LOS PARTIDOS POLÍTICOS DURANTE EL REINADO DE ISABEL II (1833-1868)

Explicación de los partidos políticos durante el reinado de Isabel II (1833-1868), por Carlos Javier Garrido García.

Isabel II jurando la Constitución de 1837 al ser proclamada mayor de edad en 1843.

Una de las preguntas recurrentes en Selectividad con respecto al reinado de Isabel II (1833-1868) es la de los partidos políticos de dicho reinado, y especialmente las diferencias entre los dos principales: el Partido Moderado y el Partido Progresista.

Por otra parte, no cabe duda de que una comprensión adecuada de la ideología de cada partido político favorece la comprensión general de un reinado muy complejo en su evolución. De hecho, cuando se explica este, una de las grandes dificultades del alumnado es comprender las diferencias ideológicas entre los dos grandes partidos políticos que se enfrentan constantemente a lo largo del mismo, tendiendo gran parte del alumnado a estudiarse, cual listín telefónico, las características de ambos sin llegar a comprenderlas en realidad.

Para subsanar este problema, se debe entregar al alumnado un cuadro comparativo que permita la visualización de las diferencias entre los partidos políticos, y explicar las mismas en función de cuál es su origen, que no es otro que la distinta base social de cada partido.

Origen, características y base social

El origen de los partidos políticos existentes en el reinado de Isabel II se puede situar en el Trienio Liberal (1820-1823), cuando los liberales se dividen en dos facciones: «doceañistas» y «veinteañistas».

Los «doceañistas», como su nombre indica, son los defensores del régimen establecido por las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812. Conviene recordar, que dicha constitución fue fruto del consenso entre liberales y absolutistas moderados, por lo que no estableció un régimen puramente liberal, sino que presentaba pervivencias del Antiguo Régimen como un monarca con amplísimos poderes (ejecutivo, legislativo compartido con las Cortes y judicial administrado en su nombre), por lo que la división de poderes era sólo relativa, y el mantenimiento de la confesionalidad católica del Estado, es decir, que la única religión que se podía practicar en público era la católica y el Estado protegía y concedía privilegios a la Iglesia de dicha confesión. Dados sus orígenes y principios ideológicos, el «doceañismo» era la ideología preferida por los clases altas, conformadas por las altas burguesía, nobleza y clero.

Por su parte, los «veinteañistas» se denominan así en referencia al año 1820, cuando el pronunciamiento de Riego obligó a Fernando VII a aceptar un régimen liberal. Sin embargo, este grupo no acepta el régimen establecido por las Constitución de 1812 al considerar que no era puramente liberal, dadas las pervivencias del Antiguo Régimen que antes se han citado. Por tanto, este grupo, más puramente liberal, defiende un monarca con poderes reducidos al ejecutivo, con una división total de poderes por tanto, y un estado aconfesional, es decir, en el que la libertad religiosa es total pero el Estado establece relaciones preferentes con la confesión mayoritaria, la católica. Por tanto, esta ideología es es más propia de las clases medias, que pretenden conseguir mayores cuotas de poder político y económico frente a las clases altas.

Las diferencias entre el Partido Moderado y el Partido Progresista explicadas en función de su base social

Durante la Regencia de María Cristina (1833-1840) se configuran los dos grandes partidos políticos liberales: el Moderado, heredero de los antiguos «doceañistas», y el Progresista, heredero de los antiguos «veinteañistas». Sus diferencias ideológicas son consecuencia de su diferente base social.

La base social del Partido Moderado eran las clases altas, al igual que lo era de los «doceañistas». Como consecuencia de ello, tienen una ideología conservadora, es decir, defienden el mantenimiento de una situación en la que ellos ocupan el papel predominante. Por tanto, defienden un régimen en el que el orden y la estabilidad priman sobre la concesión de derechos a la población y defienden la existencia de una estado controlado por una figura, el Rey, con amplísimos poderes. 

General Ramón María Narváez, uno de los principales dirigentes del Partido Moderado. Fuente: Wikipedia.

