LA EVOLUCIÓN POLÍTICA DEL PERIODO DE ENTREGUERRAS Y EL ASCENSO DEL FASCISMO

Tema 9 de Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato referente a la evolución política del periodo de Entreguerras y el Fascismo, por Carlos Javier Garrido García.

Benito Mussolini, fundador del Fascismo. Fuente: wikipedia.

INTRODUCCIÓN

Las tensiones heredadas de la I Guerra Mundial, con países derrotados y sometidos a durísimas condiciones (Alemania), con países vencedores pero que no vieron satisfechas sus aspiraciones territoriales (Italia), con una gran exaltación nacionalista por la propaganda de guerra y con las dificultades de adaptación y rencor de los excombatientes, y el deterioro socioeconómico asociado a la crisis de posguerra y a la Gran Depresión, que provocó una fuerte conflictividad social, animada también por el triunfo bolchevique en Rusia, provocaron un crecimiento de las opciones autoritarias de signo conservador. Este crecimiento cristalizó en un nuevo movimiento político, el Fascismo, que alcanzó su mayor grado de desarrollo en dos países (Alemania e Italia) que compartían su reciente unificación política, por lo que el nacionalismo era muy fuerte, y el hecho de que esta se realizara básicamente a través de conflictos militares, por lo que el uso de la violencia como arma política se veía con naturalidad.

DEMOCRACIAS Y DICTADURAS EN LA EUROPA DE ENTREGUERRAS

En la Europa de Entreguerras (1919-1939) se produjo, tras un avance inicial, una crisis de la democracia frente al auge de las extremas derecha (regímenes autoritarios y fascismo) e izquierda (comunismo soviético en expansión), favorecidas por las ya citadas condiciones políticas y socioeconómicas.

La I Guerra Mundial supuso, en principio, una extensión de las democracias en Europa, debido a la caída de los grandes imperios plurinacionales y el establecimiento de regímenes de este tipo en los nuevos Estados independientes y en los países derrotados. Sin embargo, estos regímenes democráticos se vieron impotentes para resolver los problemas políticos, económicos y sociales de la posguerra, lo que se unió al deseo de frenar las expansión de la revolución comunista en un contexto de fuerte conflictividad social y de los posteriores efectos de la Gran Depresión.

Así, entre 1922 y 1939 se fueron estableciendo dictaduras de signo conservador y nacionalista en los países de Europa Central, Oriental y Mediterránea, zonas de escasa tradición democrática y que sufrían una grave crisis socioeconómica. En el caso de Italia (1922) y Alemania (1933) se establecieron regímenes puramente fascistas, mientras que para el final del periodo sólo pervivía la democracia en Europa Occidental.

BASES IDEOLÓGICAS Y SOCIALES DEL FASCISMO

En cuanto a las bases ideológicas, el Fascismo tiene como principio fundamental el de desigualdad, explicando este el resto de su contenido teórico. Este principio se opone al de igualdad, tanto política, defendido por el liberalismo democrático, como social, defendida por el movimiento obrero, ya fuera este socialdemócrata o comunista.

El principio de desigualdad aplicado al terreno político tiene como consecuencia la crítica a la democracia, defendiendo un régimen autoritario gobernado por los mejores, entre los que destaca un máximo dirigente que ejerce el poder absoluto. Su dominio se justifica ante la población exaltando sus cualidades (culto al líder) y para cumplir sus designios se establece un partido único que domina al Estado. Este ejerce su poder de forma totalitaria, es decir, controla todas las esferas de la vida (política, económica, social, cultural) de una población a la que no se le reconocen derechos, sino sólo obligaciones. La población se convierte así simplemente en una masa que es constantemente movilizada por el Estado en la persecución de sus objetivos (movilización de masas). Esto se consigue con el ya citado partido único, que contaba con organizaciones específicas para mujeres y jóvenes, con una intensa propaganda y con el control de los medios de comunicación y de la educación.

Este Estado totalitario es concebido como encarnación de la Nación, siendo el nacionalismo radical otro de los grandes principios fascistas, al defender que las naciones superiores (evidentemente la propia) tienen no solo el derecho sino la obligación de dominar a las inferiores, basándose en el darwinismo social, el racismo y la misión civilizadora, que ya vimos como justificaciones ideológicas del Imperialismo.

