido nula para los castellanos.

Con el endurecimiento de las medidas aculturadoras y represivas desde la década de 1550 las labores de intermediación de los Abenaxara se fueron tornando cada vez más difíciles, debido al aumento de la tensión entre moriscos y castellanos y a la cada vez mayor inflexibilidad de la Corona, poniéndose por ello incluso en momentos puntuales (como el problema de la posesión de esclavos negros) en peligro la misma categoría de privilegio de los mismos.

Ante tal coyuntura, los Abenaxara tomaron cada vez más partido por los castellanos, a cuyo lado actuaron en la guerra de 1568-1570, lo que les valió para mantener su status privilegiado: el regimiento perpetuo de Guadix y una posición económica ampliamente boyante. Con la expulsión de los moriscos sus labores de intermediación desaparecieron por inútiles, integrándose cada vez más los Abenaxara en las oligarquías municipales hasta desaparecer la familia como tal en su seno.

Los Valle-Palacios: total integración

El sector colaboracionista morisco lejos de ser uniforme presentó una gran variedad de situaciones que iban desde la plena integración y compromiso con los castellanos hasta el uso de su posición de privilegio en beneficio de los intereses de su pueblo, pasando por variadas situaciones intermedias, llenas de contradicciones. Todo ello ha quedado patente al comparar la distinta actuación de la familia Valle-Palacios, que entró en la primera categoría, y la López-Abenaxara, que lo hizo en la última.

En cuanto a los Valle-Palacios, su integración y colaboracionismo ha quedado patente, actuando como nexo de unión entre las autoridades castellanas y los moriscos de Guadix y su tierra, aunque más en calidad de agente de las primeras que como representante de los segundos. En cuanto a su situación socioeconómica, hemos constatado en época morisca su gran nivel económico, potenciado por los castellanos en los repartimientos y con exenciones fiscales, y su posición predominante en la Parroquia de Santa Ana, donde contaron con amplias redes clientelares y actuaron muchas veces como intermediarios de los moriscos en la gestión de sus asuntos comunes.

Tras la guerra de los moriscos de 1568-1570, en la que la familia actuó del lado castellano, su situación económica se pudo ver menoscabada, aunque su participación en la compraventa de esclavos y la compra de bienes confiscados a moriscos debieron paliar, e incluso reforzar, su posición, manteniendo su status social e incluso reforzando sus redes clientelares. La situación crítica hará que se pase en la explotación de sus bienes de los censos y arrendamientos a favor de un numeroso campesinado morisco a la explotación directa de sus propiedades.

En cuanto a la integración de la familia, fue patente en la rama accitana de la misma, casándose Hernán Valle de Palacios con una cristiana vieja y testando como tal en 1598. Como hemos comprobado, el testamento del último patriarca familiar nos muestra a una persona profundamente católica, muy preocupada por la salvación de su alma. Caso distinto fue el de la rama granadina de la familia, muy similar a la de la familia López-Abenaxara, que se mantuvo en un grado menor de integración, manteniendo una política de matrimonios con familias moriscas. Ello explica que ambas familias fueran puestas bajo sospecha en la dura tesitura de la rebelión de los moriscos, aunque finalmente su larga trayectoria colaboracionista les librará de la expulsión y la confiscación de sus bienes.

Alternativa frente a las grandes familias y deseo de ascenso: Hernando el Habaquí

Pese a ejercer un papel secundario en la conquista y las conversiones, la familia Habaquí obtuvo de la Corona la merced del alguacilazgo de Alcudia, una pequeña localidad de unos ochenta vecinos de la tierra de Guadix, convirtiéndose así en su representante ante la Corona y a la vez en agente de ésta en los asuntos especialmente fiscales. Pese a su entrada, por tanto, en el colaboracionismo, la familia Habaquí presentó una actuación tendente a mantener los lazos con su comunidad de origen a través de una política matrimonial que los liga con las familias moriscas de los Benavides y Abenomar, esta última titular del alguacilazgo de la vecina localidad del Cigueñí, y del mantenimiento de su residencia en Alcudia, de su apellido musulmán y del uso de la lengua árabe. En cualquier caso, el colaboracionismo le prestó una situación económica desahogada, contando con un importante patrimonio que completaba a través del arrendamiento y acensamiento de bienes eclesiásticos para su posterior subarriendo a la mano de obra morisca, en una práctica común a las élites castellanas. Además, su actuación como mayordomo del Monasterio del Parral de Segovia en la localidad de Cogollos y de la Iglesia parroquial de Alcudia, le permitió controlar, en su beneficio, sus bienes.