Frente a ellos, el Partido Progresista tiene su base social en las clases medias, al igual que había sucedido con los «veinteañistas». Esto hace que su ideología sea progresista-reformista, es decir, manteniendo las características generales del sistema liberal conseguir avances políticos y económicos que les beneficien, consiguiendo unas mayores cuotas de poder político y socioeconómico. Por tanto, para ellos priman los derechos individuales y sus garantías pero, eso sí, entendiendo que tales derechos deben ser disfrutados sólo por una porción de la sociedad, la burguesía (clases altas y medias), nunca por las clases bajas. Evidentemente, el liberalismo del siglo XIX no es democrático sino un régimen dominado por la burguesía a través de mecanismos como el sufragio censitario.

General Baldomero Espartero, uno de los principales dirigentes del Partido Progresista.

Vistas las diferencias generales y su origen, pasemos a comparar los distintos principios ideológicos de cada partido.

Soberanía

El concepto de soberanía hace referencia a cual es el origen del poder, es decir, quien elige o a quien representan las instituciones del Estado. Durante el Antiguo Régimen se hablaba de monarquía absoluta de derecho divino puesto que se consideraba que el origen del poder de los monarcas procedía de Dios. Frente a ello, el liberalismo defendió el concepto de Soberanía Nacional, es decir, que el origen del poder reside en la Nación, considerada como el conjunto de los ciudadanos, que son personas con derechos y deberes. Este concepto liberal permitía distinguir dentro de la población entre ciudadanos con plenos derechos o no y era la justificación del sufragio censitario.

El concepto de Soberanía Nacional fue adoptado por el Partido Progresista. Sin embargo, el Partido Moderado que, como ya se ha indicado, contaba en su seno con las antiguas élites de los estamentos privilegiados, recelaba de tal concepto, defendiendo por contra la Soberanía Compartida entre Cortes y Corona, es decir, que el origen del poder estaba en dos instituciones y no en unos ciudadanos a los que se intenta seguir manteniendo en buena parte como súbditos.

Sufragio

Ambos partidos políticos comparten la defensa del sufragio censitario propio del liberalismo. Sin embargo, el Partido Moderado defiende un sufragio muy censitario, es decir, en el que los requisitos de renta para poder votar eran muy elevados, para beneficiar a su base social. De esta manera sólo podrían votar las clases altas.

El Partido Progresista,, por su parte, defiende un sufragio menos censitario con la intención de que su base social, las clases medias, pueda ejercer el derecho al voto.

Tanto uno como otro se niegan a que la mayoría social, compuesta por las clases bajas, participe en la vida política.

Derechos individuales

En consonancia con lo que vamos explicando, el Partido Moderado, defensor del predominio de las clases altas, no es partidario de conceder muchos derechos a la población, pues desconfía de la mayoría social para el mantenimiento de su predominio. Por tanto, defienden la limitación de derechos individuales, ya sea directamente o a través de sus leyes de desarrollo.

Por el contrario, el Partido Progresista, defensor de reformas dentro del sistema, defiende los derechos individuales amplios como un medio de potenciarlas.

Forma de gobierno

Ambos partidos políticos son monárquicos, pero difieren en el alcance de los poderes del Monarca. Así, el Partido Moderado defiende una «monarquía moderada», siguiendo la definición establecida en la Constitución de 1812. Esta monarquía se define como moderada ya que los poderes del rey son «moderados» o «limitados» de manera muy tenue por una división de poderes que sólo puede ser calificada de limitada, como veremos.

Por su parte, el Partido Progresista defiende una «monarquía parlamentaria», es decir, una monarquía cuyos poderes están muy limitados por un parlamento que es concebido como el máximo representante de la Soberanía Nacional y, por tanto, ocupa el lugar central en el sistema político.

División de Poderes

Como consecuencia de los anteriormente explicado, el Partido Moderado defiende un rey con muchos poderes y una división de poderes sólo relativa, entendiendo ambos elementos como una defensa ante cualquier cambio , ya sea reformista o revolucionario, del sistema. Así, los moderados defienden un rey que tiene el poder ejecutivo, que controla el legislativo y que constituye la cabeza de poder judicial.

Por el contrario, el Partido Progresista defiende que el rey vea limitados sus poderes al ejecutivo, mientras que los poderes legislativo y judicial serían independientes. De hecho, el lugar central dentro de esta división total de poderes lo ocupan las Cortes que, como representantes de la Soberanía Nacional, tienen el poder legislativo pero controlan también al ejecutivo.

Cortes

Como consecuencia de las diferentes ópticas de moderados y progresistas sobre los poderes de las Cortes, estas varían su configuración.