Los superiores, sean estos una Nación o su grupo dirigente, ejercen su poder a través de la violencia, entendida como la principal arma política. De ahí la importancia en el fascismo de los grupos paramilitares y de la adopción de uniformes de esta tipología. En el ámbito de la política internacional esto tuvo como consecuencia la adopción de políticas expansionistas y militaristas.

Otra de las consecuencias del principio de desigualdad y de la defensa de la violencia como arma política es la fuerte marginación de la mujer, exaltándose constantemente los principios masculinos entendidos como fuerza y valor. Frente a ello, la mujer es reducida a su papel de esposa y madre y recluida en el hogar.

Un último principio fascista es el discurso populista en lo social. En el contexto de grave crisis socioeconómica y conflictividad social en el que se desarrolla, el fascismo en principio adopta la simbología y el discurso de extrema izquierda como una vía de conseguir el apoyo de unas clases bajas que se han convertido en mayoritarias. Este discurso izquierdista se mezcla con los principios nacionalistas y termina dando lugar a la denominada tercera vía entre capitalismo y comunismo: la colaboración de clases con el objetivo de engrandecer a la Nación. Sin embargo, los discursos izquierdistas se abandonan una vez que se accede al poder, lo que provocó conflictos internos, debido a las bases sociales del movimiento fascista.

En cuanto a las bases sociales, los principales apoyos del fascismo son las clases altas y medias, atemorizadas por el peligro de expansión revolucionaria comunista. Del mismo modo, cuenta con el apoyo del Ejército, fuerzas de orden público y excombatientes, atraídos por el discurso nacionalista y la defensa de la violencia. Por último, el discurso populista en lo social le permite contar con fuertes apoyos en las clases bajas.

LA ITALIA FASCISTA

Crisis del régimen democrático y ascenso del Fascismo

La situación de Italia tras el final de la I Guerra Mundial estaba marcada por la indignación nacionalista ante las pocas ganancias territoriales conseguidas en los tratados de paz y por una fuerte crisis socioeconómica, con elevadas tasas de paro e inflación. Esta crisis provocó una fuerte conflictividad social durante el denominado “Bienio Rojo” (1919-1921), en el que se produjo una oleada de huelgas y ocupaciones de tierras y fábricas por parte del movimiento obrero. Además, el peligro de revolución comunista se acentuó con la fundación en 1921 del Partido Comunista Italiano (PCI), afiliado a la Komintern.

Este el este contexto en el que un antiguo socialista, Benito Mussolini, funda en 1919 los Fascios Italianos de Combate, un grupo paramilitar ultranacionalista y con un programa socialista revolucionario. Sus ataques contra los grupos de extrema izquierda le hicieron ir contando con el apoyo de las clases altas y medias, lo que le hizo ir moderando su discurso izquierdista. En 1921 Mussolini funda el Partido Nacional Fascista, acentuando su discurso nacionalista y aumentando sus ataques contra la izquierda. Gracias a sus crecientes apoyos, en 1922 realiza la “Marcha sobre Roma”, un golpe de Estado que le permite entrar en el gobierno con la connivencia del Ejército y del rey Víctor Manuel III.

Etapa parlamentaria (1922-1925)

Mussolini preside un gobierno de coalición con otros grupos conservadores y la reforma de la ley electoral le permite ganar con una amplia mayoría absoluta en las elecciones de 1924. Esto le permite gobernar por decreto y ejercer una fuerte represión contra la oposición, que culmina con el asesinato del diputado socialista Matteoti y el cierre del parlamento, asentándose definitivamente la dictadura.