Desde esta situación más bien modesta, que lo situaba en un nivel medio-bajo dentro de las élites moriscas, Hernando el Habaquí dio el salto a la representación del conjunto de los moriscos del reino de Granada en la dura coyuntura de la aprobación por parte de la Corona de la real cédula de 1 de enero 1567, que suponía el genocidio cultural de la comunidad morisca. Si alcanzó este relevante papel, fue por el enorme desprestigio de las principales familias de las élites moriscas, debido a la contradicción existente al actuar a la vez como representantes de la comunidad y agentes de la Corona. El fracaso de su misión a Madrid para pedir el aplazamiento de las medidas y las represalias que sufrió como consecuencia de ella, cifradas en la pérdida de su alguacilazgo y en su encarcelamiento al iniciarse la rebelión morisca en diciembre de 1568, le llevaron a sublevarse en torno a mayo de 1569. Gracias al prestigio conseguido en su misión a Madrid, Hernando el Habaquí ocupó desde entonces un papel central en la rebelión, convirtiéndose en el máximo defensor del inicio de conversaciones de paz con los castellanos para acabar con el conflicto. Después de estar a punto de fracasar por la orden de expulsión de los moriscos de Guadix y su tierra en abril de 1570, las negociaciones llegaron a un acuerdo en mayo de 1570, consistente en la rendición prácticamente incondicional de los moriscos a cambio de conseguir un trato de favor para el Habaquí y su entorno, lo que finalmente lleva a su asesinato al mes siguiente por parte de Aben Aboo. En cualquier caso, esta actuación hizo que su mujer e hijos, que sufrieron la presión religiosa y la expulsión, se vieran recompensados con una pensión vitalicia.

En definitiva, coincido con el profesor Vincent en considerar a Hernando el Habaquí como un ejemplo de la situación de las élites moriscas, aunque difiero un tanto en el sentido de su ejemplaridad. Así, según Vincent, las élites moriscas vivieron sumidas en la ambivalencia entre el mantenimiento de su situación de privilegio, dependiente de su colaboracionismo con los castellanos, y el deseo de mantener sus vínculos con su comunidad, lo que le llevaba a afirmar que junto a las solidaridades de clase, que fomentarían el primer elemento, existieron los lazos familiares y el sentimiento de pertenencia a la comunidad, reforzado por el constante recuerdo castellano de su diferencia, que fomentarían el segundo. Sin embargo, el ejemplo del Habaquí considero que muestra la importancia prioritaria de las solidaridades de clase dentro de las élites moriscas, en el sentido de que los vínculos con la comunidad de origen eran condición sine qua non para mantener su labor de intermediación con la Corona, origen de su situación de privilegio. Así, no debe extrañar que mantuviera unas prácticas económicas equivalentes a las de las élites castellanas, es decir, de explotación de la población morisca, y que en las negociaciones de paz tuviera como objetivo, más que llegar a un acuerdo beneficioso para su pueblo, conseguir su ingreso en la cúspide del colaboracionismo. De hecho, si se unió a la rebelión fue porque ante el aumento de la presión castellana se ponía en tela de juicio su situación privilegiada, motivo por el cual no dudó en la rendición si ésta podía ser recuperada.

Enlaces

Red viaria y fiscalidad mudéjar en el Reino de Granada

 

Extracto del artículo: Carlos Javier Garrido García: “Red viaria y fiscalidad mudéjar en el reino de Granada”. Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos (Sección Árabe-Islam), nº 66 (Universidad de Granada, 2017), pp. 57-76.