Así, el Partido Moderado defiende unas Cortes Bicamerales, es decir, formadas por dos cámaras: el Congreso de los Diputados y el Senado. El primero era elegido por los ciudadanos con derecho a voto y el segundo era designado por el Rey, debiendo ser sus miembros de clase alta (renta mínima elevada, miembros del alto clero y alta nobleza y antiguos altos cargos del Estado). Ya que ambas cámaras eran colegisladoras, el nombramiento del Senado le daba de hecho al Rey el control del poder legislativo.

Por su parte, los Progresistas, defensores de los derechos individuales de los ciudadanos, del principio de soberanía nacional y de la limitación de los poderes del Rey, defienden unas Cortes Unicamerales, compuestas por una única cámara, el Congreso de los Diputados, elegido por los ciudadanos con derecho a voto.

Relaciones Iglesia-Estado

Como ya se ha indicado, entre las bases sociales del Partido Moderado estaba el alto clero y la alta nobleza. por lo que es natural que su postura fuera la de defender la Confesionalidad Católica del Estado, ya existente en el Antiguo Régimen. Esta consistía en que el Estado tenía una religión oficial, la Católica, protegida por el Estado y única que podía ser practicada por la población de manera pública.

Evidentemente, esto no concordaba con uno de los principios del Liberalismo, la libertad de conciencia. Esto explica que los progresistas, defensores de un liberalismo sin reminiscencias del Antiguo Régimen y, por tanto, del respeto total a los derechos individuales optara por un Estado Aconfesional, es decir, en el que había libertad religiosa pero el Estado sí reconoce la existencia de un credo mayoritario, el Católico, y establece relaciones especial con él.

Orden público

Para el mantenimiento del orden público durante esta época había dos alternativas principales: la Guardia Civil, cuerpo armado de carácter militar que dependía del poder central, o la Milicia Nacional, cuerpo de voluntarios dependiente de los Ayuntamientos.

El carácter conservador del Partido Moderado le hacía preferir el primero, y de hecho este partido es el responsable de su fundación en 1844. Por contra, el Partido Progresista prefiere a una población civil armada, no solo como fuerza de orden público sino también como garantía del respeto a los derechos individuales y al régimen liberal. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que la base social de los progresistas eran las clases medias, no las bajas, de ahí que se obligara a los voluntarios de la Milicia Nacional a sufragar sus propias armas y uniformes, lo que excluía a las clases bajas de participar en ella.

Política económica

El Partido Moderado defiende el establecimiento de políticas económicas proteccionistas, es decir, de cierre del mercado a la entrada de productos extranjeros, ya sea a través de prohibición directa o con elevados aranceles. Esta postura tenía la intención de proteger los intereses de las clases altas, que incluían a los grandes latifundistas e industriales del país, interesados en controlar el mercado interior sin competencia exterior.

Por el contrario, el Partido Progresista defiende políticas librecambistas, es decir, en las que el mercado está abierto a la entrada de productos extranjeros. Esta postura intentaba beneficiar a las clases medias, básicamente más consumidoras que productoras, por lo que les beneficiaba la entrada de productos extranjeros al bajar los precios por la competencia.

Otros partidos políticos

El reinado de Isabel II está dominado por los partidos políticos Moderado y Progresista. Sin embargo, el periodo de inestabilidad iniciado en 1854 y que culmina en la Revolución Gloriosa de 1868 dio impulso a otras fuerzas políticas, como la Unión Liberal, el Partido Demócrata y el Partido Republicano.

Unión Liberal

Este partido surge en 1854 impulsado por el general Leopoldo O´Donnell. Se crea como un intento de unificar a moderados y progresista en una sola formación política que evitara los enfrentamientos entre ambos y la inestabilidad política que generaban.

General Leopoldo O’Donnell, fundador de la Unión Liberal.

Su ideología estaba en gran parte indeterminada, aunque tanto su base social como sus principios ideológicos fueron una mezcla entre moderados y progresistas. 

Durante el reinado de Isabel II su programa tendía a parecerse al de los moderados, pero a raíz de su entrada en el Pacto de Ostende de 1866 su programa pasa a ser compatible con el de progresistas y demócratas. Debido a su influencia, en todo caso, se introdujeron en la Constitución de 1869 las Cortes Bicamerales y un estado aconfesional en el que la Iglesia Católica estaba financiada por el Estado y se reconocía la libertad de cultos sólo para la población extranjera.