La dictadura fascista (1925-1939)

Una vez asentada la dictadura se establece un Estado totalitario de partido único, caracterizado por la fuerte represión (ilegalización de partidos y sindicatos de oposición y establecimiento de una policía política, la OVRA), el apoyo de la Iglesia Católica (Pactos de Letrán de 1929), el adoctrinamiento y control social (educación controlada, organizaciones juveniles, marginación de la mujer, control de la cultura y de los medios de comunicación), el intervencionismo económico (corporativismo: política intervencionista, autarquía o autosuficiencia y proteccionismo extremo, empresas públicas agrupadas en el IRI y colaboración de clases) y política de expansionismo territorial (invasión de Etiopía en 1935-1936 y de Albania en 1939).

LA ALEMANIA NAZI

La República de Weimar y el ascenso del nazismo (1918-1933)

La abdicación de Guillermo II en noviembre de 1918 dio lugar a la República de Weimar, un régimen democrático gobernado por el socialdemócrata Ebert, que fue el que solicitó el armisticio y en 1919 firmó el Tratado de Versalles. Esto hizo que se culpara al naciente régimen democrático de la derrota, más aún cuando sobre el mapa Alemania estaba ganando la guerra y así lo había estado defendiendo insistentemente la propaganda. Además, la República hubo de afrontar un grave crisis socioeconómica de posguerra, marcada por la hiperinflación, que provocó una fuerte conflictividad social. Así, en 1919 se produjo la revolución espartaquista (denominación de los comunistas alemanes), aunque acabó fracasando. A partir de 1924 la situación económica se recuperó gracias al Plan Dawes, lo que produjo estabilidad social y política. Sin embargo, la Gran Depresión iniciada en 1929 volvió a hundir la economía alemana y a desestabilizar la situación política y social.

En 1920 Adolf Hitler, excombatiente de la I Guerra Mundial, fundó el Partido Nacional-Socialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP), con un programa nacionalista, socialista revolucionario y racista y que contaba con un grupo paramilitar, la Sección de Asalto (SA). En 1923 intentó un golpe de Estado en Munich, pero fracasó y fue encarcelado.

La mejora de las condiciones socioeconómicas a partir de 1924 limitó las posibilidades de crecimiento del partido nazi. Ante ello, se limitó el discurso populista en lo social y se reforzó el nacionalismo, el antisemitismo y el antimarxismo. La Gran Depresión de 1929 permitió el crecimiento de sus apoyos, hasta ganar por mayoría simple las elecciones de julio y noviembre de 1932 y marzo de 1933. Este último año Hitler se convirtió en canciller de un gobierno de coalición con otros grupos conservadores.

La dictadura nazi (1933-1939)

Una vez nombrado canciller, la política de Hitler se dirigió hacia el establecimiento de un régimen dictatorial totalitario. En febrero de 1933 el incendio del Reichstag fue tomado como excusa para expulsar a los comunistas del parlamento y, después, establecer un sistema de partido único. En julio de 1934 eliminó a las SA, defensoras del radicalismo de izquierdas inicial de los nazis, en la “Noche de los cuchillos largos” y la muerte del presidente de la República, Hindenburg, en agosto de 1934 le permitió asumir el cargo y proclamar el III Reich.

El nuevo régimen se caracterizó por una fuerte represión, ejercida por las SS (Sección de Seguridad) y la Gestapo; por la política de adoctrinamiento y propaganda a través del culto al líder, el control de la educación, las organizaciones juveniles (Juventudes Hitlerianas), la censura y la propaganda organizada por Goebbels; el fuerte antisemitismo, que se concretó en las Leyes de Nuremberg de 1935 (exclusión de los judíos de la nacionalidad y prohibición de matrimonios o relaciones mixtas), en la “Noche de los cristales rotos” de 1938 (ataques a sinagogas y comercios y establecimientos de campos de concentración) y, ya en plena II Guerra Mundial, en la “Solición Final”, adoptada en 1942 en la Conferencia de Wansee (exterminio); la política intervencionista y autárquica, centrada en el proteccionismo extremo y una política de obras públicas y de rearme intensivo que permitió recuperar la economía y alcanzar el pleno empleo, lo que aumentó los apoyos sociales del nazismo; y el expansionismo territorial, que analizaremos en el tema siguiente, intentando construir la Gran Alemania (integrar todas las zonas pobladas por alemanes, como Austria y los Sudetes) y conseguir el “espacio vital” (expansión territorial para seguir creciendo económicamente dada la ausencia de imperio colonial).