            El 28 de mayo de 2015 la Guardia Civil hacía entrega al Ayuntamiento de Guadix de varios documentos que intentaban ser vendidos de manera ilegal y que, tras el oportuno peritaje, no había duda de que procedían del Archivo Municipal. Entre ellos estaban un repartimiento entre los mudéjares de la ciudad y su Tierra de los gastos y mano de obra para la construcción de un carril en mayo de 1495 y una real provisión de octubre de 1500 ordenando la reparación del camino entre Guadix y Granada. Ambos documentos me han animado a realizar una aproximación al estudio de la política de construcción y reparación de las vías de comunicación llevada a cabo por los Reyes Católicos en el reino de Granada en época mudéjar.

El reino de Granada había ido cayendo en manos castellanas entre 1482 y 1492, sobre todo gracias a la política de capitulaciones que permitió la rendición de la parte oriental del mismo, leal al Zagal, en 1488-1489 (las ciudades de Baza, Almería y Guadix y sus tierras) y la misma capital en enero de 1492. Estas capitulaciones establecían el estatus mudéjar, es decir, los nuevos súbditos de la Corona castellana mantenían su religión, leyes, cultura y propiedades. Sin embargo, el intento de sublevación de 1490 en las ciudades orientales, cuando aún Granada mantenía su resistencia, supuso la expropiación de sus propiedades y su expulsión de las mismas, con la excepción de determinados arrabales extramuros que se convirtieron en morerías, como fue el caso del arrabal de la Puerta de Tollir, futura parroquia de Santa Ana, en la ciudad de Guadix.

Se inició así el proceso repoblador de las ciudades orientales, favorecido por exenciones fiscales, mientras que en sus respectivas tierras o comarcas permanecía la población mudéjar. Esta fue sometida a una fuerte explotación fiscal por parte de la Corona, que mantuvo las cargas impositivas nazaríes y les añadió otras castellanas, lo que hizo necesario el establecimiento de unos representantes mudéjares, los alguaciles, que gestionaran los aspectos fiscales, lo que fue el germen de una organización política de las aljamas, dirigidas por el consejo de notables, para su relación con las autoridades castellanas, que potenciaron también a determinados personajes dentro de las mismas: los colaboracionistas.

Dentro de las numerosas cargas fiscales soportadas por los mudéjares destacaba su contribución a las obras públicas, tanto en mano de obra como en aportaciones económicas, estando exentos de las mismas los repobladores castellanos. En las obras públicas destacó la construcción y reparación de caminos y carriles, elemento primordial en la zona oriental del reino, en la que el relieve era muy accidentado, lo que dificultaba el control político-militar del territorio, el desarrollo del comercio y el abastecimiento de las ciudades con productos de primera necesidad, sobre todo en periodos de malas cosechas que impedían el autoabastecimiento de las mismas con los productos de sus tierras. Además, como complemento de la red viaria, la Corona se preocupó también del establecimiento de las oportunas ventas, situadas sobre todo en las zonas de orografía más difícil y menor densidad de población.

Esta dicotomía fiscal entre repobladores, exentos, y mudéjares, sometidos a las cargas nazaríes y, cada vez más, a las nuevas castellanas, acabó, en principio, con las conversiones de los segundos al cristianismo en 1500-1501. La equiparación religiosa suponía la equiparación fiscal, pero el enorme perjuicio que ello suponía para las arcas de la Corona hizo que esta pronto estableciera cargas fiscales propias de los ahora moriscos, como es el caso de la farda.

 

LAS VENTAS

            Uno de los elementos claves para la operatividad de la red viaria era la existencia de ventas que prestaran su servicio a los caminantes y comerciantes, tanto de alimentación y descanso como de seguridad en el trayecto. Por ello, no es casualidad que en el marco del proceso repoblador se concedieran mercedes de ventas o de terrenos para edificarlas, como tampoco lo es que la concesión de muchas de ellas coincida con el proceso de construcción de carriles en 1495.