Partido Demócrata

El Partido Demócrata surge como una escisión del Partido Progresista en 1849. Su base social son las clases medias y bajas y su ideología puede ser considerada revolucionaria, ya que defendía el fin del Estado Liberal. Defienden el concepto de soberanía popular, es decir, que el origen del poder está en la voluntad del pueblo, sin distinciones de clase, por lo que defienden el sufragio universal masculino. Como los progresistas, defienden una monarquía parlamentaria como forma de gobierno, con la diferencia de que, frente al rey con poder ejecutivo de los progresistas, los demócratas le confieren solo un poder de representación del Estado y de relación entre poderes, como ocurre en la actualidad en nuestro país. En los demás temas, coinciden con los progresistas: Cortes Unicamerales, Estado aconfesional, Milicia Nacional y Librecambismo.

Partido Republicano

Este partido aparece ya consolidado en 1868. Su ideología es muy similar a la del Partido Demócrata, del que difiere en la forma de gobierno: la República, es decir, un régimen en el que el jefe de Estado es elegido por los ciudadanos en unas elecciones y no, como ocurre en la monarquía, por derecho de herencia. Además, frente al estado aconfesional demócrata, defienden un Estado laico, es decir, en el que la separación entre Iglesia y Estado es total.

Desde sus orígenes, y definitivamente a partir de 1870, el partido se divide en dos tendencias: la unitaria y la federal, diferenciados básicamente por su base social y por la organización territorial del Estado. El republicanismo unitario es más conservador y sus bases sociales se situaban en las clases medias. Defienden un Estado unitario y centralista. Frente a ello, el republicanismo federal es más progresista y sus bases sociales se situaban en las clases bajas. Defienden un Estado federal, es decir, compuesto por estados con su propia organización política y administrativa y en los que reside la soberanía, por lo que la pertenencia al Estado Federal español es voluntaria y reversible en cualquier momento.

Cuadro comparativo

Todo lo indicado con anterioridad lo he resumido en un cuadro comparativo, para una mejor comprensión. Si desea descargarlo en PDF, pulse aquí: Cuadro comparativo entre los partidos políticos del reinado de Isabel II

 

 

REVOLUCIÓN LIBERAL EN EL REINADO DE ISABEL II (1833-1868)

Resumen del Tema de 6 de Selectividad referente al reinado de Isabel II, por Carlos Javier Garrido García.

Isabel II jurando la Constitución de 1837 al ser proclamada mayor de edad en 1843.

INTRODUCCIÓN

Durante el reinado de Isabel II se lleva a cabo el establecimiento del Estado Liberal en España, en buena parte gracias a un contexto internacional favorable gracias a la ruptura del orden establecido por la Restauración con las oleadas revolucionarias de 1830 y 1848, que suponen el triunfo del liberalismo en Europa. Sin embargo, el nuevo Estado tendrá un problema que explica en buena parte su fracaso: la exclusión de la mayor parte de la población de la vida política, lo que explica el intento democratizador del Sexenio Revolucionario (1868-1874).

LA ÉPOCA DE LAS REGENCIAS (1833-1843)

El problema sucesorio

Fernando VII tiene como único descendiente a su hija Isabel, pero su acceso al trono era imposible por la Ley Sálica establecida en 1713. Ante ello, el rey aprueba en 1830 la Pragmática Sanción, que permite la descendencia femenina. Los sectores absolutistas no aceptan la nueva ley, apoyando en la sucesión al hermano del rey, Carlos María Isidro.

Al fallecer el rey en 1833, los absolutistas apoyan a Carlos, mientras que los liberales hacen lo propio con la nueva reina, Isabel II. Al ser ésta menor de edad, asume la regencia su madre, María Cristina.

La Primera Guerra Carlista (1833-1840)

El carlismo era una ideología tradicionalista y antiliberal que defendía la monarquía absoluta, la sociedad estamental, la preeminencia de la Iglesia y el mantenimiento de los fueros (lema: “Dios, Patria y Fueros”).

El carlismo contó con apoyos en las regiones forales, que temían el centralismo liberal, y de pequeños campesinos, en las que la influencia del clero pro-absolutista era muy fuerte.