CONCLUSIONES

El deterioro de la situación socioeconómica provocado por la crisis de Posguerra y la Gran Depresión fue el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento, auge y acceso al poder del fascismo en Europa. Sus características ideológicas, especialmente el nacionalismo radical y el uso de la violencia como arma política, provocaron una política de rearme y expansión territorial que acabó provocando el estallido de la II Guerra Mundial (1939-1945).

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LA ECONOMÍA DEL PERIODO DE ENTREGUERRAS Y LA GRAN DEPRESIÓN

Tema 8 de Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato referente a la economía de Entreguerras y la Gran Depresión, por Carlos Javier Garrido García.

Pánico en la Bolsa de Nueva York durante el «Jueves Negro», 1929. Fuente: Wikipedia.

INTRODUCCIÓN

Como hemos visto en el tema anterior, el nacimiento de la URSS supuso un aumento de las tensiones políticas y sociales. Esto fue posible debido a los desequilibrios socioeconómicos generados por la I Guerra Mundial, que terminaron dando lugar a la Gran Depresión.

LA ECONOMÍA DE POSGUERRA (1919-1925)

Consecuencias económicas de la I Guerra Mundial

La I Guerra Mundial (1914-1918) y los tratados de paz de 1919-1920 provocaron unos fuertes desequilibrios económicos, especialmente en la zona más afectada por el conflicto, Europa.

Así, la economía se veía lastrada, en primer lugar, por la desarticulación de las economías nacionales, debido a la implantación de la economía de guerra, que ahora había que reconvertir, a los cambios territoriales y a la pérdida de bienes de producción, mano de obra y consumidores e infraestructuras.

En segundo lugar, se desarticularon también los mercados financieros debido a que los enormes gastos del conflicto supusieron un aumento de la deuda pública. Esto provocó tanto un aumento de la emisión de moneda, lo que provocó su pérdida de valor y una fuerte inflación tras el conflicto, como un endeudamiento exterior. Esto último se materializó tanto en las reparaciones de guerra que debían pagar los países derrotados, especialmente Alemania, como en las deudas entre los países vencedores, con un beneficiario claro: EEUU.

Por último, el comercio internacional se vio afectado por todo lo anterior. Así, la inflación provocó la desorganización del sistema monetario internacional basado en el patrón oro; la deudas exteriores y las destrucciones de la guerra hicieron que Europa perdiera su hegemonía económica y financiera en favor de una nueva primera potencia (EEUU), de su moneda (el dólar) y de sus mercados financieros (la Bolsa de Nueva York); y el retorno a una economía de paz aumentó la competencia comercial entre unos países que volvían a una economía de paz, por lo que recuperaron sus producción agraria e industrial, y los países neutrales o alejados de los principales escenarios del conflicto, que habían visto crecer su producción gracias a la demanda de los beligerantes, provocando una crisis de sobreproducción que acentuó la inflación.

De la reconstrucción a la crisis (1919-1921)

El final de la guerra supuso un primer periodo de recuperación económica entre 1919-1920 debido a las tareas de reconstrucción. Sin embargo, este crecimiento se convirtió en recesión entre 1920 y 1921 debido al descenso de la demanda, a la inflación y a la disminución del crédito, por las razones que hemos explicado en el apartado anterior.

Los problemas principales eran la desorganización del sistema monetario internacional, que estrangulaba el comercio internacional y provocaba problemas de inflación que paralizaban la inversión y el crédito, y el problema del endeudamiento exterior. Este último hizo que las potencias vencedoras, especialmente Francia, fueran muy exigentes en el pago de las reparaciones de guerra por los vencidos, lo que hundió a la economía alemana, inmersa en una aguda hiperinflación.

La recuperación y sus límites (1921-1925)

Para luchar contra la inflación y recuperar el comercio internacional, en la Conferencia Internacional de Génova de 1922 se estableció el sistema cambio-oro, por el cual las emisiones monetarias de todos los países debían estar respaldadas por oro o por monedas respaldadas por oro, lo que de hecho significaba darle al dólar el valor del oro, reforzando el dominio de EEUU.