Así, en julio de 1493, los reyes hicieron merced a Juan de Ordás, contino de la casa real, de un solar en Aguas Blancas, en el camino entre Guadix y Granada, para edificar una venta. Del mismo modo, en febrero de 1495, Martín de Miño, contino de las guardas reales, recibió merced de un solar para edificar una venta en el término de Guadix donde dicen Guarda Otina en el camino que ba de Guadix a Baça en el arroyo de Guarda Otina, ya que es neçesaria e provechosa para en que los caminantes se acojan e alberguen porque la tierra es áspera e trabajosa de andar e yerma. Por último, los reyes hicieron merced el 16 de marzo de 1495 a Gutierre Gaytán, contino de las guardas reales, de vn sytio y término para en que podades fazer e fagades vna venta con todos sus anejos en el término de la dicha çibdad de Guadix a do dizen la Fuente del Álamo, en el camino entre Guadix y Baza.

 

EL ARREGLO DE CAMINOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE CARRIL

            Junto con la construcción de ventas, la política de la Corona se centró en el mantenimiento y ensanchamiento de los caminos heredados de los nazaríes y en la transformación de algunos de ellos en carriles, es decir, caminos que permitían el paso de carros.

La primera noticia de esta política se remonta a febrero de 1495, cuando los reyes fueron informados de que los caminos que desde la parte oriental del reino y desde el vecino de Jaén se dirigían a la ciudad de Granada son en algunas partes muy estrechos y ásperos e montosos e avn peligrosos para los caminantes que pasan por ellos…, a la qual cabsa muchas personas dexan de yr de vnas partes a otras con sus cargas e contrataciones e proueymientos, lo qual redunda en diseruicio nuestro e daño común a todos los vecinos e moradores… e de los dichos caminantes. Por tanto, se ordenó a los corregidores e justiçias de las çibdades de Granada e Jahén e Vbeda e Baça e Alcalá la Real e Loxa e Guadix e de todas las otras villas e lugares e tierras realengas e de señorío que son yncluydas en sus comarcas, que repararan los caminos e los sanehades e abrades e demontedes e allanades en todas las partes e lugares que fuere menester de se abrir e allanar e desmontar e ensanchar por manera que libremente e syn enpedimiento alguno puedan pasar por ellos los caminantes con sus cargas e mercaderías e proueymientos, todo ello a realizar en vn término razonable que para ello les dexo e señalo lo fagan e cumplan.

Como consecuencia de ello, en mayo de 1495 el corregidor de Guadix puso en marcha la construcción de un carril entre la capital del corregimiento y Almería. Así, el día 25 de ese mes comparecieron ante el cabildo municipal los alguaciles y representantes de los mudéjares de la ciudad y de la mayoría de los lugares de su tierra para realizar el repartimiento de los gastos y peones en la construcción del citado carril en proporción al número de vecinos de cada localidad, sacando bibdas e pobres saluo los que buenamente pudiesen pagar. Sin embargo, los representantes mudéjares pidieron volver a sus localidades de origen a informarse bien del número de vecinos para no ser agrauiados en el repartimiento, lo que les fue concedido. Así, cuatro días después acudieron Fernando del Castillo por el marquesado del Cenete y Hamete Sillero, Alí Çefin y Alí Abenajara por Guadix y los lugares de su Tierra a dar el número de casas de sus localidades, equivalente al número de peones que debían proporcionar para las obras. Las obras, como indica la documentación posterior, fueron un éxito, ya que se acabaron con celeridad y, además, se convirtieron en el modelo a seguir en el resto del reino.