Sin embargo, los isabelinos tienen sus principales apoyos en las zonas urbanas y de predominio jornalero. Apoyo de parte de la alta nobleza y del alto clero, funcionarios y búsqueda del apoyo de los liberales.

Desarrollo del conflicto: ante la falta de ejército regular los carlistas optan por la formación de “partidas” (grupos guerrilleros). Dimensión internacional: apoyo al bando carlista por las potencias absolutistas (Rusia, Prusia y Austria) y al bando isabelino por las liberales (Gran Bretaña, Francia y Portugal). Etapas: avances carlistas en el norte (1833-1835: fracaso en la ocupación de ciudades -sitio de Bilbao-) y predominio liberal (1836-1840: victoria de Espartero en Luchana en 1836, expedición real de 1837, división de los carlistas en transaccionalistas e intransigentes).

La guerra acaba con el Abrazo o Convenio de Vergara (1839) entre Espartero y Maroto, en el que se recogía el respeto a los fueros vasco-navarros. En el maestrazgo continúa la lucha guerrillera hasta la derrota de Cabrera en 1840.

La configuración de los partidos políticos

Se consolida la división de los liberales en diversas opciones, surgidas en el Trienio Liberal (doceañistas y veinteañistas).

Más que de partidos políticos en sentido estricto (grupos homogéneos y compactos con una ideología y un programa bien definidos), se puede hablar de grupos o agrupaciones políticas (corrientes de opinión organizadas en torno a determinadas personalidades para participar en las elecciones y controlar el poder). Destacan moderados y progresistas, frente a los cuales van surgiendo en este periodo demócratas y republicanos.

Moderados: base social (“personas de orden”: alta burguesía, restos de la nobleza, alto clero, jerarquía militar), base ideológica (ideología conservadora, defensa del derecho de propiedad, sufragio muy censitario, subordinación de la libertad individual a la autoridad y orden social, Guardia Civil, soberanía compartida entre Cortes bicamerales y Corona, amplios poderes del monarca, derechos individuales limitados, confesionalidad católica del Estado y política económica proteccionista) y principales líderes (Ramón María Narváez y Francisco Bravo Murillo).

Progresistas: base social (clases medias: pequeña y mediana burguesía, oficialidad militar, apoyo en un primer momento de las clases populares urbanas), base ideológica (ideología progresista-reformista, sufragio menos censitario, Milicia Nacional, soberanía nacional, predominio de las Cortes unicamerales, limitación del poder de la Corona, amplios derechos individuales, autonomía municipal, limitación de la influencia de la Iglesia Católica y política económica librecambista) y principales líderes (Juan Álvarez Mendizábal, Baldomero Espartero, Juan Prim).

Demócratas: separados de los progresistas en 1849, clases populares sobre todo urbanas, soberanía popular, sufragio universal masculino. De este grupo se separan los Republicanos que se diferencia de los anteriores en su rechazo a la monarquía.

La regencia de María Cristina (1833-1840)

En 1834 la regente aprueba el Estatuto Real, carta otorgada basada en la ideología moderada, lo que lleva al descontento de los progresistas: movimientos revolucionarios de 1835-1836 (Juntas Revolucionarias, Pronunciamiento de la Granja) que los llevan al poder.

Una vez en el poder, los progresistas llevan a cabo una labor reformista: Constitución progresista de 1837 y la Desamortización de Mendizábal de 1836.

Constitución de 1837: predominio de la ideología progresista (soberanía nacional, amplia declaración de derechos individuales, división de poderes, aconfesionalidad del Estado) pero haciendo concesiones a los moderados (Cortes bicamerales, amplios poderes de la Corona, financiación de la Iglesia Católica por el Estado).

Desamortización de Mendizábal (1836): se desvinculan las tierras de la nobleza y el clero. En este último caso se expropiaron los bienes del clero regular (comunidades religiosas), vendiéndose en pública subasta. Su finalidad fue atenuar el problema de la deuda, no hacer una reforma agraria.

De manera casi inmediata los moderados recuperan el poder con el apoyo de la regente, habiendo un creciente papel de los militares en la vida política.

La regencia de Espartero (1840-1843)

Un nuevo movimiento insurreccional progresista motivado por la Ley de Ayuntamientos provoca la destitución de María Cristina a favor de Espartero.