Para solucionar el problema de la deuda exterior se elaboró el Plan Dawes en 1924. Este supuso una reducción de las reparaciones de guerra y un programa de préstamos a Alemania para que este país pudiera pagarlas y con ese dinero Gran Bretaña, Francia y otros países pudieran pagar sus deudas, especialmente a EEUU. Así, este país salía doblemente beneficiado al poder cobrar sus deudas, generar nuevas con Alemania y, con la reconstrucción de los mercados europeos, mantener la demanda internacional de sus productos.

Todo esto posibilitó la recuperación económica y la entrada en un fuerte crecimiento, pero todo ello dependiente de los capitales norteamericanos, lo que explica que el posterior hundimiento de este país provocara una Depresión mundial, la Gran Depresión.

LOS FELICES AÑOS 20 (1925-1929)

El crecimiento económico fue especialmente intenso en EEUU, conociéndose el periodo entre 1922 y 1929 como los “Felices Años 20”. El crecimiento se basó en la producción en masa gracias a la generalización de la producción en cadena (fordismo), al consumo de masas por la publicidad y la compra a plazos, la abundancia de capitales y la fuerte concentración empresarial. En Europa se registró también un fuerte crecimiento gracias a la reconstrucción y a los capitales británicos y estadounidenses.

El crecimiento económico provocó fuertes transformaciones sociales. Así, surgió una nueva generación de burgueses adinerados, se consolidó la terciarización de la economía y la mujer accedió a un nuevo papel social debido a su acceso al trabajo y al derecho a voto. Se consolidó también una sociedad de consumo de masas, apoyada en la facilidad de crédito, en la difusión de los medios de comunicación (prensa, radio y cine) y en la industria del ocio (consumo popular de cultura y competiciones deportivas).

Sin embargo, este crecimiento tenía unos fuerte desequilibrios que anunciaban la próxima crisis. En primer lugar, los sectores económicos tradicionales sufrieron un fuerte estancamiento y crisis de sobreproducción debido a la competencia internacional (agricultura, industrias básicas y tradicionales de consumo como la textil).

En segundo lugar, tras un inicial crecimiento se produjo un estancamiento de la capacidad de consumo de la población por el estancamiento de los salarios, la crisis de los sectores económicos tradicionales y el creciente endeudamiento, ya que el consumo se basó en buena parte en el crédito. Todo ello provocó un descenso de los beneficios empresariales y un crecimiento de los stocks.

En tercer lugar, los problemas de sobreproducción y el aumento de la competencia a nivel internacional empezaron a generalizar la adopción de posturas proteccionistas, lo que se unió a la ya citada limitación de la demanda, provocando un estancamiento del comercio internacional.

En cuarto lugar, el sistema monetario internacional se vio lastrado por el fracaso del patrón cambio-oro por la falta de cooperación internacional.

Por último, la abundancia de capitales en EEUU provocó un aumento de las inversiones, pero no las productivas, ya que las empresas tenían problemas de stocks, sino en inversiones especulativas buscando una rápida rentabilidad. Esto hizo que se generalizara la inversión en la Bolsa, provocando un fuerte crecimiento de las cotizaciones, lo que atrajo mayores inversiones, dando lugar a una enorme burbuja especulativa, aumentando la diferencia entre la cotización de las acciones y los resultados reales de las empresas.

EL CRACK DE 1929 Y LA GRAN DEPRESIÓN (1929-1939)

El hundimiento de la Bolsa de Nueva York y sus consecuencias

La burbuja especulativa acabó estallando en octubre de 1929 en la Bolsa de Nueva York (“Jueves Negro”). Se produjo una enorme oferta de acciones por parte de inversores atemorizados por el descenso de los beneficios empresariales, ante una demanda prácticamente nula. Esto aumentó el pánico, hundiendo los valores bursátiles.