Así, en septiembre de ese mismo año 1495 los reyes se dirigieron al corregidor de Granada indicándole que ya abeys sabido los carriles que se han hecho desde Guadix e Baça fasta Almería e porque estos nos dizen que son muy prouechosos para el proueymiento e bien general de toda la tierra, le ordenaban llevar a cabo la construcción de toda una red de carriles en la zona oriental del reino, en concreto desde Baça fasta Guadix, e desde Guadix fasta Granada, e desde Almuñécar a Granada, e desde Granada a Lanjarón, e de Lanjarón a Órgiba, e de Órgiba a Vgíjar, e de Vgíjar a Cadia e Andarax, e desde Andarax hasta Huéneja o a La Calahorra o a qualquier lugar del Çenete donde mejor pudiere salir, e desde el Çenete fasta Guadix, e avnque aya algunas partes estrechas e fragosas segund el carril que se ha abierto camino de Almería muy mejor se podrá faser esos otros carriles, porque fechos estos carriles toda la tierra se podrá proueer de vna parte a otra a muy poca costa e sería mucho bien e prouecho de toda la gente generalmente e çertyficamos que al vesyno que más cupo en toda la tierra de carril que se hiso fasta Almería no fue más de a nueve maravedíes e vn peón, ques contya que qualquiera la puede costear. Para ello, se le ordenó reunirse con el arzobispo de Granada, el conde de Tendilla (capitán general del reino), el corregidor de Guadix y el maestre Remiro para convencerlos de su realización y, tras ello, reunir a los alguaciles mudéjares de la Alpujarra y resto de zonas implicadas con ayuda del cadí mayor, Mahomad el Pequeñí, e deys horden como luego se ponga en obra porque agora en este tiempo tiene la tierra mejor dispusyçión para se romper e para faser los carriles que en otro tiempo.

Incluso, posteriormente, el programa se expandió a otras zonas y reinos limítrofes. Por ejemplo, en enero de 1496 los reyes ordenaron a los corregidores de Almería, Vera y Lorca que estudiaran el mejor trayecto para realizar unos carriles entre ellas que mejoraran su abastecimiento y permitieran más trato entre ellas, debiendo actuar en su realización  por la vía e horden y manera que ouieredes ynformaçión que se han fecho los dichos carriles desde Almería fasta Baça e Guadix e repartido la costa dello por la horden e manera e por los moros de las comarcas e tierras desas dichas çibdades e villas e logares asy realengos como de señorío.

Todavía no estamos en condiciones, dados nuestros conocimientos actuales, para saber si toda esta red viaria fue definitivamente construida. Lo cierto es que al final de la época mudéjar y recién realizadas las conversiones obligatorias al cristianismo que darían origen a la etapa morisca, el rey Fernando el Católico se seguía preocupando por el mantenimiento de los caminos. Así, en octubre de 1500 el rey informaba  al Concejo de Guadix que había ordenado a Alonso Enrríques, mi corregidor de la çibdad de Granada, que fuese a ver cierto camino que se ha de fazer para venir desa dicha çibdad a la çibdad de Guadix, el qual fue a ver por do a de yr el dicho camino e diz que es muy necesario e prouechoso para los caminantes e para el trato e conversación de las dichas çibdades e de otras partes, el qual dicho Alonso Enrriques me hiso relación que para faser el dicho camino serán menester algunos peones e otras cosas. Por tanto, ordenó al concejo accitano que todos los peones e otras cosas que fueren menester para se fazer e acabar el dicho camino desde esa dicha çibdad fasta le llegar al término de la dicha çibdad de Granada fagays que salgan desde esa dicha çibdad e su tierra por repartimiento o en la forma e manera que mejor vos paresçiere, encargándose la ciudad de Granada del trayecto del camino que discurriera por su jurisdicción. Por tanto, se puede deducir que el carril entre Guadix y Granada ordenado en septiembre de 1495 no se había realizado, y que las conversiones habían supuesto el fin de la explotación exclusiva para las obras de los mudéjares, ya que en el documento, a diferencia de los anteriores, no se especifica que los repartimientos se harían entre la población morisca. De hecho, en las capitulaciones para las conversiones de la zona oriental del reino, la más afectada por las obras de construcción de caminos y carriles, se suele especificar que los ahora moriscos no serían obligados a efectuar reparaciones de muros, fortalezas y obras públicas salvo que se les pagara el trabajo con un jornal justo, estando tal cláusula presente, entre otras, en las del Marquesado del Cenete.

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