Inestabilidad política por la división de los progresistas y los pronunciamientos moderados, aplicando el regente una fuerte represión (Bombardeo de Barcelona en 1842).

En 1843 un pronunciamiento del general moderado Narváez, provoca el exilio de Espartero. Para evitar una nueva regencia, se adelanta la mayoría de edad de Isabel II a los 13 años.

EL REINADO DE ISABEL II (1843-1868)

Década Moderada (1844-1854)

Sucesivos gobiernos encabezado por el líder de los moderados, el general Ramón María Narváez.

Durante este periodo se produce la institucionalización del régimen liberal (Constitución de 1845), la normalización de las relaciones Iglesia-Estado (Concordato de 1851) y la reforma de la Administración Pública.

Constitución de 1845: reforma de la Constitución de 1837 en un sentido exclusivamente moderado; base doctrinal liberal moderada; Soberanía conjunta de la Corona y las Cortes (bicamerales: Congreso electivo y Senado por designación); Amplias prerrogativas de la Corona (nombramiento de ministros, disolución de las Cortes, sanción de leyes y designación del Senado); Sufragio censitario; Los derechos individuales remiten a leyes de desarrollo que tendieron a limitarlos: control gubernamental de la prensa, sufragio muy censitario, etc.; Confesionalidad católica del Estado.

Concordato de 1851: supone el fin de la ruptura entre el Estado Liberal y la Iglesia provocada por la Desamortización; Se ratifica la desamortización y el Real Patronato a cambio de la confesionalidad del Estado, el control de la enseñanza y la financiación y protección estatal.

Reformas administrativas: Centralismo político-administrativo: a cargo de las provincias (establecidas en 1833) se nombra un gobernador civil; Ley de Ayuntamientos de 1845 (alcaldes por designación), Reforma Tributaria de Mon; creación del Banco de España; Código Penal de 1848; creación de la Guardia Civil en 1844 en sustitución de la Milicia Nacional.

Bienio Progresista (1854-1856)

El pronunciamiento del centrista O´Donnell en Vicálvaro y las insurrecciones progresistas (“Manifiesto de Manzanares” en el que piden reformas) obligan en 1854 a Isabel II a llamar a Espartero al gobierno.

Reformas progresistas: Constitución no promulgada de 1856 (progresista); Desamortización de Madoz de 1855 (expropiación y subasta de los bienes del clero secular y de los Ayuntamientos -propios y comunes-); reformas económicas liberalizadoras (ferrocarriles, minería y sociedades de crédito).

La instabilidad social lleva a la sustitución de Espartero por O´Donnell en 1856, volviendo de nuevo los moderados al poder.

Desmoronamiento de la Monarquía Isabelina (1856-1868)

Tras un breve gobierno de O´Donnell, Isabel II llama de nuevo al gobierno a los moderados dirigidos por Narváez (1856-1858), lo que supone un retorno a la situación anterior a 1854.

Gobierno de la Unión Liberal (1858-1863): partido de centro de O´Donnell con la intención de atraerse a los progresistas: fracaso por los levantamientos campesinos y republicanos. En el exterior lleva a cabo una ruinosa política de prestigio (Marruecos, México, Indochina y Guerra del Pacífico). Fuerte especulación en torno al ferrocarril y la minería.

La crisis económica y el aumento de la oposición llevan al establecimiento de gobiernos autoritarios de signo moderado entre 1863 y 1868.

En agosto de 1866 progresistas y demócratas firman en Pacto de Ostende, al que se adhieren también los unionistas en noviembre de 1867, con la muerte de O’Donnell: unidad para acabar con la monarquía de Isabel II (a la que se acusa de preferencia por los moderados, y de gobernar sólo en función de los intereses de las “camarillas”) y con el régimen liberal moderado (sufragio muy censitario, manipulación electoral).

Los partidos firmantes del Pacto de Ostende llevan a cabo la Revolución “Gloriosa” de 1868, por la cual Isabel II se ve obligada a marchar al exilio y se da inicio al “Sexenio Democrático o Revolucionario”.

CONSECUENCIAS

El Estado Liberal fracasó por la exclusión de la mayor parte de la población, el fracaso de la Revolución Industrial y el papel desarrollado por la reina. Esto supuso el fortalecimiento de las tendencias democráticas, que ocupan el poder durante el Sexenio Revolucionario (1868-1874).

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