El hundimiento de la Bolsa desató una reacción en cadena: quebró el sistema bancario, lo que paralizó el crédito y, con ello, el consumo y la inversión, a lo que contribuyó también la destrucción del ahorro de familias y empresas, ya que buena parte del mismo estaba invertido en acciones. Debido a todo ello, se produjo una fuerte crisis agraria e industrial, lo que hizo aumentar los niveles de paro y la población excluida, entrándose en un círculo vicioso: más paro, más crisis bancaria, más crisis industrial, más paro…

Expansión mundial de la Gran Depresión

El hundimiento económico de EEUU provocó una fuerte crisis a nivel mundial, ya que este país se había convertido en el centro de la economía mundial de posguerra. Así, el comercio mundial sufrió una fuerte contracción, debido a la disminución de la demanda estadounidense y al endurecimiento de las políticas proteccionistas como salida a la crisis; y la crisis financiera debido a la repatriación de los capitales estadounidenses en el exterior.

Todo ello provocó una crisis global: los países exportadores de materias primas (Europa Oriental y Mediterránea, Latinoamérica, China y sureste de Asia) por el descenso de la demanda y la caída de las inversiones, y las economías industrializadas de Europa (Alemania, Austria, Reino Unido, Francia) por la repatriación de capitales estadounidenses, la crisis bancaria y el hundimiento del comercio internacional.

A nivel social la crisis supuso un crecimiento de la polarización social debido al empobrecimiento y proletarización de gran parte de la clase media, lo que se tradujo en un aumento de la conflictividad social y la polarización de las posturas políticas, que se extreman en torno al comunismo y el fascismo.

Las políticas económicas frente a la Gran Depresión

En un principio, ante la crisis se aplicaron soluciones tradicionales, como políticas deflacionistas para activar el consumo y la adopción o endurecimiento de políticas proteccionistas. En cualquier caso, estas medidas fracasaron, como lo hicieron los intentos de políticas coordinadas a nivel internacional. Así, en la Conferencia Económica Mundial de Londres de 1933 se propuso volver al patrón oro y reducir los aranceles para reactivar el comercio internacional, pero no se llegó a un acuerdo.

Todo ello llevó a la adopción por parte de los distintos países de medidas que tienen como elemento común la revisión del liberalismo económico, defendiendo una mayor intervención del Estado en la economía. En esta revisión fue clave la obra del economista John Maynard Keynes.

En EEUU la victoria en las elecciones de 1932 del demócrata Franklin Delano Roosevelt, supuso el establecimiento al año siguiente del “New Deal”, un programa de intervención estatal de la economía cuyas medidas principales fueron el rescate bancario, la inversión en obras públicas, las subvenciones agrarias, las ayudas a las empresas y el establecimiento de las bases del Estado de Bienestar (salario mínimo, jornada semanal de 40 horas, libre sindicación y negociación colectiva, pensiones, seguros de enfermedad y subsidios de desempleo). Todas estas medidas permitieron una recuperación económica, pero sin lograr recuperar los niveles previos a 1929, como que no se lograría hasta la II Guerra Mundial.

En el Reino Unido la Gran Depresión fue menos intensa, debido a la menor dependencia de los capitales norteamericanos. En este caso se optó por una acentuación del proteccionismo y una explotación más intensa de su extenso imperio colonial.

Por lo que se refiere a Francia, la victoria de la coalición de izquierdas (Frente Popular) en las elecciones de 1936 supuso la implementación de políticas sociales como el incremento de salarios y las vacaciones pagadas y de un programa de obras públicas, aunque provocando un aumento del déficit público y de los impuestos.

Por último, en Alemania las consecuencias de la Gran Depresión fueron fueron muy intensas y crearon el ambiente favorable para el acceso al poder del nazi Adolf Hitler en 1933. Su política económica se basaba en la autarquía (proteccionismo extremo) y en una política de rearme que le permitió salir de la crisis y superar ampliamente los niveles previos a 1929.

CONCLUSIONES

La Gran Depresión iniciada en 1929 provocó un deterioro de las condiciones sociales, un aumento de las posturas políticas extremas (fascismo y comunismo) y un aumento de las tensiones internacionales entre unas potencias, también las democráticas, que competían por salir de la crisis a través de la defensa y extensión de sus intereses mundiales. Todo ello acabó provocando la II Guerra Mundial (1939-1945).

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